A veces nos convertimos en nuestro peor enemigo. A veces, somos nuestros críticos más acérrimos e incluso nuestros explotadores más despiadados. A veces nos sobrecargamos con demasiadas obligaciones. Nos exigimos demasiado. Somos demasiado duros con nosotros mismos. Y eso, simplemente no ayuda.
La autoexplotación que conduce al agotamiento
Hemos crecido en una sociedad que nos empuja a la competición y nos tatúa la idea del éxito. Como resultado, no es extraño que nos exijamos cada vez más. Que nos empujemos hasta el borde de nuestras fuerzas, a menudo físicas y mentales. Sin embargo, como advierte el filósofo Byung-Chul Han: cuando “el exceso de trabajo y rendimiento se agudizan, se convierten en autoexplotación”.
Y no podemos ser felices, sentirnos realizados ni experimentar el bienestar que nos merecemos si nos autoexplotamos constantemente. Si nos recriminamos y tratamos mal. Si nos castigamos continuamente por no haber sido lo suficientemente fuertes o por no haber llegado lo suficientemente lejos.
De hecho, Byung-Chul Han piensa que lo que nos enferma no es el exceso de responsabilidad y ni siquiera de iniciativa, sino más bien el imperativo del rendimiento que nos autoimponemos. Cuando nos obligamos a rendir a como dé lugar, comenzamos a competir con nosotros mismos. En ese punto, “la coerción externa es reemplazada por una autocoerción que se hace pasar por libertad”.
Cuando internalizamos expectativas sociales irracionales, como el imperativo de poder con todo, nos hacemos daño. A la larga, es imposible aguantar esa presión psicológica durante mucho tiempo. Podemos sentir que el mundo nos empuja en mil direcciones diferentes, por lo que no es extraño que terminemos frustrados.
Entonces nos volvemos demasiado duros con nosotros mismos. Nos castigamos por no usar nuestro tiempo de manera eficiente. Nos reprendemos por no estar donde deberíamos estar. Nos recriminamos por lo que no hemos conseguido en vez de recompensarnos por lo que hemos hecho bien. Eso debería cambiar.
La clave está en la autocompasión, no en la autoestima
En 2016, dos psicólogos de la Universidad de California realizaron un experimento muy interesante sobre los beneficios de tratarse de manera compasiva y amable. Pidieron a un grupo de personas que recordaran un momento en el que hicieron algo que consideraban incorrecto y, como resultado, sintieron culpa, remordimiento y arrepentimiento.
La mayoría recordó una infidelidad de pareja, un comportamiento inadecuado cuando eran estudiantes, un acto de deshonestidad, haber traicionado la confianza de alguien o herido los sentimientos de una persona significativa.
A un grupo les pidieron que escribieran un párrafo para sí mismos expresando bondad y comprensión con respecto a la transgresión. A otras personas les indicaron que escribieran sobre sus cualidades positivas para aumentar su autoestima. Luego, los psicólogos evaluaron su motivación por cambiar, su deseo de enmendar la situación y su compromiso de no repetir la transgresión en el futuro.
Descubrieron que quienes habían experimentado compasión y se habían tratado de manera más amable estaban más motivados por subsanar su error y comprometidos con no volver a cometerlo que aquellos que simplemente recordaron sus cualidades positivas.
Eso significa que tratarnos de manera amable y compasiva nos ayuda a superar los fracasos y reveses, pero no nos sume en la autoindulgencia ni nos vuelve mediocres. Al contrario, estimula una mentalidad de crecimiento ya que nos anima a esforzarnos más en el futuro manteniéndonos optimistas y confiados.
¿Cómo podemos tratarnos de manera más amable?
Básicamente, cada vez que nos exigimos más y luego nos recriminamos y culpamos, es como si corriéramos un maratón sin descanso y, en vez de darnos ánimos para seguir corriendo, nos decimos continuamente que no somos lo suficientemente rápidos, fuertes o resistentes. De esa forma, no es extraño que al cansancio físico se sume el agotamiento psicológico.
Por tanto, en vez de esperar la validación de los demás y buscar las palmaditas en la espalda de quienes nos rodean, debemos aprender a ser amables con nosotros mismos. Simplemente porque estamos haciendo lo mejor que podemos con las herramientas que tenemos a nuestro alcance.
En vez de intentar impresionar a los demás – cueste lo que cueste – debemos prestar más atención a nuestras necesidades. Quizá necesitemos descansar más. Dormir más. Desconectar más. Disfrutar más. Conocernos más…
En vez de convertirnos en nuestro crítico más feroz, debemos practicar más la autocompasión, que no se trata de volvernos excesivamente autoindulgentes, sino de darnos esa dosis de amor, apoyo y comprensión que todos necesitamos para seguir adelante y que a veces buscamos fuera de nosotros.
Por tanto, espero que logres ser amable contigo mismo, especialmente en los días más duros. Espero que persigas tus sueños, pero también que tomes un respiro. Espero que te trates con compasión cuando te equivocas y te des ánimos cuando caes. Espero que prestes atención a lo que tu cuerpo y mente necesitan para que puedas satisfacerlos.
Espero que veas que eres capaz de hacer mucho más de lo que crees, pero también que comprendas que el hecho de que puedas correr maratones – literales o metafóricos – no significa que no necesites cuidarte y mimarte. Préstate más atención. Cuídate. Trátate mejor. Sé amable contigo mismo porque lo estás haciendo lo mejor que puedes. Y eso es más que suficiente.
Referencias Bibliográficas:
Minutillo, M. (2021) Be Gentle With Yourself—You’re Doing The Best That You Can. En: Thought Catalog.
Wei, J. & Chen, S. (2016) Self-Compassion Promotes Personal Improvement From Regret Experiences via Acceptance. Personality and Social Psychology Bulletin; 42(2): 10.1177.
Han, B (2012) La sociedad del cansancio. Herder: Argentina.
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