
En los últimos tiempos se ha extendido la tendencia a presentar las rutinas de autocuidado como algo súper emocionante. Ya sea probar una nueva clase, apuntarse al último curso de Crecimiento Personal, comprar el producto más reciente o seguir una nueva tendencia, se presta una atención desmesurada a lo novedoso y diferente.
Las redes están repletas de vídeos efervescentes que animan a seguir las últimas tendencias, presentándolas como el elixir de la vida eterna o el camino definitivo para alcanzar el nirvana. Nos dicen que cuidarnos no tiene que ser aburrido y dan mil ideas para cambiar cada día.
Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de los hábitos que realmente contribuyen a nuestro bienestar diario no son tan emocionantes. Suelen ser repetitivos. No reciben tanta atención. Y a veces, incluso resultan un poco aburridos.
Pero eso no es malo.
De hecho, las rutinas de autocuidado que parecen sencillas o predecibles suelen ser las que más perduran. En muchas ocasiones, las partes más “aburridas” del autocuidado podrían ser, en realidad, las más beneficiosas. Aceptar esa realidad te ayudará a cambiar el chip y mejorar cada día (sin tanta fanfarria).
La constancia te lleva más lejos que la emoción
A veces, caemos en la falacia de pensar que solo las cosas novedosas o interesantes pueden aportar algo valioso al cuidado personal. Sin embargo, lo cierto es que muchas de las rutinas de autocuidado más saludables y positivas existen desde hace miles de años. Y la mayoría de las personas que las siguen no hacen nada sobrehumano o excitante, simplemente son constantes.
Eso podría traducirse en hábitos tan simples como mantenerse hidratados a lo largo del día, seguir una dieta equilibrada, hacer actividad física con regularidad, descansar lo suficiente y practicar ejercicios de respiración o mindfulness. Esos hábitos no parecen muy especiales, pero pueden ayudarte a mantener una rutina que te haga sentir bien, tanto a nivel físico como emocional.
Algunas personas también recurren a trucos psicológicos sencillos que las ayudan a seguir esas rutinas saludables, como establecer recordatorios para ir al gimnasio, preparar el menú semanal con antelación para no ceder a la tentación, limitar el uso de redes sociales, agendar pausas breves para desconectar del trabajo o incluso dejar frases motivacionales visibles en casa para reforzar los hábitos positivos.
La clave no está en hacer más, sino en encontrar esas cosas que te ayudan a ser constante. Cuando una rutina es fácil de seguir, es más probable que la mantengas a lo largo del tiempo. No tienes que buscar constantemente nuevas ideas si ya tienes hábitos eficaces que te funcionan.
No necesitas actualizar tu rutina de bienestar constantemente
Existe cierta presión social por cambiar o mejorar nuestros hábitos de bienestar, como si fuésemos un software que necesita actualización constante. Nuevos entrenamientos, nuevos ingredientes, nuevos dispositivos, nuevas técnicas psicológicas… Siempre hay diferente que probar. Y aunque experimentar puede ser divertido, no siempre es necesario. Si algo funciona, no hay necesidad de reemplazarlo.
Una rutina de autocuidado que disfrutes, una dieta fácil de seguir, ese paseo que das cada tarde o la sesión de yoga por las mañanas podrían ser hábitos que no necesitas cambiar, a menos que realmente lo desees y que lo que vas a incorporar te ayude a mejorar.
Apegarte a lo que funciona fomenta la constancia. No tendrás que perder tiempo decidiendo qué hacer a continuación, simplemente haces lo que ya sabes que encaja en tu estilo de vida. Ese tipo de estabilidad puede ser más útil que empezar algo nuevo constantemente, algo que requerirá más fuerza de voluntad. De hecho, estudios de neuroimagen han revelado que a medida que repetimos una acción, nuestro cerebro la transfiere a zonas más automáticas, lo que nos permite repetirla sin pensar demasiado. Y eso se traduce en menos esfuerzo y más constancia.
Además, cuando permites que los hábitos se asienten, también podrás darte cuenta de lo que realmente te beneficia. Si siempre estás saltando de una idea a otra, es más difícil detectar la rutina de autocuidado que realmente marca la diferencia y lo que solo añade ruido de fondo.
Spoiler: en la mayoría de los casos, las rutinas de autocuidado básicas son más que suficientes. Para cuidarte, no necesitas renovar por completo tu rutina. Si comes de manera saludable, te mantienes en movimiento y aprendes a gestionar el estrés, ya estás haciendo mucho.
