
Los silencios incómodos son esos momentos en los que las palabras parecen evaporarse, dejando un vacío que, paradójicamente, se siente demasiado lleno. Ya sea en una cita, en una reunión de trabajo o en una conversación con amigos, ese instante de quietud puede despertar ansiedad, inseguridad e incomodidad. Pero, ¿por qué nos molestan tanto algunos silencios? ¿Qué revelan sobre nosotros y nuestras relaciones?
¿Por qué nos incomodan algunos silencios?
Hay muchos tipos de silencio. Hay silencios que son pausas reflexivas y aportan profundidad a la conversación. Otros silencios se revisten de una pátina de complicidad para facilitar una conexión más íntima. A fin de cuentas, no debemos olvidar que las palabras constituyen tan solo una parte de lo que comunicamos.
Sin embargo, también hay silencios incómodos que enrarecen el ambiente. Esos silencios pueden aparecer en conversaciones con personas que apenas conocemos, pero también con personas cercanas. Y, a diferencia de otros silencios, generan una profunda sensación de desconexión, como si de repente se abriera un precipicio entre ambos.
Desde una perspectiva evolutiva, somos seres sociales. Nuestra supervivencia ha dependido en gran medida de nuestra capacidad para comunicarnos y conectar con otros. Por eso, cuando el flujo de la conversación se detiene, nuestro cerebro puede interpretarlo como una señal de peligro o rechazo.
En ese sentido, un estudio realizado en Universidad de Groninga comprobó que incluso los silencios breves en una conversación pueden activar respuestas de estrés, aumentando los niveles de cortisol, la hormona asociada con la ansiedad.
Estos investigadores constataron que asociamos las conversaciones fluidas con sentimientos de pertenencia, conexión, validación social y autoestima. Sin embargo, cuando un breve silencio interrumpe esta fluidez, surgen emociones negativas y una sensación de rechazo. En otras palabras, percibimos esos silencios incómodos como amenazantes.
¿Cómo se produce el silencio incómodo?
Hablar nos permite construir puentes entre realidades individuales que de otro modo serían bastante impermeables. Así podemos compartir nuestras necesidades con quienes nos rodean y entender mejor las de los demás. La comunicación nos permite encontrarnos en el vasto océano de las relaciones sociales.
Sin embargo, como es un intercambio, también está llena de lapsus en forma de silencios para ceder la palabra al otro. Las investigaciones han descubierto que los silencios incómodos suelen producirse cuando una de las personas no aprovecha su turno para hacer avanzar la comunicación.
Esos silencios aparecen cuando no se introduce material nuevo que siga alimentando el intercambio. Las respuestas mínimas de una de las partes suelen conducir la conversación a un punto muerto. Esas respuestas mínimas pueden deberse a que la persona no tiene suficientes conocimientos para aportar más información.
No obstante, un tema también puede encallar por la falta de implicación. Toda conversación es un intercambio en la que los interlocutores tienen la “obligación” de tomar el turno. Durante su turno, no solo responde, sino que también debe aportar información para un nuevo tema potencial. Si una de las personas no está suficientemente implicada, sus respuestas serán mínimas, dejando que todo el peso de la conversación recaiga en el otro. Cuando el otro se cansa, la conversación se suspende abruptamente creando ese silencio incómodo.
En contextos profesionales o sociales, los silencios incómodos también pueden estar relacionados con la presión por “decir algo interesante” o el miedo al juicio de los demás, por lo que son un reflejo de nuestra necesidad de aprobación y aceptación social. El problema es que cuanta más presión sintamos, más nos bloquearemos, aumentando las probabilidades de que aparezcan esos temidos puntos muertos en la conversación.
¿Cuánto debe durar un silencio para que nos incomode?
Cada cultura es diferente. Algunas, por ejemplo, valoran más el silencio que otras. Las investigaciones han revelado que en Japón, las personas se sienten cómodas con silencios de hasta 8,2 segundos. En la sociedad occidental solo soportamos 4 segundos sin hablar. Pasado ese tiempo, el silencio se torna incómodo.
Por supuesto, 4 segundos no es mucho tiempo, pero puede ser percibido como una eternidad cuando nos sentimos incómodos o presionados. Además, la era digital ha magnificado la incomodidad de los silencios.
Cuando la comunicación instantánea es la norma, no estamos acostumbrados a los momentos de quietud. Eso hace que los silencios se perciban como eventos aún más extraños y fuera de lugar que hay que evitar a toda costa. Como no sabemos estar en silencio con nosotros mismos, ya que nos atiborramos constantemente de estímulos, tampoco sabemos estar en silencio con los demás.
¿Cómo evitar los silencios incómodos? El arte de gestionar las pausas largas
- Acepta el silencio. Los silencios se vuelven incómodos porque los vemos como algo negativo que debemos evitar a toda costa. En su lugar, intenta verlo como una oportunidad para respirar y reflexionar. A veces, no es necesario llenar cada momento con palabras, sobre todo si esas palabras no van a aportar nada nuevo o relevante a la conversación.
- Reduce la presión. Recuerda que no tienes que hablar todo el tiempo. Y, sobre todo, recuerda que no tienes que impresionar a nadie. Permitir que surjan silencios naturales hará que la conversación fluya de manera más auténtica. Si ninguno de los dos os sentís presionados, muy pronto saldrá otro tema de conversación.
- Practica la escucha activa. A veces, el silencio es una invitación a escuchar más atentamente lo que la otra persona está intentando comunicar, no solo con palabras. Por tanto, no te apresures a romperlo, simplemente presta más atención.
- Haz preguntas abiertas. Si te sientes incómodo con el silencio, evita las preguntas cerradas que se puedan responder con un simple “sí” o “no”. En su lugar, realizar preguntas abiertas, como “¿Qué opinas de…?” puede reactivar la conversación.
- Usa el silencio para conectar. Aunque lo más habitual es querer escapar del silencio, lo cierto es que puede ser una herramienta de conexión tan poderosa como las propias palabras. El silencio puede ser una vía para construir intimidad emocional, demostrar confianza y comodidad mutua. Y es que cuando dos personas logran estar en silencio sin que este las perturbe, también se dan cuenta que tienen algo en común: la madurez psicológica para aceptar esas largas pausas sin agobiarse.
Los silencios incómodos son, en última instancia, un reflejo de nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. En lugar de temerlos, deberíamos verlos como una parte natural de la comunicación humana. Después de todo, no todo necesita ser dicho, y no todo lo que callamos está perdido. A veces, en el silencio, encontramos las respuestas que las palabras no pueden expresar.
Referencias Bibliográficas:
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Jefferson, G. (1989) Preliminary notes on a possible metric wich provides for a “standar maximun” silence of approximately one second in conversation. En: Conversation: an interdisciplinary perspective; 166-196.
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