Puede parecer un contrasentido. La idea resulta tan descabellada que ronda lo surrealista. Sin embargo, todos necesitamos alguna vez a una persona tóxica en nuestras vidas. Las personas tóxicas pueden dejarnos grandes enseñanzas y demostrarnos cuán fuertes podemos llegar a ser cuando las circunstancias nos ponen a prueba.
En este sentido, Viktor Frankl escribió que la vida siempre es potencialmente significativa ya que podemos extraer significado hasta del propio sufrimiento. Por tanto, a veces las relaciones tóxicas nos aportan una visión del mundo que desconocíamos.
No sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte es la única opción que tienes
Hay momentos en los que sentimos un nudo en el estómago, una sensación de ahogo existencial, como si nos hubieran arrebatado el oxígeno psicológico, nos atenaza el miedo a la incertidumbre, un temor que nace de no saber exactamente qué está sucediendo… Cuando eso ocurre y ya no queda nada a lo cual aferrarse, damos el único paso lógico que nos dicta la supervivencia: coger unas tijeras enormes y cortar por lo sano con la persona tóxica que amenaza con arruinarnos la vida.
Entonces volamos con nuestras propias alas y, aunque no sepamos exactamente hacia dónde dirigirnos, la sensación de libertad es tan agradable y embriagadora, que simplemente la disfrutamos. En ese momento la vida coge su cauce y descubrimos nuestra auténtica fortaleza interior.
En ocasiones, solo necesitamos un estímulo externo que nos anime a reaccionar y nos permita desarrollar una fuerza que ni siquiera sospechábamos tener. Una persona tóxica puede ser el empujón que necesitamos para echar a volar y descubrir nuestras potencialidades mientras nos alejamos de lo que nos hace daño.
Hay personas que llegan a nuestra vida para enseñarnos a no ser como ellas
Las personas controladoras, los amigos egoístas, las parejas posesivas, el amor de la vida que terminó convirtiéndose en una pesadilla, el compañero de trabajo envidioso o incluso ese familiar que nos consume poco a poco… En realidad cualquiera de nuestro entorno puede ser una persona tóxica y, si bien es cierto que lo ideal sería mantener relaciones maduras y equilibradas, no siempre es posible y a veces caemos en sus redes. Entonces, no queda más remedio que mirar la situación usando el prisma más positivo posible.
Esa persona tóxica también nos brinda la posibilidad de comprender qué es lo que valoramos y qué nos incomoda, molesta o daña. Sin quererlo, se convierte en una especie de maestro de vida que nos impulsa a reflexionar sobre nuestros principios y valores, reafirmando nuestra identidad.
No hay dudas de que la traición, la frialdad emocional, la prepotencia y la humillación duelen mucho, pero son experiencias de vida de las que podemos salir fortalecidos. Ante esas vivencias, necesitamos replantearnos nuestras prioridades y hasta nuestras actuaciones respecto a los demás.
A veces, pasar por un mal trago nos convierte en mejores personas, en personas más sensibles con los demás capaces de valorar mejor la ayuda que los otros nos prestan. A veces enfrentarnos a las actitudes negativas de los otros es como ponernos ante un espejo, que nos permite ver las cosas nuestras que podemos mejorar, así como comprender de qué manera contribuimos a esa situación.
No cometas el error de quedarte atascado
No hay duda de que relacionarse con una persona tóxica puede ser una experiencia difícil, pero como en todas las experiencias adversas, podemos aprender la lección y crecer o, al contrario, quedarnos atascados en el resentimiento, el malestar y la culpabilización.
Es obvio que todos deseamos mantener relaciones interpersonales maduras y equilibradas, pero cuando caemos en una relación tóxica, podemos aprovecharla a nuestro favor y usarla para liberarnos de nuestras inseguridades. La decisión siempre está en nuestras manos. Recuerda que a veces un pequeño cambio de perspectiva, es suficiente para cambiarlo todo.
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