El trastorno de personalidad obsesivo-compulsivo se caracteriza por una preocupación constante por el orden, la perfección y el control mental e interpersonal, a expensas de la flexibilidad, la apertura y la eficiencia. Esta patología es aproximadamente dos veces más frecuente en hombres que en mujeres y afecta alrededor del 1% de la población, llegando a provocar un verdadero malestar y llegando a ser en ocasiones bastante discapacitante.
Vivir con un trastorno obsesivo-compulsivo
Cuando las reglas y los procedimientos establecidos no brindan una respuesta correcta, el proceso de toma de decisiones puede llegar a ser particularmente largo e incluso doloroso. De hecho, las personas con un trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo pueden tener tantas dificultades para determinar las tareas son prioritarias o la mejor manera de llevarlas a cabo, que a menudo no logran ponerse manos a la obra.
También son propensas a enfadarse en situaciones en las que no logran mantener el control de su entorno físico o interpersonal, aunque por lo general no expresan esa ira abiertamente. Por ejemplo, una persona con trastorno de personalidad obsesivo-compulsivo puede llegar a enojarse mucho cuando el servicio en un restaurante es lento pero, en vez de quejarse directamente, comenzará a pensar en cuánto dejará de propina. En otras ocasiones, esa ira puede estallar en situaciones aparentemente irrelevantes.
No obstante, estas personas suelen mantenerse muy atentas a las relaciones de control y en ocasiones pueden mostrar una excesiva deferencia hacia la autoridad, respetando reglas de las que los demás suelen hacer caso omiso. De hecho, se aferran mucho a las normas porque estas les proporcionan una sensación de control.
El trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo también puede llevarlas a expresar su afecto de una manera muy controlada y hace que se sientan muy incómodas en presencia de otras personas que son emocionalmente expresivas. En sus relaciones cotidianas, estas personas se muestran formales y serias llegando a caer a menudo en la rigidez.
De hecho, las personas que sufren el trastorno obsesivo compulsivo se distinguen por su falta de apertura y flexibilidad, no sólo en su rutina diaria sino también en lo que respecta a las relaciones interpersonales.
¿Cuáles son los síntomas de trastorno de personalidad obsesivo compulsivo?
Vale aclarar que, al igual que el resto de los trastornos de la personalidad, esta patología no se diagnostica hasta que la persona cumpla al menos 18 años. Con el paso del tiempo los síntomas suelen aminorar, aunque en algunos casos el periodo más intenso se aprecia entre los 40 y 50 años. Los síntomas más evidentes suelen ser:
- Preocupación excesiva por los detalles, reglas, listas, orden, organización o los horarios, de manera que el objetivo central de la actividad se pierde de vista.
- Dejar proyectos inacabados debido al perfeccionismo (por ejemplo, no logra completar un proyecto porque no cumple con sus normas, que son demasiado estrictas).
- Trabajo en exceso con afectación de la productividad y exclusión de las actividades de ocio y las amistades.
- Se muestra demasiado consciente, escrupuloso e inflexible sobre asuntos relacionados con la moral, la ética o los valores.
- Es incapaz de desprenderse de posesiones viejas o de los objetos sin valor, incluso cuando no tienen valor sentimental.
- Es reacio a delegar tareas o trabajar con otros, a menos que se sometan a su manera de hacer las cosas.
- Muestra gran rigidez y obstinación en su día a día.
Muchas personas con trastorno de personalidad obsesivo compulsivo no buscan tratamiento, a menos hasta que no se vea afectada profundamente alguna esfera de su vida. A menudo llegan a la consulta llevados por un familiar cercano o su pareja.
¿Qué causa las obsesiones y compulsiones?
A nivel neurobiológico, se ha observado que el trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo está asociado con alteraciones en la actividad y la conectividad de ciertas áreas cerebrales, incluyendo la corteza prefrontal, el giro cingulado anterior y los ganglios basales. Estas zonas están involucradas en el procesamiento de la información relacionada con la toma de decisiones, el control de los impulsos y la ejecución de comportamientos repetitivos.
En cuanto a los factores de riesgo, las evidencias sugieren que existen tanto factores genéticos como ambientales. Los estudios familiares y de gemelos, por ejemplo, han demostrado que existe una heredabilidad significativa en este trastorno, lo que sugiere una predisposición genética. No obstante, las experiencias traumáticas o estresantes durante la infancia de abuso emocional o físico, pueden aumentar significativamente la probabilidad de desarrollar el trastorno en personas genéticamente vulnerables.
Otro aspecto relevante son los desequilibrios neuroquímicos, particularmente en los sistemas serotoninérgico y dopaminérgico. Se ha constatado que las personas con trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo presentan niveles anómalos de neurotransmisores como la serotonina, los cuales guardan relación con la gravedad de los síntomas.
Esas anomalías neuroquímicas pueden contribuir a la rigidez cognitiva, la indecisión y la necesidad de control tan característicos de este trastorno. Por tanto, puede afirmarse que el trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo es el resultado de una compleja interacción entre factores genéticos, ambientales y neuroquímicos.
¿Cómo es el tratamiento del trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo?
Al igual que el resto de los trastornos de personalidad, lo más recomendado es la psicoterapia individual, en la cual se trabajan las habilidades de afrontamiento; es decir, se le enseña a gestionar el estrés y los problemas emocionales vinculados a sus patrones de comportamiento obsesivos.
No obstante, hay que tener en cuenta que la abrumadora preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control dificulta el tratamiento de esta condición. De hecho, si el psicólogo no encaja inmediatamente en los esquemas cognitivos de la persona, es probable que lo rechace en el primer encuentro o que incluso lo menosprecie y cuestione sus habilidades.
Las personas con un trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo tienen dificultad para incorporar información nueva y cambiante en sus vidas, por lo que el nuevo aprendizaje necesitará mucho tiempo y esfuerzo, tanto por parte del terapeuta como del paciente.
Como suele ver la vida en blanco y negro, su capacidad para trabajar con los demás está afectada y cree que solo él sabe cuál es la manera correcta de hacer las cosas. Obviamente, esta perspectiva también se aplica a la relación terapéutica, por lo que el psicólogo solo tendrá éxito cuando la persona comience a aceptar sus técnicas.
La buena noticia es que como suele tratarse de personas muy meticulosas y preocupadas por los detalles, presentan una excelente adherencia terapéutica, por lo que cuando se logra establecer el vínculo y encontrar el enfoque adecuado, la terapia fluye mejor.
A lo largo de los años se ha apreciado que la terapia breve es más eficaz pues es bastante difícil lograr cambios estables en la personalidad. No obstante, llevar un diario de las emociones a menudo provoca un gran cambio. De hecho, quienes sufren el trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo a menudo están desconectados de sus estados afectivos, por lo que es importante enseñarles a identificar y comprender sus emociones.
Vale aclarar que aunque la terapia de grupo puede ser útil y es una opción de tratamiento eficaz, aunque primero es necesario trabajar en sesiones individuales pues la mayoría de las personas que sufren este trastorno no serán capaces de soportar el contacto social mínimo necesario para lograr una dinámica de grupo saludable.
En lo que respecta al uso de fármacos, se puede recurrir a los medicamentos para el TOC, pero es importante ser conscientes de que no son una cura definitiva ni suplantan la terapia. De hecho, es importante complementarlos con técnicas psicológicas como la visualización para combatir las obsesiones o el mindfulness.
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