Hay historias terribles que dejan una profunda huella emocional en quienes las conocen llegando a provocar un trauma indirecto. Tal fue el caso de Peter Connelly, un niño de apenas 17 meses que murió en 2007, en Londres, tras sufrir más de 50 lesiones en un periodo de apenas ocho meses provocadas en su entorno familiar.
Las lesiones fueron tan atroces que los profesionales que estuvieron a cargo del caso experimentaron una gran conmoción psicológica reportando además un fuerte sentimiento de culpa y una sensación de inutilidad, según revelaron posteriormente psicólogos de la Universidad de Sheffield.
Sin embargo, no es necesario estar en contacto con casos tan extremos para experimentar un trauma vicario. La empatía, esa capacidad que nos une y nos permite ponernos en el lugar del otro, puede jugarnos malas pasadas cuando cargamos con el dolor y el sufrimiento ajeno, sobre todo si sabemos que no podemos hacer nada para aliviarlo. Entonces, el malestar del otro se convierte en nuestro vía crucis y desarrollamos un trauma psicológico.
¿Qué es el trauma vicario?
El trauma vicario es un concepto acuñado por McCann y Pearlman en 1990 para hacer referencia a la exposición indirecta a un evento traumático que termina generando efectos dañinos en la persona. De hecho, la Psicología reconoce que es posible experimentar estrés postraumático por la “exposición repetida a detalles aversivos” sobre un evento particularmente doloroso.
También conocido como trauma secundario o trauma indirecto, puede manifestarse tanto a nivel psicológico como físico, provocando a menudo un cambio en la percepción de la persona sobre sí misma, el mundo y los demás.
Aunque todos somos susceptibles de desarrollar un trauma vicario, las personas que suelen estar más expuestas al dolor y el sufrimiento por su trabajo, como suelen ser los psicólogos, personal sanitario, trabajadores sociales, abogados y agentes de policía y rescate, tienen un riesgo mayor de experimentar este problema. No obstante, cualquier persona que mantenga una relación significativa con un sobreviviente de un trauma puede sufrir un trauma vicario.
El camino que conduce al trauma indirecto
A veces el camino hacia el trauma vicario es directo y rápido. Podemos ser partícipes de una experiencia traumática tan terrible que nos deje en estado de shock. Otras veces el camino es progresivo, lo recorremos a lo largo del tiempo, e incluso es posible que no exista una sola historia traumática sino varias historias de vida que se entrelazan en nuestra mente.
Sin embargo, independientemente de las historias que han generado el trauma, todos solemos seguir la misma “vía emocional”. Generalmente todo comienza experimentando una gran empatía por la víctima. Esa empatía no significa simplemente comprender sus experiencias sino ponerse en su piel y experimentar sentimientos similares a los del sobreviviente del trauma.
Como resultado, es habitual que terminemos estableciendo un vínculo emocional con la víctima. Nos comprometemos con ella hasta el punto de que llegar a sentirnos responsables por su bienestar. Ese lazo emocional tan profundo nos impide establecer la necesaria distancia psicológica para proteger nuestro equilibrio emocional.
Por otra parte, es habitual que las experiencias vividas por la víctima se conviertan en un punto focal de angustia. Pueden reactivarse una y otra vez e incluso introducirse en nuestros sueños, como si nosotros mismos hubiésemos vivido el trauma. También es habitual que reaccionemos con un gran enojo, desarrollamos la sensación de que la vida no ha sido justa, lo cual termina cambiando nuestra percepción del mundo. Empezaremos comenzar a pensar que el mundo es un lugar hostil, inseguro y caótico.
En este punto ya estaremos sumidos en una espiral descendente, no podemos pensar con racionalidad sino que nos vemos arrastrados por la experiencia traumática. Sufriremos un gran desgaste por empatía, una especie de fatiga por compasión debido a la carga emocional que llevamos a cuesta y que generalmente se produce cuando no nos dedicamos suficiente tiempo a nosotros mismos, sino que nos sumergimos de lleno en el cuidado y apoyo de la persona traumatizada, lo cual termina abrumándonos emocionalmente, dejándonos sin recursos para nuestra propia sanación emocional.
