Antes o después, la adversidad toca a nuestra puerta. A veces incluso se acomoda sin que la hayamos invitado a pasar y se convierte en un molesto acompañante. Se trata de esas etapas en las que todo parece ir mal, en las que lo vemos todo gris y no divisamos la luz al final del túnel, por lo que podemos sentirnos profundamente desanimados y hasta deprimidos.
Es importante estar preparados para afrontar y superar la adversidad, lidiar con esos momentos difíciles intentando proteger nuestro equilibrio emocional, de manera que en vez de salir maltrechos de esa experiencia, nos sirva para crecer y convertirnos en personas más resilientes. Una herramienta muy sencilla que todos deberíamos tener en nuestra “mochila para la vida” nos ayudará a hacerlo: las 3 A.
La visión de túnel que se crea entre la mente emocional y racional
Cuando estamos ante una situación difícil, las emociones pueden sobrepasarnos. Hay casos en los que se produce un secuestro emocional en toda regla, lo cual significa que la parte emocional del cerebro toma el mando.
Las emociones no son negativas, bien utilizadas y canalizadas pueden convertirse en potentes agentes dinamizadores de nuestra conducta, pero si dejamos que tomen el mando y acallen la mente racional podemos tener serios problemas que agraven aún más la situación adversa.
De hecho, tanto la tristeza como la euforia pueden hacernos tomar muy malas decisiones, simplemente porque actúan como filtros mentales que desarrollan una especie de visión de túnel, de manera que no somos capaces de valorar el problema en toda su complejidad.
La técnica de las 3 A facilita que la mente racional tome el mando y reencauce adecuadamente esas emociones, además de brindarnos un camino estructurado que nos ayude a resolver el problema y superar la adversidad.
¿En qué consiste la técnica de las 3 A para superar la adversidad?
1. Acción
Cuando nos enfrentamos ante un problema, la reacción más usual es quedarnos bloqueados, sobre todo cuando se trata de una situación adversa inesperada. El golpe emocional es tan fuerte que nos noquea. Es una reacción normal y ni siquiera es negativa ya que en teoría sirve para brindarnos el tiempo que necesitamos para pensar en cuál es la mejor manera de abordar el asunto. Debemos recordar que el cerebro emocional responde con extraordinaria rapidez pero el cerebro racional funciona de manera más lenta.
Sin embargo, es importante prestarle atención a qué hacemos después de ese primer impacto. En muchos casos simplemente nos limitamos a lamentarnos de nuestra mala suerte y quejarnos por lo ocurrido. De esta forma solo logramos empeorar el problema y limitar aún más la visión de túnel.
En su lugar, lo más inteligente sería valorar qué podemos hacer para cambiar las circunstancias y superar la adversidad. Para asumir una perspectiva más racional nos pueden servir de guía estas preguntas, enfocadas a elaborar un plan de acción sobre la base del nivel de control que tengamos.
– ¿Qué nivel de control tengo sobre la situación?
– ¿Qué puedo hacer para darle un vuelco a la situación?
– ¿Cómo puedo resolver el problema o qué parte del problema puedo solucionar?
– ¿Puedo resolver el problema solo o necesito ayuda?
2. Actitud
“Si cambias el modo en que miras las cosas, las cosas que miras cambian”, dijo Wayne Dyer. Las emociones no son las únicas que desarrollan una visión de túnel, también juegan en nuestra contra las creencias y los patrones de pensamiento.
Si creemos que no seremos capaces de salir de esa situación y se instaura una especie de indefensión aprendida, seremos nosotros mismos quienes alimentemos el problema. Al contrario, si confiamos en nuestra fuerza para afrontar la adversidad, tendremos mucha más energía y estaremos mejor dispuestos para hacerle frente a los desafíos que aparezcan.
Los patrones de pensamiento castastrofistas, así como centrarse únicamente en todos los problemas y consecuencias negativas, también es muy desmoralizante y nos drena la poca energía que podríamos tener. Por supuesto, no se trata de asumir una actitud positiva ingenua, pero tenemos que intentar equilibrar la balanza, que normalmente tiende a caer del lado negativo.
Algunas preguntas te ayudarán a asumir una perspectiva más equilibrada que te permita superar la adversidad y deshacerte de los pensamientos negativos recurrentes:
– ¿Cómo mi actitud está empeorando la situación? ¿Qué puedo hacer para cambiarla?
– ¿Qué oportunidades o aspectos positivos estoy pasando por alto?
– ¿Cuáles son mis fortalezas?
– ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Cómo podría lidiar con ello?
3. Aceptación
“La aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier desgracia”, dijo William James. Hay ocasiones en las que los problemas que debemos afrontar se nos escapan de las manos porque no tenemos suficiente control de la situación. En otras ocasiones, por increíble que parezca, no podemos superar la adversidad simplemente porque no aceptamos lo ocurrido, preferimos esconderlo en algún lugar de nuestra mente porque el suceso causa mucho dolor o no se corresponde con nuestras expectativas.
El problema es que hasta que no convirtamos esa experiencia traumática en un hecho narrativo, esta se quedará como una huella dolorosa en nuestro cerebro que se activará ante el menor estímulo. Convertir un fracaso, problema o contratiempo en una experiencia narrativa significa despojarlo de su impacto emocional, para insertarlo en nuestras experiencias de vida y pasar página.
Tara Brach propone una técnica muy eficaz: la aceptación radical, que se basa en dejar de sufrir y adoptar un papel activo. Básicamente, consiste en convertir nuestros pensamientos negativos en ideas de aceptación. Puedes decirte: “Estoy atravesando por este mal momento, no me gusta y me causa dolor, pero asumo que no puedo cambiar lo ocurrido y que aún así, estaré bien”.
Aceptar no es asumir una actitud pasiva sino aprender a no negar lo ocurrido y sus consecuencias, para poder lidiar con ello de la mejor manera posible. Aceptar implica mirar a la vida de frente, por fea que nos pueda parecer, y decidir cómo cambiar la situación en la medida de nuestras capacidades.
Estas preguntas te ayudarán a practicar la aceptación radical:
– ¿Por qué me niego a aceptar lo ocurrido? ¿Qué mensaje es tan doloroso que prefiero esconderlo de mí mismo?
– ¿Qué necesito aceptar de las cosas que no puedo cambiar?
– Dentro de diez años, ¿cómo veré o qué pensaré de esta situación?
– ¿Qué puedo hacer para que esta situación me convierta en una persona más fuerte?
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