El mundo actual ha convertido la búsqueda de la felicidad en su leitmotiv. Por supuesto, no es un deseo original, los antiguos griegos ya se preguntaban como alcanzar la eudaimonía. La diferencia estriba en que la eudaimonía se refiere a un estado de equilibrio mientras que la felicidad actual a menudo se confunde con el hedonismo y la ausencia de emociones negativas o estados desagradables. Ese cambio nos condena a perseguir una utopía y, sobre todo, a descuidar el desarrollo de otras habilidades esenciales para lidiar con la adversidad, como la tolerancia a la angustia.
¿Qué es la tolerancia a la angustia?
La tolerancia a la angustia refleja la capacidad para experimentar y soportar estados emocionales negativos. En práctica, se refiere a nuestra entereza mental para lidiar con situaciones particularmente estresantes, de manera que podamos gestionar mejor esas dificultades y no lleguemos a tocar fondo emocionalmente.
Es un componente esencial de la inteligencia emocional y la resiliencia, aunque a menudo pasa desapercibido. Un estudio realizado en la Universidad de Maryland reveló que una baja tolerancia a la angustia emocional nos conduce a la frustración. Y una baja tolerancia a la frustración es una bomba de tiempo emocional puesto que nuestra capacidad para soportar lo que nos incomoda disminuirá cada vez más.
Investigadores de la Universidad de Vermont también han comprobado que la baja tolerancia a la angustia contribuye o agrava la ansiedad y los trastornos de personalidad, aumentando además el riesgo de desarrollar adicciones ya que tendremos la tendencia a recurrir a las sustancias como vía de escape.
A la larga, terminaremos priorizando las recompensas inmediatas, nos volveremos más impulsivos y hedónicos, lo cual se convertirá en un obstáculo para lograr objetivos más ambiciosos a largo plazo. De hecho, ser capaces de tolerar la angustia no significa “sufrir” cuando las cosas van mal, sino afrontar mejor esas circunstancias para disminuir su impacto emocional y mantener nuestra hoja de ruta.
¿Cómo desarrollar la tolerancia a la angustia?
Cuando algo se tuerce o escapa de nuestro control, es fácil pensar “no es justo” o “no debería pasarme a mí”. Pero cuanto antes dejemos atrás esas quejas, antes podremos preparar un plan de acción para afrontar lo que ocurre. La tolerancia a la angustia es un mecanismo de “control del daño psíquico”. O sea, interviene para minimizar el impacto de la situación y ayudarnos a buscar la mejor solución posible.
Víctor Frankl decía que “entre estímulo y respuesta hay un espacio. En ese espacio radica nuestro poder de elegir nuestra respuesta. Y en nuestra respuesta reside nuestro crecimiento y libertad”. El dolor, el sufrimiento y la pérdida forman parte de la vida, por lo que es mejor prepararnos de antemano para que las emociones que generan no nos sobresaturen, porque así solo añadirán más leña al fuego.
¿Cómo lograrlo?
1. Aprende a detener el primer impulso
Cuando algo sale mal, es fácil que las emociones tomen el mando. Por eso, es fundamental detenerse y reflexionar antes de actuar. Da un paso atrás, metafóricamente, para que puedas observar lo que ocurre desde una perspectiva más amplia. Las emociones pueden llevarte a reaccionar sin pensar de formas que pueden llegar a ser bastante destructivas. Reduce la velocidad mental. Respira y recupera el control.
Observa lo que ocurre en tu cuerpo y los pensamientos que pasan por tu mente. ¿Qué está pasando a tu alrededor? Procede con cautela y pregúntate: ¿qué puedo hacer para mejorar esto? Luego, date un margen de tiempo para valorar las opciones.
2. Practica la aceptación radical
Es imposible aprender a tolerar la angustia si nos instauramos en la queja permanente. La queja excluye la tolerancia, por lo que debemos afrontar lo que ocurra desde la aceptación. Aunque la primera reacción suele ser enojarse o echar la culpa a alguien, eso no nos ayuda a sentirnos mejor. La aceptación radical consiste en reconocer y aceptar la situación actual, sin juzgar ni criticar.
