Creer en los beneficios de una píldora suele hacer milagros y… ¿creer en Dios? Algunas personas piensan que la fe en Dios es el mejor fármaco que pueda existir.
Una sencillísima forma de contrastar esta idea es evaluar la salud de los ancianos creyentes y no creyentes. A esta tarea se dedicó Hummer, un sociodemógrafo de la Universidad de Texas, que ha estado siguiendo a una muestra de ancianos desde el 1992. Los resultados fueron bastante evidentes: en comparación con los ancianos que asistían a las iglesias al menos una vez a la semana, las personas que nunca asistieron a los servicios religiosos presentaron el doble de riesgo de morir en los ocho años que fueron monitoreados. Aunque quizás el resultado más curioso recayó en las personas que asistían a las iglesias de forma muy irregular: estos ancianos no mostraban ningún patrón específico (algunos tenían un elevado riesgo mientras otros apenas presentaban factores de riesgo).
Resultados similares alcanzó Hall, cirujano de la Universidad del Centro Médico de Pittsburgh: las personas que asistían regularmente a la iglesia se adicionaban a su esperanza de vida aproximadamente dos o tres años más.
¿A qué se debe esta correlación? Los investigadores afirman que las explicaciones que descansan en la base de este fenómeno no se deben a la fe o a una religión específica sino a las redes de apoyo social que se construyen.
Todos sabemos que las iglesias reúnen una fuerte comunidad religiosa creando una red de apoyo muy sólida que le brinda a cada uno de sus miembros ayuda y sustento afectivo. Las investigaciones sobre la importancia de las redes de apoyo social para el equilibrio mental y la recuperación de las enfermedades es un hecho suficientemente reconocido en la Psicología de la Salud. Así, estos investigadores no achacan una mayor longevidad a la Fe sino al grupo de apoyo que se conforma alrededor de la misma. Pero… todo no es tan sencillo…
Neal Krause, sociólogo de la Universidad de Michigan, también realizó un estudio longitudinal que inició en el 1997 con 1 500 ancianos. Esta vez la investigación se centró en evaluar cómo las personas que asistían con regularidad a la iglesia enfrentaban los problemas económicos y el estrés cotidiano y cómo estos impactaban en su salud.
Los resultados concordaron plenamente con los estudios anteriores pero esta vez algunos datos diferentes emergieron: las personas que presentaban un mayor bienestar emocional eran aquellas que brindaban ayuda frecuentemente y no las que recibían el apoyo de los otros.
Además:
1. Las personas que tenían un sentido de la gratitud porque las cosas en sus vidas marchaban relativamente bien mostraban una tendencia mucho menor a la depresión, un indicador esencial para evaluar la esperanza de vida.
2. Aquellos que hallaban un sentido para su vida también solían vivir más y con una mejor calidad de vida. Basta recordar la idea de Victor Frankl sobre la importancia movilizativa y para la supervivencia que tiene el sentido de la vida.
Precisamente éste último es uno de los pilares esenciales en los cuales descansan las religiones: «escucha mi doctrina y hallarás un nuevo sentido para tu vida».
Curiosamente, en las iglesias afroamericanas la conexión entre la fe y la salud se maximizaba. ¿Por qué? Krause hipotetiza que probablemente esta relación proviene del hecho de que en la historia americana las personas de color de la piel negra en la única institución social en la cual se sentían verdaderamente libres y a gusto era en el seno de las iglesias. Así, las iglesias se convirtieron en un centro de comunidad espiritual y política, arraigándose esta idea a través del tiempo.
A la luz de estos nuevos resultados investigativos se debe revalorar la incidencia de la Fe y las iglesias en la salud de la persona. ¿Son las redes de apoyo social el único factor que incide en la esperanza de vida? No lo creo, la Fe también desempeña un papel preponderante pero… ¿fe en qué o quién? Considero que la Fe nos brinda un estado de tranquilidad emocional en tanto tenemos confianza en el futuro y eliminamos una buena parte de las incertidumbres que laceran la vida humana; una antigua frase que ha llegado hasta nuestros días lo confirma: «Tranquilo, Dios proveerá». Pero también creo que resultados muy similares podrían obtenerse a partir de reestructurar nuestro estilo de vida esforzándonos por eliminar el estrés innecesario, preocupándonos por crear una sólida red de amistades, aceptando los cambios vitales como parte de un proceso natural, aumentando la confianza en nuestras potencialidades y sobre todo, hallando un verdadero sentido para nuestras vidas.
Fuentes:
Hall, D. E. (2004) Can Physicians’ Care Be Neutral Regarding Religion? Academic Medicine; 79(7): 677-679.
Krause, N. et. Al. (2001) Church-Based Social Support and Religious Coping. Journal for the Scientific Study of Religion; 40(4): 637-656.
Hummer, R. A. et. Al. (1999) Religious Involvement and U.S. Adult Mortality. Demography; 36(2): 273-285.
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