Lo cierto es que hoy la tecnología nos pone ante decisiones que hace algunos años serían más propias de la ciencia ficción que de nuestra realidad cotidiana. Tal es el caso de la implantación de chips debajo de la piel. Vale aclarar que hay muchas personas para las cuales alterarse el aspecto físico no es una decisión extraordinaria, sobre todo los más jóvenes, que no solo se tatúan sino que además lucen aros en los sitios más insólitos de su anatomía. No obstante, en este caso me refiero a chips que nos permitirían monitorizar nuestro estado de salud, le enviarían nuestras coordenadas espaciales a nuestros familiares e incluso nos permitirían realizar pagos de forma electrónica en las diferentes tiendas.
Una encuesta realizada en Alemania reveló que aproximadamente uno de cada cuatro ciudadanos de ese país aceptaría implantarse un chip debajo de su piel si éste le proporcionase algún beneficio en específico.
Vale aclarar que aún no existe un aditamento de este tipo disponible en el mercado pero las pruebas ya se están realizando en la Universidad de Reading en el Reino Unido bajo el nombre de Project Cyborg. Hasta el momento los implantes en el sistema nervioso solo se han realizado en Warwick (el investigador principal) y su esposa y tienen como objetivo mejorar las capacidades de interacción entre ellos y para con los objetos de su entorno. ¿Cómo?
En el año 1998 Warwick se implantó un transmisor bajo la piel de un brazo que le permitía interactuar con puertas, luces, calefactores y otros accesorios; como si se tratase de un control remoto. Meses más tarde llegó el implante de la esposa, éste emitía una serie de señales cuando ella movía la mano que eran recogidas por el implante del marido y se enviaban directamente a su cerebro. Mediante una serie de impulsos simples ambos podían comunicarse utilizando una especie de lenguaje telegráfico simplificado. Vale aclarar que el sistema era bastante rudimentario pero lo esencial es que permitió interconectar dos sistemas nerviosos humanos. ¿El inicio de la telepatía mecánica?
Pero regresemos a las cifras: alrededor del 23% de los ciudadanos alemanes dieron su posible consentimiento para implantarse la tecnología; no obstante, el 72% reveló que bajo ninguna circunstancia accedería a implantarse un chip. ¿Por qué? La mayoría porque considera que la tecnología es un ataque a su privacidad (cosa bastante risible porque nuestros móviles pueden ser fácilmente rastreables y además dejamos voluntariamente todos nuestros datos personales en las más disímiles redes sociales).
Dejando a un lado nuestras ideas paranoides y nuestras actitudes de: “no estoy a favor ni en contra sino todo lo contrario”; lo cierto es que estos chips podrían facilitarle la vida a muchas personas enfermas, como aquellas que deben realizarse análisis de sangre diarios para controlar sus niveles de azúcar; el chip les brindaría a una hora determinada los resultados del análisis e incluso podría avisarle de un posible desbalance que le permitiría a la persona regularse. Pero también serían extremadamente útiles en casos de catástrofes naturales o accidentes al permitir el reconocimiento y la localización de las personas o quizás podrían brindarle seguridad a las personas ancianas que viven solas ya que este chip le avisaría automáticamente a los servicios médicos en caso de pérdida de la conciencia.
Actualmente la tecnología, de común acuerdo con la medicina, está dando los primeros pasos en la creación de dispositivos electrónicos que nos permitan recuperar funciones perdidas. Tal es el caso del ojo biónico, un complejo dispositivo que relaciona un chip insertado en nuestro cuerpo y un par de gafas que le permite a las personas completamente ciegas recuperar la visión de luces, sombras y figuras; brindándole una mayor autonomía. También contamos con implantes cerebrales que permiten recuperar la audición e incluso con otros que sustituyen las funciones de las neuronas perdidas en la enfermedad de Parkinson.
Entonces… ¿cuál es la línea divisoria que determinará si nos insertamos un chip o no? ¿Tomaríamos como referente la necesidad por motivos de enfermedad? Y si mañana se inventase un chip para facilitar el proceso de aprendizaje en personas con retraso mental, ¿te resistirías a implantarte un chip que facilitase el aprendizaje a partir de descargar simplemente un programa? Recordemos entonces un artículo anterior donde hacía referencia a que la cirugía estética en sus inicios estuvo sustentada en necesidades perentorias de las personas (muchas veces mutiladas) pero con el paso del tiempo los límites se hacen cada vez más difusos hasta que la necesidad se convierte en una moda al alcance de todos (con sus consecuentes efectos negativos y positivos).
En fin… ¿la diferencia entre poner un telepass al auto para no esperar la cola en las carreteras o ponerlo en un brazo para no esperar la cola en el supermercado es bastante sutil?
El principal problema de nuestra relación con la tecnología (al menos desde mi punto de vista) radica en nuestro desconocimiento sustentado en una relación de temor/atracción. Nos sentimos atraídos/entontecidos por los nuevos adelantos tecnológicos y las posibilidades que estos acarrean pero a la misma vez experimentamos miedo a perder el control. Esta actitud tiene un desenlace fatídico: nos convertimos en consumidores pasivos de una tecnología que usamos pero que no entendemos.
Fuente:
(2010, marzo) One in four Germans wants microchip under skin: poll. En: Physorg.
Anónimo dice
La verdad es que leyendo de primer plano la pregunta yo diría rotundamente que ¡NO! pero después de leerme el post he cambiado mi respuesta a un quizás. La tecnología se va imponiendo y no todos sus efectos son negativos.
Muy interesante el post y genial el video.
Laura
Noble dice
Yo lo reconsideraría, si lo necesito de verdad pues no tendría ninguna dificultad en ponerme un chip pero si es simplemente para una mayor comodidad pues creo que no lo utilizaría.
Un saludo y como siempre, muy buen post.