Una familia es mucho más que un grupo de personas que viven bajo el mismo techo. De hecho, mantener unas relaciones familiares sólidas es esencial para llevar una vida feliz y saludable. Lo demuestra un estudio realizado en la Universidad Estatal de Michigan en el que se constató que cuando nuestra pareja es feliz y nos sentimos satisfechos en la relación, tenemos mejor salud.
Sin embargo, el hogar no siempre es el sitio donde encontramos el apoyo y el amor que necesitamos. A veces la dinámica familiar se complica y la comunicación se rompe dando lugar a conflictos y problemas que pueden afectar considerablemente la convivencia y nuestro bienestar. Cuando las relaciones se vuelven tensas y cada miembro se atrinchera en su posición, resolver los problemas puede parecer una misión imposible. En ese caso, la terapia familiar puede acudir en tu ayuda.
¿Qué es la terapia familiar?
“Todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”, escribió Leon Tolstoi. La terapia psicológica aborda precisamente los problemas únicos de cada núcleo familiar.
Es un tipo de asesoramiento centrado en mejorar la comunicación y las relaciones en el seno de las familias. “Busca un equilibrio entre todos los miembros para que cada uno de ellos pueda cumplir su papel y recorrer su camino de forma saludable”, como explica la especialista en terapia breve estratégica y experta en terapia familiar Micaela Amengual desde su centro de psicología en Barcelona.
Básicamente, el terapeuta ayuda a identificar los patrones de comportamiento disfuncionales que alimentan los conflictos y proporciona estrategias para que los miembros de la familia puedan comunicarse mejor y resolver los problemas latentes.
La terapia familiar proporciona un entorno seguro para que todas las personas puedan hablar sobre sus sentimientos e inquietudes. Las sesiones no solo facilitan la expresión emocional, sino que también favorecen una comprensión más profunda de las perspectivas de los demás para construir vínculos familiares más sólidos.
¿Para qué sirve la terapia familiar?
La terapia familiar es útil para lidiar con una amplia variedad de problemas, desde los conflictos entre padres e hijos hasta las rivalidades entre hermanos, las discrepancias en la crianza de los hijos, las dificultades de pareja, los problemas con las familiares de origen y las fallas en la comunicación. Además, aporta numerosos beneficios, tanto para el núcleo familiar como a nivel individual:
1. Ganar autoconciencia
La terapia familiar no solo aborda la dinámica entre los miembros, también fomenta la autorreflexión y la conciencia individual. En las sesiones, cada persona tiene la oportunidad de explorar sus pensamientos, emociones y actitudes en el hogar. Al comprender cómo tus comportamientos influyen en la dinámica familiar, podrás realizar cambios positivos y asumir una mayor responsabilidad y compromiso. Eso se suele traducir en un viaje de crecimiento personal cuyos efectos pueden extenderse a otras áreas de tu vida.
2. Mejorar la comunicación
La terapia familiar fomenta un diálogo constructivo, por lo que poco a poco te irás sintiendo más cómodo para hablar de manera más abierta, honesta y saludable. Todos podrán expresar sus temores, dudas y preocupaciones en un ambiente libre de juicios y críticas destructivas. El terapeuta modelará técnicas de comunicación para que cada miembro pueda desarrollar una escucha activa y aprenda a expresar lo que le preocupa de forma asertiva. Esas competencias comunicativas te acompañarán durante el resto de la vida y podrás utilizar en otros escenarios.
3. Desarrollar habilidades de afrontamiento
La vida en familia está repleta de desafíos, por lo que es imprescindible contar con las competencias adecuadas para afrontarlos con éxito. Un terapeuta podrá enseñaros técnicas de gestión del estrés y de resolución de conflictos para que podáis abordar de manera más constructiva los problemas y retos. Cuando las familias disponen de la “caja de herramientas” adecuada, pueden lidiar mejor las dificultades que aparezcan en el futuro, manteniéndose juntas y apoyándose. Además, esas habilidades de afrontamiento promueven la resiliencia y adaptabilidad de cada uno de los miembros en diferentes situaciones, más allá del contexto doméstico.
