Desde pequeños nos han enseñado a evitar las situaciones que generan incomodidad. Huimos de ellas como de la peste. Como resultado, se instaura una evitación experiencial. Nos volvemos alérgicos a todas aquellas situaciones que generen sensaciones desagradables. Sin embargo, ese “hedonismo situacional” tiene un efecto adverso: evitar las experiencias que nos resultan desagradables o nos generan un sentimiento de incomodidad puede crear barreras para nuestro crecimiento personal.
La incomodidad como motor impulsor del crecimiento
Un nuevo estudio realizado por psicólogos de las universidades de Cornell y Chicago reveló que pensar en la incomodidad como una condición ligada al crecimiento o el aprendizaje realmente puede motivarnos a esforzarnos más para lograr nuestros objetivos.
Estos investigadores reclutaron a más de 2.100 adultos inscritos en talleres de improvisación de nivel principiante y diseñaron diferentes experimentos. En uno de ellos, los participantes realizaron un ejercicio de improvisación llamado “Give Focus” en el que un miembro del grupo se movía por la habitación mientras los demás se mantenían “congelados”, hasta que este decidiera traspasar su papel a otra persona.
Antes de iniciar el ejercicio, a la mitad de los participantes les dijeron que el objetivo era “sentirse incómodos” y que ese sentimiento era una señal de que el ejercicio estaba funcionando. A los participantes del grupo de control simplemente les dieron las instrucciones normales para realizar el ejercicio, sin mencionar la incomodidad.
Los investigadores grabaron el ejercicio para analizar cuánto tiempo se involucraban las personas en la tarea y el nivel de riesgo que asumían. Descubrieron que los participantes a los que se les había dicho que buscaran los sentimientos de incomodidad pasaban más tiempo improvisando y asumían más riesgos, lo cual deja entrever que estaban más motivados. Esas personas también eran más propensas a creer que habían logrado sus objetivos personales durante el ejercicio.
En otro experimento, las personas debían realizar un ejercicio de escritura que podría ayudarlas a resolver un problema emocional importante. Los psicólogos dijeron a algunos participantes que el objetivo de dicha tarea era precisamente sentirse raros e incómodos y que esos sentimientos eran una señal de que la tarea estaba funcionando.
Tras terminar la tarea, esos participantes tenían más probabilidades de creer que el ejercicio los había ayudado a crecer emocionalmente y desarrollar sus habilidades de afrontamiento, y estaban más motivados a repetirlo en el futuro, en comparación con un grupo de control.
Por último, estos investigadores también animaron a las personas a sentirse incómodas mientras leían información sobre la covid-19, la violencia armada u opiniones de un partido político contrario. Curiosamente, esos participantes se mostraron más interesados en aprender más sobre esos temas, en comparación con quienes evitaron la incomodidad.
Reinterpretar el sentimiento de incomodidad
En general, los resultados de las investigaciones psicológicas sugieren que también buscar los sentimientos de incomodidad puede motivarnos en una gran variedad de situaciones. Por tanto, no debemos rehuir aquellas situaciones que generen sentimientos de incomodidad, sobre todo cuando estos nos pueden ayudar a crecer o resolver algún problema.
Como norma, gran parte del crecimiento se produce cuando salimos de nuestra zona de confort emocional. Fuera de ese espacio a menudo tenemos que lidiar con sensaciones que normalmente catalogamos como “desagradables” provocadas por la incertidumbre, el miedo o el eustrés.
Si queremos convertirnos en un buen orador, por ejemplo, tenemos que practicar y hablar frente a otros, algo que probablemente nos hará sentir incómodos al principio. Si queremos aprender a surfear, primero tendremos que vencer la inseguridad y la incomodidad iniciales. Sin embargo, si tiramos la toalla demasiado pronto, es probable que también estemos renunciando al crecimiento y el aprendizaje. Rechazar la experiencia emocional negativa muchas veces nos conduce a renunciar a nuestro objetivo.
Sin embargo, todo cambia cuando nos replanteamos nuestra actitud hacia esa incomodidad y comenzamos a verla como un signo de progreso. La incomodidad puede estar asociada con el desarrollo, por lo que en vez de huir de ella podemos reinterpretarla como una señal de que nos estamos acercando a nuestras metas.
Esa nueva perspectiva puede ser suficiente para ayudarnos a afrontar esos sentimientos que normalmente intentamos evitar y mantenernos enfocados en nuestro objetivo, en vez de verlos únicamente como experiencias emocionales negativas.
Fuente:
Woolley, K. et. Al. (2022) Motivating Personal Growth by Seeking Discomfort. Psychological Science; 33(4): 10.1177.
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