Las grandes invenciones no se deben únicamente al esfuerzo y el trabajo duro, también deben su existencia a la desconexión, la contemplación y el pensamiento lateral que conduce a grandes insights. Los genios de la historia lo sabían, por eso dedicaban mucho tiempo a lo que podríamos denominar la “Regla de las Dos Horas”.
La contemplación activa incentiva la creatividad
Albert Einstein, por ejemplo, dedicaba tiempo de manera consciente y voluntaria a fantasear de una forma especial: buscaba la forma de conectar la fantasía con las posibilidades reales. De hecho, a los 16 años se preguntó qué pasaría si se montara, como un surfista, sobre una onda de luz que se moviera a una velocidad constante.
La teoría pionera que lo llevó a establecer las bases de la física moderna fue en realidad una idea que surgió en uno de sus múltiples espacios de experimentación mental. Einstein se daba tiempo para soñar despierto y explorar múltiples caminos, por muy descabellados que parecieran. Su caso no es aislado, cuando estamos inmersos en un proceso de creación, el tiempo de descanso y ensoñación es tan importante como el trabajo.
A mitad del siglo XVII, cuando la Gran Peste asolaba Inglaterra, Newton se refugió en la casa materna en Lincolnshire. William Stukeley, amigo del científico y testigo de sus reflexiones sobre la teoría de la gravedad, contó que ambos solían pasar horas reflexionando y debatiendo sobre la actualidad científica bajo la sombra de los manzanos de la propiedad.
En el libro ‘La vida de Sir Isaac Newton’, Stukeley escribió: “Me dijo que la noción de la gravedad le vino a la mente mientras estaba en esta misma situación. Fue algo ocasionado por la caída de una manzana mientras estaba sentado en actitud contemplativa. ¿Por qué esa manzana siempre desciende perpendicularmente hasta el suelo?, se preguntó a sí mismo”.
La manzana no cayó en su cabeza, como aseguran las versiones apócrifas de la historia, por lo que no fue la casualidad la que condujo a uno de los hallazgos más importantes de la historia de la Física, sino el tiempo de contemplación activa y la curiosidad. De no haber estado ocioso sino ocupado en su laboratorio, quizá no se habría cuestionado por qué la fruta caía siempre de la misma manera.
Caminar para encontrar nuevas ideas
Darwin y Nietzsche probablemente tampoco habrían tenido algunas de sus ideas más geniales si no hubieran dejado espacio a la creatividad productiva. Darwin, por ejemplo, tenía un “recorrido para activar el pensamiento” por el que salía a caminar cuando quería profundizar en una idea.
Nietzsche también pasaba horas paseando por la naturaleza para dar sentido a sus ideas filosóficas. Afirmaba que “todos los pensamientos verdaderamente grandes se conciben paseando”. Y lo ponía en práctica en la montaña, el entorno que más le gustaba recorrer.
En realidad, su método no es nuevo. Una antigua frase latina decía: solvitur ambulando. Atribuida a Agustín de Hipona, la traducción literal sería: se soluciona caminando.
La escuela peripatética, un círculo filosófico de la antigua Grecia, seguía las enseñanzas de Aristóteles, su fundador. Recibió ese nombre por estar situada al lado del templo dedicado a Apolo Licio, el cual poseía un jardín por el que, según la tradición, el maestro paseaba con sus discípulos reflexionando sobre la vida. En griego peripatêín significa pasear o dar vueltas, por ello a los seguidores de Aristóteles también se los llamó peripatéticos.
Kant siguió la misma estela de esos grandes pensadores. El filósofo pasó toda su vida en los alrededores de Königsberg, paseando de manera bastante metódica: salía por las tardes, exactamente de cinco a seis, a caminar por los bosques. Siempre hacía el mismo recorrido en soledad. De vuelta a casa de encerraba en su despacho y se ponía a leer, pensar o escribir.
¿Qué es la Regla de las Dos Horas y cómo aplicarla?
Para seguir los pasos de estos grandes genios, podemos poner en práctica la Regla de las Dos Horas. Consiste simplemente en dedicar dos horas de la semana a estar a solas con nuestras ideas. Podemos usar ese tiempo para dar un paseo por la naturaleza o sencillamente para relajarnos en casa. La norma es no tener dispositivos y no mantener la mente ocupada en alguna actividad.
