En un mundo ideal, todos deberíamos conocernos y aceptarnos. A los niños les enseñaríamos a cuidar su salud mental en el colegio, junto a las Matemáticas, y seríamos capaces de lidiar mejor con la adversidad porque habríamos desarrollado adecuadamente nuestros recursos psicológicos. Pero como no vivimos en ese mundo ideal, a veces necesitamos un apoyo externo, la ayuda de un terapeuta que nos permita comprender qué nos ocurre y nos dé una mano para encarrilar nuestro universo emocional.
Sin embargo, en los últimos años también se ha comenzado a romantizar la salud mental, hasta el punto que se ha puesto de moda ir al psicólogo. Antes, la gente se avergonzaba de ir a un terapeuta porque temían que los tacharan de “locos”. Ahora, muchos presumen de ir al psicólogo. Y, aunque es estupendo que la salud mental se deshaga del estigma que la ha perseguido durante siglos, quizá estemos intentando compensar en las consultas de Psicología lo que deberíamos resolver en otros ámbitos. Me explico.
¿Cuándo no deberías ir al psicólogo?
Ir al psicólogo se ha vuelto popular, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. Esa tendencia está influenciada por factores como la creciente visibilidad de la salud mental en los medios de comunicación, las redes sociales y la promoción de la terapia como una herramienta de autoconocimiento y crecimiento personal. En este contexto, el psicólogo ya no es visto únicamente como un profesional que trata «patologías», sino como un aliado para llevar una vida más plena y equilibrada.
A pesar de los beneficios que conlleva esa normalización, algunos psicólogos nos estamos dando cuenta de que en ocasiones la búsqueda de soluciones en la terapia se percibe como una oportunidad para desplazar la responsabilidad de abordar problemas en otros ámbitos de la vida, como las relaciones interpersonales, la dinámica laboral o la gestión del tiempo. Es decir, la terapia es una herramienta valiosa, pero no es la única vía para resolver todos los desafíos personales que se presentan a lo largo de la vida.
La sobredependencia de la consulta psicológica podría reflejar un intento de compensar o evitar enfrentar directamente problemas, muchos de los cuales también requieren intervenciones en otros contextos y estructuras sociales. Por tanto, existen varias razones para no ir al psicólogo.
1. Si solo tienes curiosidad o quieres seguir una moda
Al psicólogo no se va únicamente cuando tenemos un problema. También podemos ir cuando necesitamos tomar una decisión importante en la vida y no tenemos claro qué camino seguir, cuando deseamos reforzar algún aspecto de nuestra personalidad o queremos mejorar nuestras relaciones. Sin embargo, acudir solo por curiosidad, para saber qué es ir al psicólogo – probablemente porque muchas de las personas que conocemos van – no es un motivo suficientemente válido.
Por supuesto, si se “rasca” un poco la superficie, es probable que se encuentren aspectos en los cuales trabajar. Absolutamente todos – incluidos los psicólogos – podemos mejorar ciertas habilidades. No obstante, si esos aspectos no nos han causado problemas, es posible que no sean tan importantes y que podamos desarrollarlos por nuestra cuenta. Como norma, quien acude al psicólogo por moda o por simple curiosidad, termina abandonando en pocas sesiones o desarrollando una dependencia poco saludable del consejo profesional.
2. Si solo buscas un amigo – o una madre o un padre
Vivimos en una sociedad hiperconectada, pero cada vez más solitaria. Las redes de apoyo se resquebrajan entre las prisas cotidianas y la digitalización, de manera que a muchas personas les falta ese sostén emocional que proporcionan los amigos, compañeros e incluso vecinos. La preponderancia de las relaciones líquidas deja al descubierto la fragilidad de los vínculos, de manera que muchas personas se sienten ansiosas.
Por desgracia, el psicólogo no puede sustituir esa red de apoyo. El terapeuta es un profesional, no es tu amigo ni se convertirá en el padre o la madre que necesitas. Es un oído comprensivo y un orientador, pero solo podrá estar a tu lado durante la consulta. Su función se limita a analizar la conducta y los problemas emocionales para potenciar las habilidades psicológicas necesarias. Es perfecto para hacer catarsis emocional y crecer, pero no te acompañará durante gran parte de tu vida, como puede hacerlo un amigo o una pareja. Por tanto, puede ayudarte a mejorar tus habilidades sociales para que construyas esa red de apoyo que necesitas, pero no puede sustituirla.
3. Si no quieres ir al psicólogo y no estás dispuesto a esforzarte
Así de simple. No hay más. Como regla general, la mayoría de los pacientes que acuden a consulta por obligación, generalmente empujados por amigos o familiares, avanzan muy poco en la terapia ya que no se comprometen con el cambio. El terapeuta no es mago y, aunque puede intentar que la persona se comprometa con el proceso, cuando no existe una necesidad interna de cambio, el camino se hace cuesta arriba y es difícil que se produzca la transformación desarrolladora.
Muchos se preguntan cómo convencer a alguien a ir al psicólogo porque se dan cuenta de que esa persona lo necesita, pero quizá todavía no está preparado para el cambio. Quizá quiere hacerlo a su ritmo y a su modo. O simplemente no quiere cambiar. Ir a terapia convencido de que no funcionará o pensando que no necesitas ayuda profesional es la fórmula casi perfecta para el fracaso. Cada quien tiene sus razones para ir al psicólogo – y para no ir también.
¿Todo el mundo debería ver a un terapeuta?
Probablemente sí, en algún momento particularmente difícil de su vida, cuando siente que ha perdido el norte o si necesita orientación para sobrellevar alguna situación que lo descoloca.
La terapia es como unos bastones de senderismo. Cuando vas por un terreno fácil, no los necesitas y puede que incluso lleguen a molestarte. Sin embargo, cuando te enfrentas a una escalada de montaña difícil, se vuelven providenciales para ayudarte a alcanzar la meta con seguridad y recorrer mejor el camino.
En la vida, también hay momentos en los que debemos usar nuestras propias herramientas y otros en los que necesitamos una ayuda externa adicional. La sabiduría y madurez también radica en saber diferenciarlos y tener la humildad necesaria para buscar apoyo.
Por supuesto, cada persona libra sus propias luchas y tiene sus propios problemas. Lo que puede ser estresante para uno, no lo es para otro. Pero es importante ser conscientes de que un psicólogo es tan solo un profesional que te dará la mano y caminará a tu lado, haciéndote las preguntas adecuadas y enseñándote las técnicas para que construyas tus propios bastones, que luego te servirán para futuras subidas.
Pero para llegar a ese punto, debes querer cambiar, no puedes esperar que un terapeuta construya los bastones en tu lugar y te lleve a cuestas hasta la cima. La terapia no funciona así.
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