El consumo de ansiolíticos se ha disparado prácticamente en todo el mundo, pero España tiene un triste récord: es el país que más los consume, según el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes. Las benzodiazepinas baten récord: se consumen 110 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, lo cual significa que el 11% de los españoles consume a diario estos medicamentos para la ansiedad o el insomnio.
Bélgica y Portugal son los otros dos grandes consumidores de benzodiacepinas mientras que Italia, la India, Suiza, China y Estados Unidos son los principales fabricantes de estos ansiolíticos.
La mayoría de las personas recurre a ellos para solucionar sus dificultades para dormir, pero muchos también lo hacen para lidiar con los problemas laborales, económicos o de salud, afrontar situaciones vitales traumáticas e incluso para digerir los conflictos familiares. Obviamente, el consumo de medicamentos para la ansiedad debería ser la última solución y siempre bajo la prescripción de un psiquiatra, acompañado de un tratamiento psicológico para abordar las causas de la ansiedad o el insomnio.
En cualquier caso, conviene comprender si existen diferencias entre tranquilizantes y ansiolíticos o relajantes musculares.
Tranquilizantes y ansiolíticos: ¿Qué son y cómo actúan?
Los ansiolíticos también se conocen como “tranquilizantes menores” y se recetan para tratar y prevenir los síntomas de ansiedad o para controlar diferentes trastornos de ansiedad. De hecho, tranquilizantes y ansiolíticos son lo mismo, aunque el término “tranquilizante” ya no se utiliza tanto y se prefiere catalogar con el término más clínico “ansiolíticos”.
Las benzodiazepinas son los ansiolíticos más recetados. Se consumen millones cada año en el mundo, ya que entre ellas se encuentran el diazepam (Valium), clordiazepóxido, flurazepam, clonazepam, midazolam y alprazolam (Xanax).
Los ansiolíticos actúan de diferentes maneras, según su principio activo, pero en sentido general calman la hiperexcitabilidad nerviosa y disminuyen la actividad sin llegar a producir sedación o sueño, como ocurre con los hipnóticos. No obstante, los hipnóticos en dosis más pequeñas también pueden actuar como sedantes, por lo que no es inusual que se utilicen como ansiolíticos, sobre todo en los casos de las personas que también tienen problemas de insomnio.
Uno de los principales efectos secundarios de los ansiolíticos es que generan adicción, sobre todo si se consumen durante largos periodos de tiempo o en dosis elevadas. Cuanto más tiempo tomes ansiolíticos, más tolerantes te volverás a la dosis, lo cual significa que necesitarás dosis más altas para tener el mismo efecto, lo que puede terminar siendo peligroso para tu salud.
Asimismo, tampoco se deben retirar bruscamente ya que puede producir síntomas de abstinencia, como confusión, inquietud, insomnio e incluso convulsiones. Por esa razón, el psiquiatra debe indicar una pauta para retirar los ansiolíticos de manera segura.
Ansiolítico y relajante muscular: ¿en qué se diferencian?
Algunas personas confunden los ansiolíticos con un relajante muscular ya que los efectos percibidos pueden ser similares, aunque su mecanismo de acción es diferente. Los relajantes musculares esqueléticos son fármacos que actúan sobre los centros nerviosos para deprimir la actividad del músculo esquelético, disminuyendo el tono y los movimientos involuntarios.
Aunque existen relajantes musculares específicos, como el baclofeno, también se puede utilizar el diazepam, por ejemplo, una benzodiacepina que no solo alivia la ansiedad y la agitación, sino que también reduce el reflejo polisináptico produciendo relajación muscular y sedación, además de tener un efecto antiespástico. El meprobamato es otro ansiolítico que no solo se prescribe para tratar la ansiedad sino especialmente la tensión y los espasmos musculares asociados.
No debemos olvidar que la ansiedad y la tensión muscular van de la mano. Dado que algunos relajantes musculares producen una inhibición en el SNC, muchos de los agentes espasmolíticos también producen sedación y somnolencia como efectos secundarios. Algunas personas experimentan una sensación de letargo o incluso cierta confusión mental. Muchos de los relajantes musculares también pueden provocar adicción y síntomas de abstinencia.
En sentido general, el consumo de relajantes musculares y ansiolíticos o tranquilizantes debe estar recetado por un médico o psiquiatra, quienes evaluarán la causa de la ansiedad o la tensión muscular para encontrar el medicamento más adecuado.
Referencias Bibliográficas:
Ray, S. D. & Holstege, C. P. (2014) Anxiolytic. Encyclopedia of Toxicology (Third Edition): 280-286.
Aragón, S. M. et. Al. (2008) Relajantes musculares. Revisión. Farmacia Profesional; 22(8): 38-43.
(2021) Informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes correspondiente a 2021. En: INCB.
Deja una respuesta