La memoria son las huellas de la experiencia, la capacidad que nos permite acumular información de todo tipo y después contar con las pistas necesarias para recuperarla. Aunque la memoria tiene la función de registrar y mantener la información, lo cierto es que no se trata de un almacén donde todo permanece inalterable, la memoria sufre transformaciones. Los pequeños cambios en el registro, codificación y recuperación son normales (forman parte de la memoria constructiva) pero hay un punto en el que se vuelven patológicos.
A grandes rasgos, podemos hablar de dos grandes tipos de memoria. Según el modelo transversal, existe la memoria episódica, que es la referida al espacio y el tiempo, y la memoria semántica, aquella destinada a manejar las palabras, símbolos verbales y relaciones semánticas (vocabulario).
No obstante, según el modelo del comportamiento podemos hablar de la memoria a corto plazo, inmediata o reciente, que comprende retención y recuerdo del material durante un tiempo no superior a unos segundos. Disminuye a partir de la adolescencia y en el anciano existe una dificultad de codificación sensorial por lo que una información adecuada mejora el rendimiento.
En contraposición, también tenemos la memoria a largo plazo, que comprende retención y recuerdo del material durante un periodo de tiempo de días, meses o años. Está relacionada con cambios bioquímicos, aumento del ADN y cambios en las neuronas y neuroglias.
Principales trastornos de la memoria
– Amnesia: es la incapacidad total o parcial de memorizar (registro, retención y evocación de una información o un periodo de la vida de la persona); es decir, la pérdida global o parcial de la función mnésica.
La amnesia puede ser retrógrada o de conservación, en cuyo caso se aprecia una pérdida de la memoria que abarca el periodo de tiempo previo a la aparición del trastorno o la lesión. En este caso, puede ser masiva, que implica el olvido de todos los recuerdos, o selectiva, que afecta solo determinados recuerdos relacionados entre sí, casi siempre por un componente de origen afectivo.
– Amnesia lacunar: se trata de la pérdida parcial de la memoria que abarca un periodo de tiempo concreto, o sea, es el olvido de trozos del pasado con una duración de minutos o días. Tiene un componente posterior al trauma (amnesia anterógrada) y un componente previo al trauma (amnesia retrógrada) que suele ser más breve (crisis epilépticas, hipoglucemias).
Cuando la pérdida de la memoria abarca el periodo de tiempo posterior a la aparición del trastorno se denomina amnesia anterógrada o de fijación porque no se fijan los nuevos recuerdos, o sea, existe una incapacidad para aprender nueva información después de ocurrida la lesión.
– Amnesia de evocación: es la incapacidad para nombrar objetos. La persona reconoce y señala el objeto e incluso rechaza el nombre equivocado pero no es capaz de recordar su nombre.
– Amnesia afectiva: es un trastorno de la memoria producido por factores de tipo emocional o psicológico que afectan a la capacidad de fijación (como por ejemplo, la amnesia provocada por la ansiedad que se experimenta antes de un examen). En este caso, puede apreciarse un olvido de toda la vida o solo de una parte de los acontecimientos.
Vale aclarar que, de la misma manera en que existe la pérdida de memoria, también hay casos en los cuales se potencia esta función.
– Hipermnesia: es el aumento anormal, pero no patológico, de la capacidad para memorizar. Puede ser permanente o breve, de índole afectiva o ideativa.
Un caso especial son los fenómenos de memoria panorámica, en los cuales se produce el recuerdo o visión de toda o gran parte de la vida de la persona en un momento. Es común en los cuadros de epilepsia y cuando nos enfrentamos a un peligro de muerte.
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