Los smartphones han llegado para quedarse. Tanto es así que en la actualidad la mayoría de las personas no concebirían su vida sin este artilugio. Sin embargo, el móvil no solo ha cambiado nuestra forma de comunicarnos sino que también ejerce una profunda influencia en como procesamos la información proveniente del medio e incluso puede afectar el funcionamiento de nuestro cerebro, aunque estos cambios se producen de manera tan gradual que casi nunca somos conscientes de ellos.
Obviamente, no se trata del móvil en sí sino del uso que hacemos de este, sobre todo cuando asumimos la costumbre de estar continuamente pendientes de los mensajes, correos y llamadas entrantes, interrumpiendo lo que estamos haciendo para responder a este flujo permanente de estímulos.
¿Cómo nos cambia estar continuamente pendientes del móvil?
1. Nuestro cerebro se vuelve adicto a la estimulación continua
El flujo constante de información que nos llega a través del móvil hace que nuestro cerebro se acostumbre a una estimulación continua. Por consiguiente, cuando estamos rodeados de paz y tranquilidad, sin el móvil al lado, comenzamos a experimentar una sensación parecida al síndrome de abstinencia. Nos sentimos nerviosos y porque nuestro cerebro echa en falta esos estímulos. Por eso, no es extraño que un estudio realizado en la Universidad de Isfahan haya encontrado que las personas que más usan el móvil también tienen una mayor tendencia a la adicción y al trastorno obsesivo-compulsivo.
2. Nos volvemos intolerantes a la soledad
El móvil nos permite estar conectados en cualquier momento y en cualquier lugar, por lo que al final la soledad se convierte en una rara compañera que deseamos evitar a toda costa. Estamos tan pendientes de las redes sociales, los mensajes y el correo que prácticamente no pasamos tiempo con nosotros mismos. Como resultado, nos volvemos intolerantes a la soledad. Sin embargo, la soledad no es sinónimo de vacío emocional y no siempre es negativa sino que es la base para promover la introspección y nos permite madurar como personas.
3. Nos convertimos en personas híper reactivas
Estar continuamente pendientes del móvil genera un estado permanente de alerta que termina causando irritabilidad. Si el cerebro se ve obligado a mantenerse siempre vigilante, redistribuirá sus recursos y comenzará a evaluar las situaciones a las que nos exponemos en términos simplistas, calificándolas simplemente como “peligrosas” o “seguras”. Como resultado, es normal que reaccionemos de manera exagerada ante ciertos estímulos, lo cual terminará provocando dificultades en nuestras relaciones interpersonales. De hecho, un estudio realizado en la Kent State University desveló que el uso frecuente del móvil está relacionado directamente con un aumento de la ansiedad y una menor satisfacción con la vida.
4. Dejamos de reflexionar
Si no nos quedamos a solas con nuestros pensamientos, no tenemos la oportunidad de reflexionar y valorar los pros y los contras de las decisiones. Como resultado, terminaremos actuando de manera irreflexiva y tomando decisiones de las cuales podríamos arrepentirnos. Obviamente, el hecho de tener siempre a mano una respuesta a través de Internet tampoco estimula la resolución de problemas. Hoy es más fácil buscar una respuesta online que intentar atar cabos sueltos, reflexionar y llegar a nuestras propias conclusiones. En práctica, desconectamos cada vez más la corteza prefrontal del cerebro, que es precisamente la encargada de ayudarnos a planificar, resolver problemas y tomar decisiones. Por tanto, cuando queramos ponerla a trabajar, quizá sea demasiado tarde.
5. Nos roba la energía que el cerebro necesita para recuperarse
Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Michigan analizó cómo las personas usan sus móviles después de la jornada laboral y encontró que la mayoría se mantenían atadas a este prácticamente hasta el momento de irse a la cama. Estos investigadores notaron que usar el móvil cuatro horas antes de dormir afecta considerablemente la calidad del sueño, dejándonos sin energía para el día siguiente. Esto se debe a que la luz azul que emiten estos dispositivos afecta nuestro ritmo circadiano, lo cual es especialmente peligroso si tenemos en cuenta que la falta de sueño afecta nuestro cerebro ya que durante ese momento se encarga de eliminar las sustancias de desecho de su metabolismo.
¿Cuál es la solución?
En realidad no se trata de renegar el uso del móvil sino de limitar el tiempo que pasamos delante de esta pantalla. Más allá de esas limitadas pulgadas hay una vida intensa e interesante esperándonos, no tiene sentido reducir nuestro mundo a ese universo virtual. Recuerda que la vida no se mide por las respiraciones, sino por las veces que nos quedamos sin aliento.
Fuentes:
Babadi, Z. et. Al. (2014) The Relationship between Mental Health and Addiction to Mobile Phones among University Students of Shahrekord, Iran. Addict Health; 6(3-4): 93–99.
Lepp, A. et. Al. (2014) The relationship between cell phone use, academic performance, anxiety, and Satisfaction with Life in college students. Computers in Human Behavior; 31: 343–350.
Johnson, R. et. Al. (2014) Beginning the workday yet already depleted? Consequences of late-night smartphone use and sleep. Organizational Behavior and Human Decision Processes; 124: 11-23.
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