Por supuesto, no significa que estemos de acuerdo o que nos sintamos contento con lo que está pasando, simplemente que reconocemos que una cadena de acontecimientos nos ha llevado hasta ese punto. No se trata de resignación, sino de tomar nota de lo que sucede, para poder actuar en consecuencia, en vez de limitarnos a llorar sobre la leche derramada.
3. Cambia la perspectiva
A nadie le gusta sentirse angustiado o sobrepasado por las circunstancias. No es agradable. Sin embargo, la manera en que pensemos sobre esos hechos puede marcar la diferencia. No se trata de abrazar un optimismo tóxico u obligarnos a ver el lado bueno de la vida, sino de equilibrar nuestra tendencia natural al pesimismo para no hacer una tormenta en un vaso de agua.
Por tanto, para desarrollar la tolerancia a la angustia también debemos prestar atención a nuestro diálogo interior y esforzarnos por ver la situación como una oportunidad para aprender o volvernos más resilientes. A fin de cuentas, todas las experiencias vitales pueden aportarnos algo, incluso las más negativas.
4. Desarrolla la autoeficacia
La tolerancia a la angustia se desarrolla cuando no le tememos a las situaciones difíciles. O sea, cuando hemos construido una autoeficacia a prueba de balas. Y para eso, es necesario que no huyamos cuando las cosas se ponen difíciles.
No se trata de volverse masoquistas e ir a la caza de dificultades, sino de aprender a no tenerles miedo, de manera que cuando lleguen, no experimentemos la necesidad de escapar, sino que podamos lidiar con ellas con entereza. Y eso solo se logra aprovechando las ocasiones para ponerse a prueba, con una mentalidad de crecimiento.
5. Llena tu tanque emocional
La angustia se soporta mejor cuando tenemos nuestro “tanque emocional” lleno; o sea, cuando nos preocupamos por cuidar nuestra salud mental en los buenos tiempos, de manera que en vez de sobreexigirnos, agobiarnos y estresarnos, nos tratamos con amabilidad y compasión.
Si estamos equilibrados emocionalmente, nos resultará más fácil plantar cara a la adversidad cuando toque a nuestra puerta. Incluso en medio del vendaval, intenta crear momentos de calma que te permitan recuperar fuerzas. Recuerda que las emociones positivas actúan como contrapeso de emociones más abrumadoras y desagradables.
Referencias Bibliográficas:
Beck, K. H., Daughters, S. B., & Ali, B. (2013) Hurried driving: Relationship to distress tolerance, driver anger, aggressive and risky driving in college students. Accident Analysis & Prevention; 51: 51-55.
Leyro, T. M. et. Al. (2010) Distress Tolerance and Psychopathological Symptoms and Disorders: A Review of the Empirical Literature among Adults. Psychol Bull; 136(4): 576–600.
Isabel dice
Muy buena información y no soy de los que ponen peros. No obstante me gusta opinar desde la experiencia como ya lo hice en mi obra, editada por Desclée, Somos lo mejor que tenemos .
Y mi experiencia es algo tan poco considerado como la Agorafobia que dsufrí desde que empecé a andar. He visitado psicólogos, psiquiatras, he leído muchas, muchas obras, etc y todo ansiolíticos y buenas palabras . Soy maestra y solo pisar la calle se me desataba una ansiedad que me paralizaba. Opté por comprarme un carrito de la compra, motivo de risa para todos, pero no me importaba; caminaba más segura
Muy larga historia, pero creo que cualquiera puede sufrir un ataque de ansiedad, pero hay una ansiedad congénita que en mi caso he llegado a conocer la causa y compadezco a los ahorafóbicos
Jennifer Delgado dice
Hola Isabel,
Gracias por compartir tu experiencia, de seguro será muy valiosa para otras personas. Muchas veces, solo uno conoce la angustia interior que generan determinadas situaciones o problemas. Cualquier ayuda externa, siempre que no genere una dependencia, es bienvenida. La clave es verla como un eslabón en el proceso.