Cuando bebemos demasiado alcohol, al día siguiente sufriremos una resaca monumental. Es de manual. Nos sentiremos mal, tendremos problemas para concentrarnos y un terrible dolor de cabeza.
Sin embargo, todo parece indicar que el alcohol no es el único que produce resacas. Neurocientíficos de la Universidad de Nueva York afirman que también existe una resaca emocional, la cual influye en la manera en que percibimos las experiencias y cómo reaccionamos ante ellas.
Las emociones duran en el cerebro mucho más de lo que se pensaba
Los investigadores reclutaron a un grupo de personas, la mitad de ellas se expusieron a una serie de imágenes con elevado contenido emocional y, de 10 a 30 minutos más tarde, vieron otras imágenes de contenido neutro. La otra mitad de los participantes hizo justo lo contrario: primero miraron las imágenes neutras y luego las que causaban un impacto emocional.
Seis horas más tarde, los investigadores les pidieron a todos los participantes que completaran una prueba de memoria sobre las imágenes que habían visto. Los resultados fueron sorprendentes puesto que el grupo que había visto primero las imágenes emocionales recordaba mejor las imágenes neutrales, en comparación con el grupo que las había visto en primer lugar.
Lo más interesante estaba aún por llegar pues los neurocientíficos comprobaron a través de imágenes de resonancia magnética funcional que las experiencias emocionales habían cambiado la manera en que las personas procesaban y memorizaban las imágenes neutrales. Y lo más curioso fue que los estados emocionales no eran tan breves como se pensaba, sino que podían dejar huellas en el cerebro que persistían durante largos períodos de tiempo.
Por eso estos investigadores hablan de una auténtica “resaca emocional”. Afirman que cuando las emociones son intensas, perduran y afectan nuestro pensamiento, atención y memoria mucho más de lo que estaríamos dispuestos a admitir.
¿Cómo te puede afectar una “resaca emocional” – y cómo minimizar su impacto?
Las experiencias emocionales pueden generar estados fisiológicos e incidir en el funcionamiento cerebral durante largos períodos de tiempo, aunque los eventos que hayan suscitado ese estado emocional ya hayan terminado. La “resaca emocional” que dejan tras de sí no solo influirá en la manera en que vivimos las nuevas experiencias sino incluso en el recuerdo de las mismas.
No podemos evitar esas “resacas emocionales” ya que existen situaciones que nos toman por sorpresa y pueden generar estados emocionales muy intensos, desde la ira hasta la tristeza, la alegría o la frustración. Sin embargo, podemos ser conscientes de esas resacas emocionales e intentar que interfieran lo menos posible en nuestras decisiones, sobre todo cuando se trata de decisiones importantes.
Recuerda que las situaciones no son simplemente lo que ocurre, sino cómo procesas lo que ocurre. Esto significa que todos los eventos que vives están influenciados por lo que sucede en tu interior. No vemos el mundo como es, vemos el mundo como somos y en dependencia de lo que sentimos. De hecho, un estudio muy interesante realizado en la Universidad de Friburgo reveló que, efectivamente, las personas deprimidas ven el mundo más gris. También se ha apreciado que la ansiedad reduce la empatía.
Eso significa que si unas horas antes te sentías triste o enfadado, esa tristeza o ira permeará tu percepción actual. Tus estados internos influencian tu percepción y determinan tus reacciones. Por eso es importante que no tomes decisiones importantes si horas antes has estado expuesto a emociones muy intensas ya que aunque te parezca que ya se han esfumado, es probable que continúen estando presentes e influyan en tu decisión.
Fuentes:
Tambini, A. et. Al. (2017) Emotional brain states carry over and enhance future memory formation. Nature Neuroscience; 20: 271–278.
Todd, A. R. et. Al. (2015) Anxious and egocentric: how specific emotions influence perspective taking. J Exp Psychol Gen; 144(2):374-391.
Tebartz van Elst, L. (2010) Seeing gray when feeling blue? Depression can be measured in the eye of the diseased. Biological Psychiatry; 68(2):205-208.
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