4. Establecer límites saludables
La terapia familiar no solo sirve para reforzar los vínculos sino también para establecer normas y reglas de convivencia que favorezcan el bienestar de todos sus miembros. De hecho, en algunos casos los conflictos familiares surgen precisamente por la falta de límites claros. Por ejemplo, es posible que un padre o una madre reclame gran parte del tiempo y la atención de sus hijos adultos, lo cual puede generar problemas de pareja. Un terapeuta os ayudará a identificar las normas que necesitáis para funcionar como familia para que nadie se sienta continuamente sobrepasado, estresado o incluso manipulado.
5. Definir los roles familiares
Una familia es un sistema organizado en el que cada miembro desempeña diferentes funciones y alimenta ciertas expectativas sobre los comportamientos de los demás. La confusión de roles o la incomodidad con el papel asignado puede convertirse en una fuente de conflictos importante en su seno. Un terapeuta os ayudará a nivelar vuestras expectativas y clarificar vuestros roles, de manera que cada persona pueda aportar lo mejor de sí al núcleo familiar y se sienta cómoda con el papel que desempeña.
6. Adaptarse a cambios vitales significativos
La terapia familiar no es un recurso al cual recurrir solo cuando aparecen problemas, también tiene una función preventiva. La orientación psicológica puede ser particularmente útil cuando las familias tienen que enfrentarse a un cambio potencialmente desestabilizador en sus vidas. Acontecimientos significativos, como un divorcio, fallecimiento, mudarse a otra ciudad, el nacimiento de un hijo o incluso jubilarse, pueden resquebrajar la familia. Un psicólogo podrá ayudaros a expresar vuestros sentimientos, comprender cómo esa situación está afectando a los demás y crear una red de apoyo que contribuya al bienestar de todos.
7. Resolver los conflictos enquistados
Los conflictos en las familias pueden producirse entre cualquiera de sus miembros por los motivos más variados. Quizá no te lleves bien con tus padres, tengas un problema con un hermano o no soportes a tus suegros. A menudo esas diferencias terminan alargando su sombra, generando un clima tenso que afecta el funcionamiento familiar. En la terapia familiar se genera un ambiente seguro para abordar esos problemas sin culpar a nadie ni convertirlo en chivo expiatorio. Ofrece un marco para comprender el origen de esas discrepancias y captar mejor los matices del conflicto con el objetivo de encontrar una solución desde la empatía.
En sentido general, la terapia familiar proporciona un espacio para sanar las heridas emocionales, mejorar las relaciones y fomentar un ambiente armonioso en el hogar. Cuando se solucionan los conflictos, se mejora la comunicación y se encuentran maneras más saludables de interactuar, todos salen ganando.
De hecho, un estudio desarrollado en la Universidad de Miami incluso constató que los beneficios de la terapia breve estratégica familiar se mantienen años después. En la terapia, cada persona tendrá un espacio para explicar por qué actúa de determinada manera y comprender por qué los otros responden como lo hacen. Así cada quien podrá ponerse en el lugar del otro y comprender mejor cómo relacionarse. Esa comprensión más profunda de los demás y de la dinámica familiar servirá para fortalecer los vínculos emocionales que os permitirán sentiros mejor, física y psicológicamente.
Referencias Bibliográficas:
Varghese, M. et. Al. (2020) Family Interventions: Basic Principles and Techniques. Indian J Psychiatry; 62(2): S192–S200.
Chopik, W. J. & O’Brien, E. (2016) Happy You, Healthy Me? Having a Happy Partner Is Independently Associated With Better Health in Oneself. Health Psychology; 36(1): 21–30.
Horigian, V. E. et. Al. (2015) A Cross-sectional Assessment of the Long Term Effects of Brief Strategic Family Therapy for Adolescent Substance Use. Am J Addict; 24(7): 637–645.
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