Todos los días nos enfrentamos a un enorme flujo de información, hasta el punto que puede llegar a volverse caótica y contradictoria. También nos vemos obligados a tomar decenas de decisiones, muchas veces sin estar completamente seguros de los resultados. Sin embargo, aunque estamos constantemente imbuidos en la incertidumbre, solemos tener una profunda aversión a la inseguridad y queremos reducirla por todos los medios.
Nuestra obsesión con la seguridad y el pavor a la incertidumbre son tales que un estudio muy curioso realizado en el University College de Londres reveló que las personas están más tranquilas y menos agitadas cuando saben de antemano que les darán un corrientazo. Su ansiedad aumenta cuando saben que solo existe un 50% de recibir el choque eléctrico. Y es que muchas veces preferimos la miseria de la certeza a la probabilidad que encierra la incertidumbre.
¿Cómo lidiar con los diferentes tipos de incertidumbre?
Estamos acostumbrados a hablar de la incertidumbre con mayúsculas y en singular, pero el psicólogo Paul K. J. Han ha catalogado tres tipos de incertidumbre. Dado que la incertidumbre forma parte de la vida y, por más que nos esforcemos no podemos erradicarla, será mejor que la conozcamos a fondo ya que los diferentes tipos de incertidumbre demandan estrategias de afrontamiento distintas.
1. Incertidumbre por probabilidad
Este tipo de incertidumbre se refiere a aquellas situaciones en las que nos resulta difícil o prácticamente imposible determinar el nivel de riesgo. No sabemos lo que sucederá y tampoco sabemos qué probabilidades existen de obtener ciertos resultados si tomamos una u otra decisión. Es una situación en la que muchas de las variables que intervienen y determinan los resultados finales escapan de nuestro control.
En este escenario solemos desarrollar un sesgo optimista. Pensamos que corremos menos riesgo que los demás, que es menos probable que enfermemos o suframos un evento negativo. Por eso, antes de tomar cualquier decisión debemos asegurarnos de que también contemplamos los peores escenarios. No es ser pesimista, es mirar la vida con objetividad y contemplar la mayor cantidad de escenarios posible.
El segundo paso consiste en aprender a fluir. Cuando no conocemos las probabilidades debemos abrirnos a la posibilidad de que todo puede ocurrir. Por tanto, necesitamos prepararnos para todo y estar dispuestos a adaptarnos con flexibilidad a lo que ocurra.
2. Incertidumbre por ambigüedad
La incertidumbre por ambigüedad se refiere a aquellas situaciones en las que debemos tomar decisiones, pero solo tenemos información imprecisa, insuficiente o contradictoria. Como resultado, los datos que tenemos a nuestra disposición no son suficientes para tomar una decisión informada. Oscilamos entre dos direcciones antagónicas porque nos faltan datos decisivos.
Para lidiar con este tipo de incertidumbre, debemos partir del reconocimiento de que muchas de las situaciones que enfrentaremos tienen un elevado grado de ambigüedad. Cada decisión implica una ganancia, pero también una pérdida. Por tanto, debemos hacernos a la idea de que no podemos ganar todo, ni podemos ganar siempre.
En estos casos, es importante repasar nuestras fuentes de información puesto que es probable que algunas sean más fiables que otras. No es lo mismo ser testigo de algo, a que alguien te lo cuente. Tampoco es igual que te lo cuente una persona de confianza a un conocido. Para despejar la incertidumbre suele ser suficiente clarificar la información a la que le daremos relevancia según nuestros objetivos.
3. Incertidumbre por complejidad
Este tipo de incertidumbre se produce cuando un problema es difícil de entender, ya sea porque es una situación nueva o porque nos falta experiencia. Cuando no podemos comprender lo que está sucediendo nos sentimos aún más desorientados y asustados, por lo que el primer paso desde el punto de vista cognitivo es intentar atar cabos.
A veces puede bastar con pedirle consejo a una tercera persona ajena a la situación que pueda verla desde una perspectiva más desapegada. Otras veces necesitamos asumir una distancia psicológica de lo que está ocurriendo, lo cual significa desconectarse emocionalmente del problema y tomarnos un tiempo antes de decidir.
En otros casos necesitamos investigar más, profundizar en las causas del problema y descubrir sus ramificaciones para poder entender lo que ocurre. Sin embargo, debemos tener en cuenta que no siempre podemos retirar el velo de la ambigüedad, por lo que a veces solo necesitamos buscar información interna, conectar con nuestra intuición y usar la lógica para tomar la mejor decisión para nosotros.
En cualquier caso, sea el tipo de incertidumbre que sea, conviene recordar las palabras del poeta Rainer Maria Rilke:
“Ten paciencia con todo aquello que no se ha resuelto en tu corazón e intenta amar las preguntas en sí mismas, como si fueran habitaciones cerradas o libros escritos en una lengua extranjera.
“No busques ahora las respuestas que no puedes comprender porque no estás preparado para vivirlas. La clave es vivirlo todo. Vive las preguntas. Tal vez un día lejano encuentres la respuesta, gradualmente y sin darte cuenta”.
A fin de cuentas, la vida no es un problema a solucionar sino una realidad a experimentar. Y la incertidumbre forma parte de ella.
Fuentes:
Berker, A. et. Al. (2016) Computations of uncertainty mediate acute stress responses in humans. Nature Communications; 7: 10996.
Han, P. et. Al. (2011) Varieties of Uncertainty in Health Care: A Conceptual Taxonomy. Medical Decision Making; 31(6): 828-838.
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