La vida da muchas vueltas y a veces nos arrastra en sus turbulencias. A veces los acontecimientos se desarrollan con tal velocidad que nos dejan poco espacio para detenernos y pensar. Hacer esa pausa imprescindible para reflexionar sobre lo que estamos haciendo y preguntarnos si es lo más adecuado, lo que más nos satisface o lo que nos hace más felices.
Como resultado de esas presiones y fruto de esa vertiginosidad, no es extraño que terminemos aguantando cosas que no deberíamos soportar, enredados en una telaraña de compromisos, expectativas sociales y afectos tóxicos. En esos casos, la mayor disculpa nos la debemos a nosotros mismos.
¿Te has olvidado de ti?
En ocasiones la buena educación, el deseo de ayudar a los demás o simplemente el miedo a decir “no” pueden terminar poniéndote en situaciones que atentan contra tu equilibrio mental, vulneran tus derechos asertivos o incluso obvian tus emociones y necesidades.
El autosacrificio crónico, la dependencia emocional y una baja autoestima suelen apuntalar esa necesidad de seguir soportando. A veces aguantas porque piensas que tienes que sacrificarte – cueste lo que cueste – y otras veces porque crees que no hay vida más allá de esa persona, empleo, país…
A veces soportas porque crees que no mereces – o no podrás lograr – nada mejor. Pensar que no puedes aspirar a nada más hará que te quedes atado a situaciones y relaciones profundamente insatisfactorias. Resignado. Sufriendo en silencio.
Otras veces, las circunstancias son las que te atan a situaciones dañinas y relaciones tóxicas de las que no sabes cómo escapar. Cuando el mundo parece tambalearse bajo tus pies, es difícil pensar con claridad para vislumbrar una salida. A veces puedes sentirte tan asustado o desvalido que ni siquiera logras imaginar una vida diferente a la que llevas.
Sin embargo, es precisamente en esos momentos cuando necesitas tratarte con mayor amabilidad. Cuando necesitas volcar toda la comprensión, empatía, atención y cuidados que generalmente prestas a los demás en ti mismo.
La introspección es el arma que puedes usar para salir de las situaciones dañinas y dejar de soportar lo que no deberías. En cierto punto del camino deberías hacer un alto para preguntarte: ¿estoy bien así? ¿me merezco esto? Es probable que descubras que te debes unas disculpas por olvidarte de ti.
¿Cuándo te debes unas disculpas?
Te debes unas disculpas si te has anulado durante demasiado tiempo al lado de alguien que, de una forma u otra, te impedía ser quien eras y nunca valoró lo que hacías por él/ella.
Te debes unas disculpas si durante mucho tiempo te ataste a una persona o un proyecto que te cortaba las alas, evitando que volaras libremente, cercenando tu potencial.
Te debes unas disculpas si has pasado gran parte de tu vida satisfaciendo los deseos de los demás, plegándote a sus exigencias y relegando continuamente tus propias necesidades a un segundo plano.
Te debes unas disculpas por todas esas veces que callaste y no te atreviste a decir lo que pensabas porque no era políticamente correcto o simplemente porque los demás te apabullaron.
Te debes unas disculpas por todas esas veces que reprimiste tus emociones y escondiste tus sentimientos porque expresarlos no estaba bien visto, aunque siguieran quemándote por dentro.
Te debes unas disculpas por todas esas veces que pusiste tu vida en pausa por alguien que no valía la pena. Por todas esas veces que tragaste en seco o te anulaste para que los demás pudieran brillar. Te debes unas disculpas por haberte descuidado durante tanto tiempo. Y, sobre todo, te debes unas disculpas por no haberte dado la oportunidad de ser feliz.
Esas disculpas no te devolverán el tiempo perdido. Ni la energía consumida o la inversión emocional. Sin embargo, te devolverán la confianza en ti. Te recordarán que vales mucho y que no deberías volver a eclipsarte de esa manera. Esas disculpas te permitirán hacer las paces contigo mismo. Te recordarán que mereces respeto. Y, sobre todo, serán el punto de partida para comenzar a construir la vida que quieres. La vida que realmente mereces.
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