Nada nos prepara para la muerte de una persona querida. Tampoco hay nada que nos prepare para lo que viene después. Cuando una persona muere, deja atrás una vida que debemos cerrar. Gestionar todos esos detalles puede ser francamente doloroso. Sin embargo, los rituales funerarios nos ayudan a expresar nuestros sentimientos más profundos junto a nuestros familiares y amigos.
Superar un duelo no es sencillo, pero los ritos fúnebres siempre han sido un medio público, tradicional y simbólico para expresar nuestras creencias, pensamientos y emociones sobre la muerte de un ser querido. Ricas en historia y cargadas de simbolismo, las ceremonias fúnebres tienen una gran misión: ayudarnos a reconocer la inexorable realidad de la muerte.
Cuando no tenemos la posibilidad de despedirnos físicamente de la persona querida, aumentan las probabilidades de desarrollar un duelo no elaborado o complicado. Investigadores de la Universidad de São Paulo lo comprobaron en medio de la pandemia. Concluyeron que “la supresión o abreviación de los rituales funerarios es una experiencia traumática porque los familiares se ven impedidos de cumplir con su último homenaje al ser querido que ha fallecido repentinamente, lo cual provoca sentimientos de incredulidad e indignación”.
Las funciones de los rituales funerarios
En Antígona, Sófocles contó como Creonte, el nuevo gobernante de Tebas, decidió castigar a Polinices por el acto de rebelión impidiendo que recibiera un funeral adecuado. Ordenó que permaneciera insepulto en el campo de batalla para que lo devoraran los animales.
Antígona, una de las hermanas de Polinices, desafió las órdenes de Creonte y haciéndole un ritual funerario a su hermano. Para Antígona, no realizar aquellos ritos funerarios era un acto altamente inmoral tan insoportable que no dudó de hacerlo, aunque se jugara la vida. La mayoría de nosotros compartimos el sentimiento de Antígona, sentimos la necesidad de realizar ese último acto de acompañamiento.
Y no se trata únicamente de un ritual para consolar el alma. Un estudio desarrollado en la Universidad de Cambridge reveló que los ritos fúnebres también involucran el cuerpo y nos ayudan a gestionar mejor el dolor y el sufrimiento a través de las expresiones físicas. Eso nos demuestra que el duelo hay que sentirlo en todos sus niveles, para no quedarnos estancados en esa etapa.
1. Reconocer la realidad e inevitabilidad de la muerte
Cuando perdemos a una persona querida, nuestra primera reacción suele ser la negación. Podemos entender racionalmente que esa persona ya no está, pero no lo aceptamos emocionalmente. Rechazamos esa realidad porque nos resulta demasiado dolorosa.
Los rituales funerarios son un punto de partida que nos ayuda a comprender y aceptar la muerte. Ponernos en contacto con los servicios fúnebres, fijar la hora, planificar la ceremonia, ver el cuerpo y, finalmente, tocar el ataúd nos enfrenta a la finalidad de la muerte. Es el primer paso para empezar a aceptar la realidad de la muerte en nuestro corazón.
2. Expresar el dolor y el sufrimiento por la pérdida
Cuando nos enfrentamos a un hecho particularmente doloroso, podemos poner en práctica mecanismos de defensa que terminen convirtiéndose en un obstáculo para procesar lo ocurrido. Escudarnos en el trabajo, por ejemplo, es una estrategia habitual para huir del dolor. Sin embargo, los rituales funerarios nos “obligan” a hacer un alto para concentrarnos en la muerte y nuestros sentimientos.
Como resultado, se convierten en facilitadores de las expresiones emocionales. Evitan que podamos intelectualizar o distanciarnos del dolor que provoca la pérdida. De hecho, también se constituyen como un espacio seguro donde expresar nuestro sufrimiento, quizá el único momento y lugar durante el cual la sociedad aprueba y comparte una expresión tan abierta de la tristeza y el sufrimiento, sentimientos que normalmente se intentan esconder o ignorar.
3. Recordar a la persona que murió
Otra función de los ritos funerarios es ayudarnos a cambiar nuestra relación con la persona que murió. Nos proporcionan un momento y un lugar para detenernos a pensar en los momentos que compartimos con esa persona, de manera que podamos empezar a transformar su presencia física en un recuerdo.
El funeral nos invita a centrarnos en la relación que teníamos con esa persona y compartir esos recuerdos con los demás. A menudo, eso nos ayuda a ver a esa persona desde una perspectiva diferente y, de cierta forma, cerrar su imagen para colocarla en un lugar más íntimo en nuestros recuerdos. De hecho, cuanto más podamos “contar la historia”, más fácil nos resultará reconciliarnos con nuestro dolor.
4. Recibir apoyo de los demás
Los rituales funerarios son un medio para expresar nuestros sentimientos sobre la muerte de un ser querido. También ofrecen un lugar público donde ofrecer apoyo a los demás y recibir apoyo en pleno duelo. En ese lugar se reconstruye nuestra red de apoyo y nos damos cuenta de que no estamos completamente solos con nuestro dolor.
De hecho, en los funerales nos está “permitido” abrazar, tocar y consolar al otro. Retomamos las muestras más básicas de afecto cuando las palabras son inadecuadas o no bastan para expresar lo que sentimos. Esas muestras físicas de apoyo nos reconfortan y pueden llegar a tener un enorme poder curativo.
5. Desarrollar una nueva identidad propia
Todos somos seres sociales, nuestras vidas cobran sentido en relación con las vidas de quienes nos rodean. Somos hijos, padres, esposos, amigos, hermanos… Cuando alguien cercano a nosotros muere, nos vemos obligados a redefinir nuestra identidad. Ese proceso también puede ser doloroso. No solo atravesamos el duelo por la persona que nos ha abandonado sino por esa parte de nosotros que perdemos.
Una vez más, los rituales funerarios son una ayuda para comenzar a reconstruir nuestra nueva identidad. De hecho, suelen marcar el comienzo de una nueva vida social sin esa persona. Nos permiten, por tanto, dar el primer paso para reencontrar un nuevo lugar en esas relaciones sociales y hallar un nuevo sentido a nuestra vida.
En resumen, los rituales funerarios marcan una transición en la que se enfatiza la irreversibilidad de la muerte y, al mismo tiempo, proporcionan un punto de partida para la recuperación. Rendir el último homenaje a un ser querido puede ayudarnos a hacer las paces y reconciliarnos con la vida. Comenzamos a abrazar el dolor por la pérdida para empezar a sanar.
Fuentes:
Arantes, E. et. Al. (2020) The effect of suppressing funeral rituals during the COVID-19 pandemic on bereaved families.Rev La t Am Enfermagem; 28: e3361.
Pearce, C. & Komaromy, C. (2020) Recovering the body in grief: Physical absence and embodied presence. Health (London); 1363459320931914.
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