Miedo al rechazo y pavor ante el abandono son las causas principales que llevan a las personas a complacer a los demás, y sobre todo a la propia pareja, más allá de los límites racionales. Es lo que se conoce como el «Síndrome de Wendy», un complejo entramado de comportamientos y sentimientos que se asocian con el más conocido «Síndrome de Peter Pan«, que ya he descrito en otro artículo.
Aquellos amantes de la literatura y del séptimo arte infantil no tardarán en descubrir que el nombre de Wendy hace referencia a la mujer que se encuentra detrás de Peter Pan. Por supuesto, detrás de una persona aquejada por el Síndrome de Peter Pan existe otra personalidad que se encarga de hacer todas las tareas y asumir las responsabilidades correspondientes al «adulto que se niega a crecer». Serían un complemento patológico casi perfecto.
¿Qué es el Síndrome de Wendy y cuáles son sus síntomas más comunes?
El Síndrome de Wendy, si bien no llega a ser un trastorno en toda regla (oportunidad que aprovecho para cuestionarme el tratamiento de Síndrome que se le brinda en alguna literatura científica), se puede delimitar como un conjunto de comportamientos que realiza una persona por miedo al rechazo, por la necesidad de sentirse aceptada y respaldada y por el temor a que nadie le quiera. En palabras sencillas: sienten una necesidad imperiosa de seguridad que los lleva a ser serviles con los demás.
Estos comportamientos no solo se evidencian entre las parejas sino que también pueden observarse en los padres para con los hijos, entre los hermanos o en las relaciones de amistad.
Los comportamientos y el sentir más característicos de las personas con el Síndrome de Wendy son:
– Sentirse imprescindible.
– Comprender el amor como sacrificio y resignación.
– Evitar a toda costa que las personas a su alrededor se enfaden.
– Insistir en hacer las cosas en lugar de la otra persona.
– Pedir continuamente perdón por todo aquello que no ha hecho o no ha sabido hacer aún cuando la responsabilidad evidentemente, no es suya.
– Necesidad imperiosa de proteger a los que le rodean asumiendo una figura paternal o maternal.
Vale aclarar que en algún momento de nuestras vidas creo que todos nosotros hemos actuado siguiendo algunos de estos patrones. Yo la primera, me confieso. La diferencia entre el cuidado, la protección y la atención (que a veces linda en sobreprotección), y el Síndrome de Wendy radica en que la persona aquejada del síndrome está motivada verdaderamente por el miedo a ser abandonada.
Aunque actualmente no se cuentan con cifras precisas que nos dibujen un cuadro epidemiológico, lo cierto es que pueden sufrirlo tanto hombres como mujeres aunque es más frecuente en estas últimas, sobre todo debido a las diferencias de género profundamente arraigadas en nuestra cultura.
¿Se puede revertir?
Por supuesto, el Síndrome de Wendy no depende de un sólo factor, sino que sería una amalgama de variables entre las que destacan: la educación recibida, las características de personalidad, las experiencias de vida y las circunstancias actuales en las que está inmersa la persona. Así, esta tendencia suele comenzar a manifestarse a finales de la adolescencia.
Usualmente su diagnóstico se realiza porque las personas acuden a la consulta sintiéndose «quemadas», sobresaturadas o agobiadas. Si bien la mayoría de las personas aquejadas de este síndrome acuden al especialista por voluntad propia, suelen necesitarse varias sesiones de psicoterapia para que puedan: 1. concientizar su verdadera problemática ya que consideran que lo que ellos hacen es altamente loable y, 2. aprender a manejar sus patrones de pensar y actuar que se han ido consolidando a lo largo del tiempo y sustentan el síndrome.
Sin lugar a dudas, puede ser un proceso lento porque implica un cambio en la visión del mundo y en la autoimagen pero no es una tarea imposible.
Fuente:
Quadrio, C. (1982) The Peter Pan and Wendy Syndrome. A Marital Dynamic. Australian and New Zealand Journal of Psychiatry; 16(2): 23-28.
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