
Después de un largo día de trabajo llegas a casa y te hundes en el sofá, estás cansado pero tienes esa increíble sensación de que te has esforzado, has hecho los deberes. Por tanto, decides que mereces un premio, quizá optas por una copa, una cena especial o una noche relajante de peli y manta. Sin embargo, esta presunción, ese orgullo que aflora, podría estar equivocado.
Lo siento, pero aún a riesgo de hacer trizas esa sensación del deber cumplido, lo cierto es que en realidad no solo cuenta el esfuerzo realizado sino también los resultados. De hecho, quienes trabajan en un sector creativo son plenamente conscientes del riesgo de desperdiciar tiempo y energía en algo que no termina de dar frutos. En la Psicología este fenómeno tiene un nombre: Ilusión Laboral.
Ilusión Laboral: Cuando importa más el esfuerzo que la eficiencia
A la hora de juzgar el trabajo de los demás, afirmamos conscientemente que nos importa que esa persona alcance buenos resultados rápidamente, que priorizamos la eficiencia, pero en realidad deseamos ver el esfuerzo detrás de los resultados.
El economista y analista del comportamiento Dan Ariely nos explica este fenómeno con la historia de un cerrajero que, a medida que adquiría experiencia y mejoraba en su trabajo, comenzaba a recibir menos propinas y más quejas sobre sus precios pues sus clientes consideraban que eran elevados. Lo que sucedía es que cada trabajo le llevaba tan poco tiempo o esfuerzo que los clientes se sentían engañados, a pesar de que, obviamente, ser súper rápido es una ventaja, no un error.
Curiosamente, psicólogos de la Harvard Business School comprobaron que la mayoría de las personas compartimos esa creencia errónea. Descubrieron que los usuarios de un sitio web de búsqueda de vuelos preferían esperar más tiempo por los resultados de búsqueda (60 segundos en vez de recibir los datos inmediatamente), siempre que pudieran ver el avance detallado del progreso. Esa es la razón por la que muchos de estos sitios web tienen una barra o algún otro símbolo que va indicando el trabajo realizado. Ese símbolo nos hace creer que se está trabajando duro para brindarnos un mejor servicio. Y priorizamos eso sobre la eficiencia.
Sin embargo, lo que podría ser un simple capricho de consumidor adquiere una nueva perspectiva porque aplicamos ese mismo razonamiento a nosotros. En ese caso, caemos en lo que se conoce como la “Trampa del Esfuerzo”.
Trampa del Esfuerzo: Creer que trabajar duro lo es todo
Todos hemos caído en la trampa de equiparar 10 horas dedicadas a lidiar con correos electrónicos, llamadas telefónicas y tareas imprevistas que no aportan ningún valor con dedicar 2 horas de plena concentración a un proyecto importante que nos permita avanzar en nuestros objetivos. El problema es que pensamos que esfuerzo, agotamiento y productividad son sinónimos. Obviamente, no es así.
De hecho, un resultado significativo a menudo no se logra con el agotamiento extremo sino con horas de atención plena distribuidas inteligentemente, las cuales incluso pueden llegar a ser energizantes. No obstante, si juzgamos nuestra productividad por el nivel de cansancio, podríamos estar engañándonos, siendo víctimas de la “Trampa del Esfuerzo”.
Por supuesto, es complicado evitar esa trampa en una cultura que pregona constantemente que “lo que cuenta es el esfuerzo”. De hecho, muchos padres transmiten este mensaje a sus hijos pensando que les están haciendo un gran regalo para la vida.
El problema es que en el fondo se ha producido una malinterpretación. Hemos confundido “esfuerzo y trabajo duro” con “dar lo mejor de nosotros mismos”.
Cuando decimos que el esfuerzo es importante, no significa que debemos exprimirnos al límite de nuestras fuerzas, aunque no seamos productivos ni estemos concentrados, significa que debemos sacar lo mejor de nosotros para verterlo en esa actividad. Y eso solo podemos lograrlo cuando estamos concentrados al 100%, cuando estamos plenamente presentes y con una disposición justa. Todo lo demás, hará que nos convirtamos en víctimas de una trampa que nos tendemos a nosotros mismos y nos conduce al agotamiento psicológico y el cansancio mental.
Por desgracia, demasiados centros de trabajo aún enarbolan esa mentalidad antigua, por lo que priorizan las largas horas en la oficina sobre la productividad. De hecho, una serie de estudios realizados por la OCDE desde hace al menos una década desvela que los países más prósperos y productivos son aquellos que pasan menos horas trabajando.
En 2016 Alemania lideraba la lista de productividad en la Unión Europea, pero sus trabajadores dedicaban una media de 1.363 horas mientras que los trabajadores españoles dedican 1.695 horas anuales pero su productividad es mucho más baja.
¿La moraleja?
Necesitamos cambiar de mentalidad. Es tan importante el esfuerzo como los resultados alcanzados y la eficiencia a lo largo del proceso. Eso significa que debemos aprender a gestionar de manera mucho más eficiente nuestro tiempo y energía. No necesitamos desgastarnos mentalmente si somos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos mientras trabajamos.
Fuente:
Buell, R. W. & Norton, M. I. (2011) The Labor Illusion: How Operational Transparency Increases Perceived Value. Management Science; 57(9): 1564–1579.
Deja una respuesta