Los antiguos griegos pensaban que las personas demasiado prepotentes, arrogantes y soberbias estaban atacadas por la hibris. De hecho, la diosa Hybris personificaba la insolencia y la falta de moderación. Se creía que Hybris pasaba gran parte de su tiempo entre los mortales, por lo que no era extraño que les “contagiara” sus malas maneras.
Los griegos usaban la palabra hýbris para referirse a la desmesura, el orgullo y la arrogancia, pero no aquellos que nacen de un impulso irracional y desequilibrado, sino a un intento consciente de trasgredir los límites impuestos por la sociedad y los dioses. Por tanto, implicaba un desprecio al espacio y los derechos de los demás.
En la antigua Grecia, ese concepto estaba muy vinculado a las Moiras, los tres seres mitológicos que enhebraban, medían y cortaban el hilo de la vida. En práctica, la persona afectada por Hybris pensaba que tenía derecho a más hilo del que le habían asignado por creerse superior y se rebelaba contra su propio destino.
Por esa razón, los griegos creían que Hybris atacaba fundamentalmente a reyes, emperadores, toda clase de gobernantes, políticos, militares y grandes comerciantes. En la actualidad, la mitología griega ha entrado en la Psicología a través del Síndrome de Hubris.
¿Qué es el Síndrome de Hubris?
En 2008, el neurólogo británico David Owen, quien también fue excanciller y miembro de la cámara de los lores, publicó un libro en el que hacía referencia al perfil psicológico y el comportamiento de algunos políticos, acuñando el término “síndrome de hubris”. Lo usó para describir a aquellos que creían estar destinados a realizar grandes obras, mostraban una tendencia a la grandiosidad y la omnipotencia y eran incapaces de escuchar a los demás, mostrándose impermeables a las críticas.
Por tanto, consideraba que el síndrome de hubris es un trastorno psiquiátrico adquirido que afecta a las personas que ejercen el poder en cualquiera de sus formas. Este desequilibrio les arrebata la empatía y los aleja de la realidad, dejando en su lugar soberbia y arrogancia. Sería, por tanto, uno de los múltiples efectos del poder en las personas.
Los 14 síntomas del Síndrome de Hubris
El propio David Owen y el psiquiatra Jonathan Davidson recogieron los principales síntomas del síndrome de hubris que habían observado en las personas que detentaban el poder, algunos de los cuales son comunes a los trastornos de personalidad antisocial, histriónico y narcisista:
- Tendencia narcisista a ver el mundo como si fuera un mero escenario donde ejercer el poder, demostrar sus capacidades y buscar la gloria personal.
- Autoconfianza exagerada que raya en un sentimiento de omnipotencia. Estas personas creen que lo saben y lo pueden todo, se sienten sumamente especiales y demandan un trato de favor.
- Confianza desmesurada en su propio juicio y desprecio por las opiniones, ideas y criterios de los demás, que nunca están a su altura. Se niegan a dialogar porque los únicos puntos de vista válidos son los suyos y suelen rodearse de personas que no se atreven a contradecirles.
- Realizar acciones para autoglorificarse y ensalzar o mejorar su imagen, cayendo a menudo en la grandilocuencia.
- Preocupación exagerada por la imagen que proyecta ante los demás, de manera que suelen caer en la excentricidad en su afán de demostrar que son únicos y especiales.
- Hablar sobre los asuntos corrientes de manera mesiánica y exaltada, convirtiendo cualquier pequeño logro en una prueba irrefutable de su grandiosidad. De hecho, suelen ser personas que gesticulan mucho y alzan la voz para mostrar su poder.
- Identificación excesiva con el país, el estado y/o la organización, de manera que no “forman parte de ello” sino que “son ello”. Incluso llegan a creer que la nación o las propias instituciones están a su servicio, muchas veces sobrepasando las funciones del puesto que ocupan pues se creen insustituibles.
- Tendencia a la inquietud, la impulsividad y la imprudencia que se manifiesta continuamente en su comportamiento, de manera que sufren accesos de ira frecuentes o reaccionan poniéndose a la defensiva cuando sienten amenazado su ego.
- Hablar de sí mismo en tercera persona y usar la forma regia del nosotros, recurriendo en su discurso a palabras y frases rebuscadas que les hagan parecer más cultos e inteligentes.
- Convencimiento absoluto de que sus propuestas son justas y adecuadas, haciendo caso omiso de los costes de las mismas. A menudo presumen de su amplitud de miras, pero ignoran los detalles y la letra pequeña mientras justifican sus actos por el fin que persiguen, que siempre será correcto.
- Creer que no debe rendir cuentas a otras personas o a la sociedad, sino solo ante tribunales más elevados, como puede ser la Historia o Dios, de manera que no prestan atención a las críticas o advertencias de los demás.
- Seguridad de que ese “tribunal” les absolverá porque comprenderá sus motivos superiores, que los comunes mortales no pueden entender ni compartir.
- Pérdida de contacto con la realidad ya que se van aislando progresivamente de su entorno. Estas personas comienzan a vivir en el mundo que han construido en su mente, validado por quienes les rodean y no se atreven a llevarles la contraria.
- Incompetencia “hubrística” debido a la autoconfianza excesiva, la falta de atención a los detalles y la desconexión del mundo. Al sobreestimar sus capacidades, cerrarse a opiniones ajenas y actuar de manera impulsiva, estas personas pueden llegar a tomar decisiones muy imprudentes y peligrosas, tanto para sí mismos como para los demás.
Owen y Davidson puntualizaron que para diagnosticar el síndrome de hubris, la persona debe padecer al menos tres de los 14 síntomas listados.
Sin embargo, lo cierto es que el síndrome de prepotencia, como también se le conoce, no atañe únicamente a los políticos, sino que puede afectar a cualquier persona que tenga poder en cualquier ámbito de la actividad humana, desde las finanzas hasta el deporte, la religión, la educación o incluso la medicina.
Obviamente, cuanto más tiempo ostente el poder esa persona y más grande sea la autoridad que ejerce, más probable es que desarrolle este cuadro marcado por la prepotencia y la arrogancia. También se ha apreciado que los rasgos narcisistas aumentan las probabilidades de desarrollar el síndrome de hubris.
¿Es reversible?
Owen y Davidson creen que el síndrome de hubris es un trastorno reversible que puede remitir cuando la persona pierde o cede el poder, aunque no siempre es fácil volver a la realidad. En cambio, para los antiguos griegos este trastorno también tenía dos epílogos posibles.
En algunos casos, la persona puede darse cuenta de su estado y corregir su comportamiento y actitud emprendiendo un camino de aprendizaje transformacional que le permite encontrar su justo valor y reconocer la valía de sus semejantes. En esos casos, la persona desarrolla la humildad, la empatía y el respeto por los demás.
La otra posibilidad es que intervenga Némesis, la diosa de la justicia, el equilibrio y la mesura en la mitología griega. Némesis se encargaría de castigar los actos de soberbia y devolver a la persona arrogante a los límites que había cruzado, restaurando así el equilibrio natural. En práctica, esta persona sufriría “golpes de realidad” que le obligan a poner los pies en la tierra nuevamente, una especie de terapia de shock.
Fuentes:
Carvajal, C. (2014) Síndrome de Hibris: descripción y tratamiento. Rev. Méd. Chile; 142(2): DOI: 10.4067.
González-García, J. (2019) Síndrome de Hubris en neurocirugía. Revista de Neurología; 68: 346-353.
Owen, D. & Davidson, J. (2009) Hubris syndrome: An acquired personality disorder? A study of US Presidents and UK Prime Ministers over the last 100 years. Brain; 132(5): 1396–1406.
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