Por muy independiente que seas, es difícil vivir completamente al margen de los hitos sociales que marcan los tiempos en los cuales se supone que debes haber conseguido ciertos objetivos vitales. Esas referencias externas se convierten en una especie de “temporizador del éxito”, un «reloj universal» que avanza inexorablemente.
Y aunque nadie te obliga a seguir ese ritmo, la presión social está ahí, latente, susurrándote al oído que «ya deberías haber llegado». Por eso, en ocasiones puedes sentir que “todo el mundo avanza menos yo”. ¿Qué hay realmente detrás de esa sensación?
El origen de la sensación del retraso vital
Hay una etapa, generalmente sobre los 30 o 40 años, en la que puede parecer que todos a tu alrededor avanzan a pasos agigantados mientras tú estás… bueno, ahí, sobreviviendo. Da igual lo que estés haciendo con tu vida, siempre hay alguien que parece llevarte ventaja.
Tu amiga de la universidad ya tiene casa propia y dos hijos. Tu compañero del instituto está viajando por el mundo mientras su empresa va viento en popa y a toda vela. Tu primo, que es más joven, ya ha alcanzado el trabajo de sus sueños. Y tú, simplemente sientes que te has quedado atrás.
Si vives de alquiler, te preguntarán cuándo piensas comprarte una casa. Si no tienes pareja, ¿para cuándo? Y si la tienes, ¿cuándo será la boda? Si ya te has casado, ¿cuándo vendrá el primer hijo? Y así sucesivamente… Es como si la sociedad, tu familia, y las redes sociales se hubieran puesto de acuerdo para recordarte que no estás donde se supone que deberías estar.
La trampa de la comparación, un filtro que exagera tus defectos
Nos han educado para salir mal parados en las comparaciones. Es probable que, de pequeño, tus padres te hicieran notar lo buenos que eran los demás. Y tus profesores te compararan con los mejores de la clase. Ese tipo de comparaciones pueden motivarte a seguir aprendiendo y superarte, pero no siempre son beneficiosas. ¿Por qué?
En el fondo, compararte con los demás es como intentar correr en una maratón en la que cada atleta está en una pista diferente y con un destino distinto. Es injusto y agotador. Cada persona tiene su propio camino, lleno de obstáculos, salidas y curvas que no siempre se ven desde fuera.
Por supuesto, tampoco ayuda que de ese “avance” solo se muestre una versión editada y edulcorada. En las redes sociales normalmente solo se ven carruseles infinitos de felicidad que no muestran las hipotecas asfixiantes, las dudas sobre el matrimonio o el cansancio de la crianza.
No ver todo lo que ocurre entre bastidores puede hacerte pensar que los demás han encontrado la clave secreta del éxito, mientras tú sigues intentando descifrar el manual básico de instrucciones para la vida.
Por tanto, en vez de compararte, dedica tiempo a identificar lo que realmente quieres. No lo que se supone que deberías tener o haber conseguido a tu edad, sino lo que te hace realmente feliz. Quizás no quieras hipotecarte de por vida y prefieras tener más libertad para moverte. Quizás no te interese emprender tu propio negocio. Quizás no quieres tener hijos ahora – o nunca. Y todas esas aspiraciones son perfectamente legítimas.
La terrible dictadura de los “debería”
Si quieres deshacerte de esa sensación de que “todo el mundo avanza menos yo”, también es importante que hagas un ejercicio de introspección a la caza de tus “debería”. Si te sientes estancado en la vida con respecto a los demás, es probable que uses mucho esa palabra en tu diálogo interior.
Quizá te digas “debería haberme comprado una casa ya”. “Debería tener un trabajo mejor”. “Debería haber formado una familia”. «Debería tener pareja«… La lista es interminable, y lo peor de todo es que rara vez esas expectativas nacen de ti. Son una suma de las normas sociales, presiones familiares y lo que ves en las redes.
Sin embargo, recuerda que no existe una norma universal que indique a qué ritmo debes avanzar o qué cosas debes conseguir. Creer en esos “deberías” y dejar que marquen tu ritmo es como pensar que tu vida no es más que una serie con un guion predecible que debes seguir.
Lo cierto es que cada paso que des — o que no des — debe tener sentido para ti, no para cumplir con un calendario imaginario. La vida no va de llegar primero o de seguir la senda de los demás, sino de descifrar tu propio camino y objetivos.
La ilusión de la línea de meta y el concepto de “avanzar”
La sociedad nos ata al conclusionismo y nos vende una idea muy concreta de lo que significa “avanzar”: conseguir una casa, formar una familia, tener un trabajo estable, y, por supuesto, aparentar ser feliz en el proceso. El problema es que ese “avance” está construido sobre un molde genérico que no tiene en cuenta tus circunstancias, deseos o, sencillamente, tus tiempos.
También te han hecho creer que existe una forma correcta de avanzar, pero la verdad es que los caminos son tan diversos como las personas que los recorren. La clave no radica en avanzar rápido, sino en avanzar a tu manera. Y a veces eso implica tomarte un tiempo para reflexionar, redefinir tus metas o simplemente disfrutar del presente. De hecho, eso también cuenta como avanzar.
El verdadero problema no es avanzar o estancarse, sino el significado que le confieres. Tal vez para ti avanzar significa salir de una relación que no te hacía bien, aprender algo nuevo o, simplemente, sobrevivir a una etapa complicada de tu vida.
Redefinir el concepto de avance implica ser honesto contigo mismo y aceptar que no hay un cronograma universal. Haz un pequeño ejercicio: escribe tres cosas que hayas logrado en los últimos años, por pequeñas que te parezcan. Te sorprenderás al darte cuenta de que avanzar no siempre implica un gran cambio visible; a veces, los progresos más importantes son internos y sin esos pequeños cambios, no podrías haber conseguido logros mayores.
Y no olvides que “avanzar” ni siquiera es un proceso lineal. A veces, para seguir adelante hay que ir atrás, recomponer pedazos rotos y aprender la lección. Hay épocas en las que parece que retrocedes, pero en realidad estás tomando impulso. Perder un trabajo, salir de una relación o incluso sentirte perdido son experiencias que, aunque no lo parezcan, te preparan para dar el siguiente paso.
Por tanto, la próxima vez que sientas que “todo el mundo avanza menos yo”, recuerda que la vida de los demás no son una vara válida para medir tus logros. Quizás no lo notes ahora, pero cada pequeño paso que das, incluso esos que parecen insignificantes, te está acercando a un lugar único y auténtico: el tuyo.
Rodolfo Díaz dice
Busqué algo con el fin de ayudar a personas que tienen algún problema sicológico. Sin embargo leyendo algunos temas veo que aún yo necesito mejorar algo en mi vida…
Jennifer Delgado dice
Hola Rodolfo,
Todos necesitamos mejorar algo. Es perfectamente normal e incluso «maravilloso» poder seguir aprendiendo para acercarnos a la persona que deseamos ser. Darnos cuenta de eso es una muestra de humildad y un aliciente para seguir creciendo.
Rodolfo Diaz dice
Gracias tus palabras, feliz año 2025
vivo en El Salvador CA