De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Texas descubrió que la presencia de los teléfonos limita nuestros recursos cognitivos, creando una especie de “fuga cerebral”. Por supuesto, apagar el teléfono no es garantía de que experimentaremos una epifanía o un momento Eureka, pero sin duda contribuirá a crear las condiciones adecuadas para que fluyan nuevas ideas.
Esas dos horas se dedican por completo al dolce fare niente. Al inicio, es probable que sientas que estás haciendo algo improductivo o que estás perdiendo el tiempo. Es comprensible ya que vivimos en una sociedad que prioriza la productividad y la acción, pero ese tiempo en el que te desconectas y dejas que la mente se relaje y vuele libre es esencial para que nazcan buenas ideas o perspectivas diferentes.
Durante esas horas puedes dejar simplemente que la mente divague o reflexionar sobre tu vida. Por ejemplo: ¿Lo que estoy haciendo me acerca o me aleja de mis metas? ¿Estoy dedicando tiempo a lo importante o solo a las cosas urgentes? ¿Qué grandes oportunidades estoy desperdiciando? ¿Hay algo que pueda hacer y suponga un cambio valioso para mi vida? ¿Cómo puedo mejorar el camino que he trazado desde donde estoy hasta el punto al que quiero llegar? ¿Qué caminos alternativos puedo tomar si las cosas salen mal?
No hay como dejar que la mente vague sin rumbo para abandonar los caminos trillados y realizar “conexiones no lineales” que conduzcan a nuevas soluciones. Las investigaciones neurocientíficas más recientes han demostrado que la creatividad se asocia con una mayor densidad de materia gris en las regiones de la red por defecto del cerebro, la cual se activa cuando la mente divaga.
Se ha comprobado que dejar que la mente vague libremente mejora la creatividad y desempeña un papel importante en la resolución de problemas. Soñar despiertos o evocar pensamientos que se relacionaban de alguna manera con los desafíos que debemos resolver, pero en contextos diferentes, como en el bosque, puede ser particularmente eficaz para encontrar soluciones originales.
En este sentido, un experimento realizado en la Universidad Bar Ilán constató que cuanto menos estresados estemos, más lejos puede llegar nuestra mente. Dicho estudio sugirió que, en ausencia de demandas cognitivas significativas, nuestra “configuración predeterminada” es “el pensamiento creativo”.
Cuando estos investigadores dieron a los participantes una tarea de asociación libre mientras les pedían que realizaran al mismo tiempo tareas cognitivas de diferentes niveles de dificultad, constataron una relación inversa entre la carga mental y la creatividad de sus respuestas. Por ejemplo, los que tuvieron que memorizar siete dígitos dieron respuestas más predecibles, mientras que los que tuvieron que memorizar solo dos dígitos respondieron de manera más creativa.
La divagación mental también tiene un efecto positivo en el estado de ánimo. Cuanto más creativos seamos, más alegría experimentaremos, y viceversa. La mente errante también abre nuevas oportunidades para la casualidad y el asombro. A fin de cuentas, el mundo que nos rodea está lleno de pistas, oportunidades y posibilidades, solo tenemos que estar atentos para aprovecharlas dejando de vivir en piloto automático.
Por supuesto, no existen soluciones universales para todos, pero esta sencilla Regla de las Dos Horas puede ser muy valiosa. En realidad, no importa cuán ocupados estemos, muchas veces desperdiciamos tiempo en tareas triviales que no aportan nada valioso a nuestras vidas. Por tanto, estar ocupados no es una justificación válida para no dedicar un poco de tiempo a una actividad que puede marcar la diferencia en nuestra vida.
De hecho, permitir que nuestra mente divague también puede brindarnos oportunidades para procesar emociones. Muchas veces nos mantenemos ocupados precisamente para evitar pensar en ciertos sentimientos y emociones. Sin embargo, cuando estos se acumulan pueden terminar bloqueándonos. Por esa razón, psicólogos de la Universidad Estatal de Pensilvania confirmaron que dejar volar la mente nos ayuda a lidiar con esas emociones desagradables y mitiga la ansiedad, la depresión y el estrés.
En resumen, la regla de las Dos Horas versa sobre estar más en el presente y explorar las vías alternativas sin presión. Es un espacio de planificación responsable, consciente y de calidad, pero también para dejar volar la imaginación y resetear nuestra mente, de manera que nos permita acercarnos al punto en el que nos gustaría estar y llevar la vida que realmente deseamos de una manera más original y auténtica.
Fuentes:
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