El trastorno antisocial de la personalidad, también conocido como psicopatía, sociopatía o trastorno disocial de la personalidad, se caracteriza porque la persona muestra un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás. Es más usual entre los hombres, presentando una prevalencia del 3% a nivel poblacional mientras que en las féminas se observa en el 1%. Su prevalencia entre las psicopatologías no se conoce con total certeza ya que las cifras varían entre un 3 y un 30 %.
Antes de continuar es necesario aclarar que, aunque este trastorno comienza en la infancia o a inicios de la adolescencia y continúa en la edad adulta, no puede diagnosticarse hasta los 18 años (edad en la cual, normalmente, se han conformado ciertas características de personalidad que le brindan una estructura relativamente coherente a la misma como para poder hacer referencia a un trastorno de esta envergadura).
Las personas que presentan un trastorno antisocial de la personalidad suelen violar las principales reglas o normas sociales impuestas para su edad así como los derechos básicos de aquellos que le rodean. Los comportamientos prototípicos son: la agresión a las personas o a los animales, la destrucción de la propiedad, los fraudes o hurtos y la violación grave de las normas y leyes. Este patrón de comportamiento persiste en la edad adulta por lo cual en muchas ocasiones su conducta resulta motivo de detención; si bien en algunos casos alrededor de los cuarenta años estos comportamientos suelen atenuarse.
Es bastante usual que estas personas mientan repetidamente en aras de obtener algún tipo de beneficio personal e incluso en algunas ocasiones (siempre que lo necesiten para lograr sus propósitos) pueden mostrarse encantadores y cautivarnos con su discurso pero generalmente basta el mínimo detalle que los contraríe para que se desate su ira y muestren su impulsividad, irritabilidad y agresividad. Debe puntualizarse que estas personas generalmente actúan sin tener planes a largo plazo, mostrando una sobreestimación de sus objetivos inmediatos y una acusada incapacidad para demorar las gratificaciones; a lo cual se le suma que les resulta particularmente difícil preveer las consecuencias de sus actos y asumir sus responsabilidades.
Pero quizás lo más impactante para el resto de las personas sea el escaso o nulo arrepentimiento que muestran las personas con trastorno antisocial de la personalidad ante sus malas acciones; cuando se les increpa suelen mostrarse impasibles o simplemente brindar justificaciones muy banales. Esta incapacidad para autocriticar su comportamiento y sentirse arrepentido por sus acciones así como su tendencia a pasar por encima de las personas para conseguir sus objetivos hacen pensar que el trastorno antisocial de personalidad acarrea consigo una falta de empatía y una gran dosis de insensibilidad ante el sufrimiento de las otras personas, ya sea emocional o físico.
Nuevas investigaciones intentan explicar este trastorno sustentándose en una triada comportamental: la insensibilidad ante el castigo, la incapacidad para aprender de la experiencia pasada y la ausencia de sentimientos de culpa.
¿Qué nos indican estas dificultades?
La psicopatología de la desinhibición (de innegable impronta conductista) propone que el principal problema radica en la incapacidad de estas personas para modular sus respuestas (especialmente aquellas relacionadas con el miedo) por lo cual no llegarían a condicionar las consabidas respuestas de miedo que todos poseemos, de forma que sus comportamientos no estarían influidos por la amenaza del castigo (entendido éste en su sentido más amplio).
A confirmar esta hipótesis vienen los hallazgos electrofisiológicos que nos muestran que existen respuestas electrodermales de menor amplitud o frecuencia y menor incremento de la frecuencia cardiaca en anticipación a estímulos aversivos; lo cual implicaría una menor capacidad para inhibir respuestas previamente castigadas.
No obstante, sustentados en la ausencia de miedo y la reducida reactividad a los estresares, otros investigadores avanzan la teoría de un daño cerebral ya que se ha hallado que las células de la corteza prefrontal de las personas con personalidad antisocial son en promedio un 11% más pequeñas que en las personas sanas, lo cual podría convertirse en una predisposición a la agresión y la hostilidad. También explicaría la peculiar falta de respuesta emocional ante sus acciones y el dolor.
No obstante, independientemente de las causas genéticas o las disfunciones a nivel cerebral; también se conoce que el medio desempeña un papel predisponente para la aparición del trastorno; tanto es así que el DSM IV nos alerta que el trastorno antisocial de la personalidad se ha asociado a un bajo status socioeconómico y al medio urbano, unido a fuertes carencias afectivas en la etapa infantil e incluso a maltratos físicos. Queda en vilo una importantísima pregunta: ¿los cambios cerebrales que se observan en las personas con trastorno antisocial de la personalidad son un patrón de nacimiento o han sido adquiridos en una niñez matizada por el castigo físico?
Fuentes:
Lara, H. (2005) Enfoques actuales en la Psicobiología contemporánea de la conducta violenta y delictiva. Revista Neurología, Neurocirugía y Psiquiatría; 38(1): 28-36.
Luengo, M. A. et. Al. (2002) Biología, personalidad y delincuencia. Psicothema; 14: 16-25.
APA (2000) DSM-IV Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Mason.
Tony Chávez Uceda dice
Siempre me dio la impresión que este trastorno puede estar asociado a una falla en los circuitos de recompensa y castigo en el cerebro. Quien sabe alguna droga que influencia en los mecanismos dopaminérgicos mencionados podría tener efectos. Antipsicóticos? no lo creo.
Jennifer Delgado Suarez dice
Tony:
En el pasado y de seguro en la actualidad (en algun que otro sitio) se utilizan los antipsicóticos pero no existen datos concluyentes para afirmar que son eficaces en el control de este trastorno.
También se utiliza la psicoterapia y las más variadas técnicas conductuales pero el índice de abandono es muy alto y las mejoras son muy escasas.
Aunque como siempre digo, cada persona es un caso y en algunas ocasiones el trastorno va remitiendo con el envejecimiento (aunque no es la generalidad).
Un saludo.
Indira dice
Creo que lo más terrible de estas personas es que no respondan bien a los tratamientos y que, muchas de ellas, ni siquiera crean necesitarlos puesto que no poseen sentimientos de culpa. Son un verdadero problema y peligro para la sociedad.
Magnífico blog. Gracias por compartir estos artículos tan interesantes.
Saludos
Jennifer Delgado Suarez dice
Indira:
Como bien dices el hecho de que estas personas no reconozcan la necesidad de un tratamiento es alarmante, sobre todo por el daño que pueden hacerle a quienes le rodean.
Pero más allá de la mitificación que se ha hecho en el cine, en la literatura e incluso en la imagen que da inicio a este artículo; lo cierto es que detrás de muchos casos de psicopatía se hallan infancias marcadas por el dolor, el castigo y la violencia física y verbal. No es una excusa ni pretendo que sea la explicación causal del trastorno pero si un factor que no podemos desestimar. Sobre todo si sabemos que el dolor experimentado durante la edad temprana podría aportarnos cierto grado de inmunidad posterior ante el dolor. ¿Mera coincidencia? Será algo que se descifre en los años siguientes.
Igual te invito a leer esta noticia: http://rincon-psicologia.blogspot.com/2009/10/noticia-las-repercusiones-del-dolor.html
Un saludo a ti y gracias por tus apreciaciones sobre la calidad del blog.