La soledad es un asesino silencioso. Y no se trata de un eufemismo sino de las conclusiones a las que llegaron un grupo de psicólogos de la Universidad Brigham Young, en Utah. Estos investigadores analizaron los datos de más de 3,7 millones de adultos y descubrieron que la soledad y el aislamiento social representan una amenaza mayor que la obesidad, uno de los principales problemas de salud de nuestro siglo.
Estar solos y sentirse solos no es lo mismo
Aunque solemos utilizar indistintamente los términos aislamiento social y soledad, lo cierto es que ambos conceptos son diferentes. El aislamiento social es la falta de contacto con otras personas, mientras que la soledad es un estado más subjetivo caracterizado por una distancia emocional.
Esto significa que una persona puede sentirse sola aunque esté en compañía de otras, un fenómeno común cuando los demás no satisfacen de manera adecuada nuestras necesidades emocionales, como puede ser la necesidad de afecto, comprensión y aceptación.
La epidemia de soledad mata, literalmente
Estos investigadores realizaron un metaanálisis en el que incluyeron los datos de 218 investigaciones. Su objetivo era evaluar cómo el aislamiento social y la soledad inciden en el riesgo de morir de forma prematura. Así descubrieron que ambos estados psicológicos representan un riesgo mayor que muchos de los principales problemas de salud.
Estos psicólogos comprobaron que los adultos que contaban con más redes de apoyo tenían un 50% menos de probabilidades de morir tempranamente, en comparación con quienes estaban aislados socialmente o se sentían solos.
También encontraron que el riesgo de muerte temprana relacionada con la soledad, el aislamiento social y/o vivir solo era igual o mayor que el riesgo de muerte prematura asociado a la obesidad y otros problemas de salud importantes.
Vale aclarar que estudios anteriores ya habían señalado los posibles efectos de la soledad y el aislamiento social indicando que ambos estados aumentan el riesgo de sufrir depresión, así como enfermedades cardíacas y cerebrovasculares. También se han asociado con una mayor vulnerabilidad a padecer Alzheimer.
¿Por qué la soledad y el aislamiento social son tan dañinos?
El aislamiento social afecta nuestra capacidad para percibir, entender e interpretar las emociones. Se ha comprobado que las personas que se sienten solas son menos hábiles detectando cuatro emociones básicas: la felicidad, el miedo, la ira y la tristeza. Y cuanto más solos estén, peor será su capacidad para distinguir estos estados emocionales.
Por si fuera poco, aislarnos de los demás también afecta nuestra capacidad para capitalizar las experiencias positivas. Es decir, en vez de centrarnos en los aspectos alegres o positivos de las cosas, nos centramos en lo negativo. Nos amargamos más fácilmente. Somos menos optimistas.
La soledad engendra soledad, en un bucle negativo. De hecho, uno de los efectos más penetrantes y perversos del aislamiento social es que cuanto más tiempo pasamos alejados de los demás, más difícil es combatir la soledad.
Sin embargo, sus efectos no se limitan al plano emocional, diferentes investigaciones, entre ellas una realizada por psicólogos de la Universidad de Washington, demuestran que la sensación de rechazo o el aislamiento social llegan a producir cambios en procesos celulares clave en el interior del cuerpo.
La soledad crónica es un factor de riesgo tan importante como el tabaquismo, la obesidad o la falta de ejercicio físico. Sentirse conectados a otros es vital para nuestro bienestar mental y físico, según muestra otro estudio realizado en la Universidad de Chicago.
La soledad no solo altera el comportamiento, sino que incide en el funcionamiento del sistema cardiovascular provocando una mayor resistencia al flujo sanguíneo. También provoca niveles más elevados de cortisol, la hormona del estrés, la cual genera alteraciones en la expresión génica en las células inmunitarias. Esto significa que si nos sentimos solos y aislados tendremos una peor función inmunológica, mayor presión arterial y un mayor nivel de depresión.
Hacia una sociedad cada vez más solitaria
A pesar de que vivimos en una sociedad «conectada» a niveles nunca vistos, lo cierto es que estamos cada vez más solos. El concepto de relaciones líquidas explica este fenómeno ya que aunque establecemos vínculos, estos son superficiales y esporádicos.
Así lo demuestra una encuesta comparativa realizada en Estados Unidos en la que se apreció que en menos de dos décadas, de 1985 a 2004, el número de personas que no tienen ningún confidente para hablar de asuntos importantes casi se triplicó.
La situación empeora aún más a medida que se avanza en el calendario, que es justo cuando más apoyo social necesitamos. En el Reino Unido el 59% de los adultos mayores de 52 años que tienen problemas de salud refieren sentirse solos algunas veces o a menudo. Sin embargo, solo el 21% de las personas que están en buen estado de salud se sienten solas.
En esta investigación se apreció que casi tres cuartos de los adultos mayores del Reino Unido están solos y más de la mitad de ellos nunca han hablado con nadie sobre cómo se sienten al respecto. No es una realidad exclusiva del Reino Unido, en los países occidentales las personas mayores están cada vez más solas. En España uno de cada tres ancianos de más de 85 años vive solo.
Fuentes:
Cacioppo,J. T. et. Al. (2016) Loneliness Across Phylogeny and a Call for Comparative Studies and Animal Models. Perspect Psychol Sci; 10(2): 202–212.
Holt-Lunstad, J. et. Al. (2015) Loneliness and social isolation as risk factors for mortality: a meta-analytic review. Perspect Psychol Sci; 10(2): 227-237.
Holt-Lunstad, J. et. Al. (2015) Social Relationships and Mortality Risk: A Meta-analytic Review. PLoS Med; 7(7): e1000316.
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