Todos necesitamos cierta dosis de certeza y seguridad en la vida. La seguridad psicológica, en especial, es el pilar sobre el que descansa nuestro bienestar emocional y uno de los ejes alrededor del cual gira nuestra salud mental. En la tercera edad, una etapa que a menudo está matizada por las pérdidas, la seguridad se reviste de una relevancia especial para preservar la calidad de vida y sentirse mejor con uno mismo.
El escudo dorado que proporciona la seguridad psicológica
Con una esperanza de vida cada vez más larga, la población mayor de 65 años está creciendo a un ritmo más rápido que el resto de los segmentos poblacionales. De hecho, las Naciones Unidas estiman que en 2050 una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años. Eso significa que, a nivel social y familiar, debemos preocuparnos por su bienestar, facilitando las condiciones necesarias para que puedan tener una mejor calidad de vida.
Con la vista puesta en ese objetivo, la seguridad psicológica es un factor clave, aunque a menudo soslayado, en la tercera edad. Se refiere a esa sensación de tranquilidad y confianza que aleja la percepción de vulnerabilidad e incertidumbre extremas. De hecho, sentirnos seguros psicológicamente no implica la ausencia de riesgos, sino la confianza en que podremos afrontar esos problemas.
En este sentido, psicólogos de la Universidad de Jönköping analizaron a casi 500 personas de la tercera edad y concluyeron que “las relaciones seguras, la sensación de control y la salud percibida guardan una relación significativa con la sensación de seguridad”.
Otro estudio de mayor alcance realizado en el Buskerud University College con más de 3.000 personas mayores confirmó esos resultados. Estos investigadores observaron que “las personas mayores que indican que se sienten ‘muy seguras’ tienen más probabilidades de considerar que la vida tiene sentido y son capaces de afrontar mejor varias crisis vitales”.
En cambio, “la poca confianza en la familia, los amigos o los vecinos y la disminución de la capacidad funcional generan un sentimiento subjetivo de ‘inseguridad’” que termina pasándoles factura. Eso significa que la seguridad y la tranquilidad se convierten en una especie de escudo protector durante el proceso de envejecimiento.
¿Cómo promover la seguridad de las personas mayores?
El hogar como ancla de seguridad
La seguridad psicológica debe comenzar por la seguridad física. Es difícil que una persona mayor se encuentre tranquila en un ambiente donde se siente vulnerable. Para garantizar la seguridad física de los adultos mayores existen opciones como contratar la teleasistencia, un servicio de atención integral que les proporciona apoyo en su día a día para intervenir ante cualquier necesidad o emergencia.
De esta forma no solo reciben una ayuda inmediata, sino que también se “mejora su calidad de vida y se promueve la autonomía. Además, al fomentar la permanencia en el hogar, también aporta tranquilidad, lo cual termina teniendo un impacto positivo en la salud y el bienestar de la persona mayor”, como explican desde Atenzia, especialistas en brindar servicios de atención sociosanitaria adaptados a cada necesidad.
De hecho, percibimos el hogar como un reflejo de nuestra identidad, por lo que no es extraño que otra investigación desarrollada en la Universidad de Örebro descubriera que quedarse viviendo en su propia casa ayuda a las personas mayores a mantener sus hábitos y rutinas, lo cual confirmaba su autoimagen y autodeterminación, creando las condiciones para que se sienta más segura y tranquila.
Investigadores de la Universidad de Ciencias Aplicadas de La Haya también comprobaron que las personas mayores se “sentían menos inseguras en su propio barrio que el ciudadano medio”. La cohesión social, conocer a muchos de los vecinos y las relaciones que se han establecido a lo largo de los años pueden marcar la diferencia en el proceso de envejecimiento, contribuyendo a que esas personas tengan una mayor percepción de control sobre su entorno, lo cual hará que se sientan más protegidas y serenas.
Cabe aclarar que a muchos adultos mayores les cuesta mantener una vida social activa, en especial con otras personas significativas debido a la pérdida de amigos o la propia pareja, por lo que mantener los lazos sociales que han establecido en su comunidad es muy importante para preservar una actitud positiva que los anime a mantenerse activos.
Decidir y anticiparse, capacidades esenciales para preservar el control
No podemos sentirnos seguros si no podemos tomar nuestras propias decisiones. La seguridad va de la mano del poder decisional. Por esa razón, la posibilidad de mantener la autodeterminación es fundamental para que los adultos mayores se sientan tranquilos y confiados.
Por desgracia, debido al edadismo que impera en la sociedad, muchas personas mayores comienzan a notar que los demás, incluidos sus propios hijos, los tratan como si fueran niños pequeños y los excluyen de la toma de decisiones, lo cual puede hacer que se sientan profundamente inseguros.
No obstante, las personas mayores han acumulado mucha experiencia y sabiduría vital, por lo que aunque quizá hayan perdido algunas capacidades o no estén al tanto de las novedades tecnológicas, merecen ser tratadas con respeto. Eso implica respetar su capacidad de elección, sobre todo cuando las decisiones les afectan directamente.
Los adultos mayores tienen derecho a recibir información sobre su estado de salud y participar en la toma de decisiones sobre los cambios que puedan afectar su día a día. De esta forma también podrán seguir confiando en sí mismos y sabrán que tienen las riendas de su vida.
Obviamente, las personas mayores también necesitan tener a alguien en quien confiar. Sin embargo, esa red de apoyo debe ser más bien un acompañamiento discreto y paciente. La mayoría de las personas de la tercera edad prefieren pedir lo que necesitan cuando lo necesitan para preservar su autodeterminación y autonomía en la medida de lo posible. Ayudarlas a veces puede implicar convertirse en sus manos y pies o en el contacto con el mundo exterior, pero sin llegar a suplantarlas.
De hecho, quienes ayudan a las personas mayores también deben comprender que necesitan estar un paso adelante. Los adultos mayores son conscientes de que necesitan más tiempo para abordar los desafíos del día a día y de que a veces las pequeñas tareas se vuelven cuesta arriba, por lo que intentan anticiparse a los imprevistos.
Muchos prefieren hacer planes y seguir horarios estrictos que otorguen cierto orden a su vida y entorno. También reconocen que los imprevistos alteran el ritmo de sus hábitos y rutinas, por lo que terminan generando ansiedad, miedo e inseguridad. Respetar ese deseo de estructura, en vez de ignorarlo o minimizar su importancia, les transmitirá seguridad y hará que se sientan comprendidos.
Por último, es importante comprender que una persona que no se siente segura puede descuidar su salud porque piensa que ya nada depende de sí o que ha perdido el control sobre su vida. La seguridad psicológica es esencial para conservar la sensación de control sobre el entorno, lo cual terminará reflejándose de manera positiva en su bienestar emocional y salud. Debemos recordar que cuidar a nuestros ancianos como se merecen – desde el cariño, la comprensión, el respeto y la paciencia – es nuestra responsabilidad.
Referencias Bibliográficas:
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