Nuestras experiencias se registran en la memoria, pero antes pasan por una serie de filtros, tanto emocionales como cognitivos. Esa es la razón por la cual dos personas que hayan vivido la misma situación pueden tener recuerdos muy diferentes.
La carga emocional asociada a cada recuerdo es lo que le brinda su potencia. De hecho, los sucesos sin carga emocional, como ver pasar a un desconocido por la calle, no generan recuerdos significativos. Sin embargo, si se trata de un evento que ha provocado daño, dolor, angustia, ira u otros sentimientos intensos, dejará una huella más profunda en la memoria.
Sin embargo, lo más interesante es que normalmente la carga emocional de un recuerdo proviene principalmente de la historia que creamos acerca de esa experiencia. Por ejemplo, podemos afrontar una situación dolorosa pensando: “Sucedió, me ha dolido pero ya no puedo hacer nada para solucionarlo así que es mejor que siga adelante con mi vida”. Sin embargo, otra persona podría afrontar esa misma situación de manera completamente diferente pensando: “Es un desastre, estoy devastado, nunca me recuperaré de esto”.
¿Qué efecto tendrán esas diferentes perspectivas sobre los recuerdos dolorosos? Es probable que ninguna de esas dos personas olvide lo ocurrido, pero la primera logrará pasar página más rápido mientras que la segunda se quedará bloqueada en el dolor y el sufrimiento que genera esa experiencia, que seguirá cargando sobre sus espaldas como si estuviera ocurriendo en su presente.
Los recuerdos no son fijos
Muchos piensan que los recuerdos son como instantáneas o cintas de vídeo pero en realidad la memoria cambia continuamente, de manera que las experiencias almacenadas también se modifican. Podemos olvidar detalles, suavizar su impacto, reordenarlas o incluso reeditarlas para crear nuevas versiones con efectos añadidos.
Lo usual es que los hechos se mantengan bastante estables, pero la carga emocional asociada se puede «editar» según cambiemos la historia narrativa sobre el suceso. Algunas personas necesitan un poco de tiempo para editar sus recuerdos dolorosos. De hecho, es probable que en alguna ocasión te hayan ocurrido cosas ante las cuales simplemente dices: “ahora mismo no puedo lidiar con esto”.
Está bien, cada cual tiene su propio ritmo de afrontamiento, pero es importante que la evitación no se convierta en tu estrategia de afrontamiento preferida ya que los recuerdos dolorosos necesitan ser reprocesados o no podrás disipar el sufrimiento que generan.
¿Cómo “desactivar” los recuerdos dolorosos?
Debemos ser conscientes de que la incomodidad y la angustia son inevitables cuando atravesamos por una situación adversa, pero a medida que la reconocemos, suelen atenuarse. Al contrario, si nos sumimos en el pozo de la desesperación, el sufrimiento no hará sino aumentar.
Es importante que no violentes tu ritmo de sanación, pero en cierto punto tendrás que decidir que ha llegado el momento de afrontar la situación dolorosa. A muchas personas les ayuda llevar a cabo una especie de ritual, hay quienes van a un sitio especial relacionado con el evento doloroso, por ejemplo, se permiten revivir lo ocurrido y luego se sienten liberados. No obstante, cada quien debe encontrar la estrategia que mejor le funcione.
Existen tres técnicas sencillas de aplicar que pueden ayudarte a procesar los recuerdos dolorosos y seguir adelante.
1. El cuerpo como reflejo del recuerdo
Con esta técnica no nos focalizamos directamente en la memoria y su carga emocional sino en su reflejo corporal. Esto significa que aunque el recuerdo se mantenga, sus efectos en el cuerpo cambiarán, por lo que es muy útil para eliminar los síntomas físicos que generan ciertos recuerdos dolorosos, como la tensión muscular, las palpitaciones o los problemas para respirar.
Todo lo que debemos hacer es traer a la mente el recuerdo doloroso y fijarnos en las respuestas reflejas que genera en nuestro cuerpo. Una vez que las detectemos, debemos centrarnos en esa parte, respirar profunda y suavemente y relajar los músculos, hasta que sintamos que la tensión se desvanece.
Cuando sintamos que esa sensación ha desaparecido por completo, podemos pasar a otra parte del cuerpo. Este ejercicio se debe repetir varias veces a lo largo del tiempo, no debemos esperar resultados inmediatos ya que se trata más bien de un entrenamiento a través del cual le indicamos a nuestro cerebro que aunque se trata de un recuerdo doloroso, no debe provocar sensaciones corporales puesto que es una vivencia pasada.
2. La sala de cine de la memoria
Se trata de una técnica de visualización que consiste en cerrar los ojos e imaginar que lo que nos ha ocurrido es como una película. Podemos visualizar una pantalla en la que ocurran los hechos o verlo directamente en nuestra mente. El objetivo es desarrollar una actitud desapegada hacia lo ocurrido, de manera que podamos restarle parte de su impacto emocional.
Es probable que mientras veamos esa “película” afloren sentimientos muy intensos, es fundamental no dejar que estos nos atrapen y seguir adelante. Este ejercicio también es importante porque solemos tender a focalizarnos solo en las partes del evento que confirman nuestra manera negativa de pensar, obviando el resto de los detalles, que nos brindan un cuadro más completo y veraz de lo sucedido.
Al final, debemos imaginar que estamos rebobinando la película a velocidad rápida, hasta llegar al punto en el que nos sentíamos bien. Entonces debemos dejar que nuestras emociones se reestablezcan y darnos cuenta de que aunque hemos pasado por una situación traumática, todavía estamos vivos y podemos continuar adelante.
3. Dejar ir los pensamientos automáticos negativos
La mayoría de los recuerdos dolorosos se mantienen activos porque los alimentamos con pensamientos automáticos negativos. Si no tuviésemos esos pensamientos, nos resultaría muchísimo más sencillo procesar la experiencia traumática y deshacernos del sufrimiento. De hecho, si escrutas tu mente te darás cuenta de que no solo vives una y otra vez esos recuerdos dolorosos sino que además, piensas continuamente lo mismo.
Si tienes pensamientos que te hacen sentir culpable, te devalúan como persona o simplemente alientan el sufrimiento, una técnica muy sencilla consiste en escribirlos en tiras de papel. El simple hecho de escribirlos ya significa darse cuenta de su existencia e identificarlos como pensamientos desadaptativos.
Luego, cuando hayamos decidido que es el momento de seguir adelante y dejar en el pasado la experiencia dolorosa, tomamos esas tiras de papel y las quemamos, una a una. Mientras se queman podemos concientizar que se trata de un pensamiento negativo que solo nos hacía daño. Otra alternativa de esta técnica consiste en escribir directamente esos pensamientos en globos y dejarlos ir. Mientras se alejan, podemos sentirnos liberados del influjo negativo que ejercían sobre nosotros.
Dolores Vallenari dice
Me gusto el artículo q leí y me hizo mucho bien.
Me hizo reflexionar a aprender.