La vida real no siempre es ideal para Instagram
En Internet, las rutinas de bienestar parecen perfectas. Ensaladas apetitosas, ejercicios sorprendentes, fotos de un retiro de yoga con vistas al mar… Todo eso es tan habitual en las redes, que nos lleva a pensar que es a lo que debemos aspirar. Pero la mayoría no vivimos esa versión idílica del cuidado personal.
Las rutinas de autocuidado en la vida real son menos fotogénicas. Quizás tu ensalada no sea tan instagrameable y practiques yoga en el salón de casa estirándote a duras penas entre el sofá y la maceta. Sin embargo, eso no resta valor y eficacia a tus hábitos.
Cuando dejamos de esforzarnos porque nuestras rutinas de autocuidado parezcan perfectas, nos resulta más fácil disfrutarlas. El objetivo de esos hábitos no es que luzcan impresionantes, los estás eligiendo porque te ayudan a sentirte bien en tu día a día.
Lo cierto es que las rutinas de bienestar más eficaces son más bien hábitos comunes y poco glamurosos. Son esas cosas que nadie suele compartir en las redes sociales, como acostarse siempre a la misma hora, cocinar en vez de pedir comida a domicilio, darte una ducha relajante, practicar 10 minutos de meditación diaria, dedicar tiempo de calidad a quienes quieres…
Quizá ese tipo de cosas no sean tan emocionantes o impactantes, pero suelen ser las más efectivas para cuidar tu salud física y mantener el equilibrio mental.
Aburrido no significa ineficaz
Hay una gran diferencia entre emocionante y útil. Que una rutina parezca sencilla o hasta banal no significa que sea ineficaz. De hecho, cuando repites ciertos comportamientos, es más probable que los mantengas y se conviertan en hábitos.
Hacer lo mismo todos los días quizá no parezca tan especial, pero genera cierto “ritmo” en tu vida. Y ese ritmo te ayudará a reducir la presión de decidir constantemente. Cuando disminuyes la cantidad de decisiones que debes tomar a diario – desde qué comer hasta cuándo hacer ejercicio o en qué momento desconectar – liberas energía mental para lo que realmente importa.
Ese “piloto automático saludable” te resultará especialmente valioso en momentos de fatiga o estrés, cuando el autocontrol se debilita y resulta más fácil abandonar lo que nos beneficia. De hecho, los estudios han demostrado que las rutinas consolidadas se mantienen incluso cuando estamos agotados, porque ya no dependen tanto de la fuerza de voluntad, sino del hábito incorporado.
Por otra parte, cuando sabes qué viene después, te sientes más seguro y puedes gestionar mejor los imprevistos. Tener un orden básico, aunque flexible, te proporciona un marco de referencia que amortigua la incertidumbre. Así, si surge algo inesperado, no se desmoronará todo porque tu día tendrá suficientes puntos de anclaje para recuperar el equilibrio.
Esta sensación de previsibilidad no tiene nada de reprochable. Al contrario, es lo que te permite adaptarte sin perderte en el caos. Es el tipo de estabilidad silenciosa que apuntala el bienestar a largo plazo. Cuando la vida parece impredecible, los hábitos diarios pueden brindarte un punto de apoyo al cual asirte.
El bienestar no siempre tiene que ser excitante, novedoso o espectacular. De hecho, cuando las rutinas parecen más predecibles y sencillas, puede ser señal de que están funcionando. La idea de que todo debe cambiar o mejorar constantemente puede generar presión para hacer más de lo necesario.
Si ya tienes hábitos que te hacen sentir bien, que se adaptan a tu ritmo diario y que encajan en tu estilo de vida y gustos, ¿por qué cambiarlos para seguir la moda de turno? Los hábitos simples y constantes suelen pasar desapercibidos, pero son los que perduran y marcan la diferencia. Así que, si tu rutina de bienestar te resulta “aburrida”, quizá signifique que has encontrado algo que funciona.
Referencias Bibliográficas:
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Duhigg, C. (2012) The power of habit: Why we do what we do in life and business. New York: Random House.
Ashby, F. G. et. Al. (2010) Cortical and basal ganglia contributions to habit learning and automaticity. Trends Cogn Sci.; 14(5): 208-215.
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