Al final, esta experiencia también cambia la percepción de nosotros mismos. Empezamos a pensar que somos hojas movidas por el viento, desarrollamos un locus de control externo, disminuye nuestra percepción de autoeficacia y aumenta la indefensión aprendida.
En estos casos, cuando interactuamos con las víctimas y sus historias de vida, todos nuestros recursos se ven alterados, en especial aquellos relacionados con la satisfacción de nuestras necesidades de seguridad, confianza, estima, intimidad y control, que son los que tienen un impacto más significativo en nuestras vidas y bienestar emocional.
Síntomas del trauma vicario, hundirse bajo el peso del sufrimiento
El trauma indirecto puede tener un impacto significativo en la salud mental de quien lo sufre ya que no solo genera un auténtico cataclismo emocional, sino que a menudo también hace tambalear las creencias y convicciones sobre las cuales habíamos construido nuestra visión del mundo. Aunque cada persona responde al trauma vicario de diferentes maneras y algunas se ven más afectadas que otras, los síntomas más comunes son:
- Síntomas emocionales. Las personas con trauma vicario pueden experimentar sentimientos duraderos de dolor, ansiedad o tristeza. Algunas personas pueden volverse muy irritables, tienen cambios de humor bruscos o se enojan con frecuencia por cosas intrascendentes. También comenzarán a sentirse inseguras y es probable que pierdan la esperanza y el sentido de la vida. Incluso pueden sentirse culpables y creer que no son dignas de amor o pensar que su vida es inútil.
- Síntomas cognitivos. El trauma indirecto suele causar dificultades para concentrarse, que terminan manifestándose como problemas de memoria y pequeños despistes. Lo que ocurre es que la mente está completamente enfocada en los sucesos traumáticos, sufre pensamientos intrusivos, de manera que se produce una disminución considerable del rendimiento cognitivo que termina apreciándose en otras esferas de la vida, sobre todo en el trabajo. Eso hará que cualquier tarea le resulte titánica, lo cual aumenta más tensión a su sistema psicológico.
- Síntomas comportamentales. El trauma indirecto puede convertir a una persona amable y optimista en una persona cínica y pesimista. También es probable que la persona se aísle y que experimente una sensación de desconexión con los demás y con el mundo en sentido general. En algunos casos, puede recurrir ala comida, el alcohol o las drogas para lidiar con una situación que le resulta insoportable y evitar las cosas que reactiven los recuerdos de la experiencia traumática. Los problemas para dormir son habituales.
- Síntomas fisiológicos. El trauma vicario no se limita al plano psicológico, sino que suele provocar una activación fisiológica que termina pasando factura. La somatización de ese estrés y malestar emocional puede provocar diferentes reacciones, desde dolor de cabeza emocional hasta erupciones cutáneas, acidez, úlceras o tensión muscular por estrés.
¿Es posible evitar el trauma vicario?
No podemos evitar sentir empatía, sobre todo cuando vemos a una persona sufriendo o conocemos su terrible historia. Sin embargo, existe una preocupación empática que nos permite ayudar al otro manteniendo nuestro equilibrio emocional y existe una empatía que solo genera distrés y nos arrastra al fondo del abismo. Es importante aprender a diferenciarlas y no traspasar la fina línea que las separa.
Mantenernos atentos a nuestras reacciones emocionales y pensamientos nos ayudará a percatarnos de que nos estamos implicando demasiado, hasta el punto de hacernos daño. Aplicar estrategias de autocuidado es una manera para recargar nuestra “batería emocional”. Eso significa disfrutar de nuestro tiempo libre y crear momentos solo para relajarnos.
Un estudio desarrollado en la Universidad Estatal de Boise reveló que los principales factores de riesgo para desarrollar un trauma vicario son el estrés al que está sometida la víctima, pero también la incapacidad para reconocer nuestras experiencias de estrés traumático secundario y una cultura laboral poco saludable, en el caso de las personas que se desempeñen como personal de apoyo de los sobrevivientes.
De hecho, en el caso de las personas que se exponen a estas situaciones por trabajo, es esencial que mantengan un equilibrio razonable entre el trabajo y su vida personal. Un estudio realizado en la Universidad Monash reveló que contar con redes sociales es particularmente importante para evitar el trauma vicario ya que a menudo son las personas que están a nuestro alrededor quienes notan las primeras señales de sufrimiento e implicación desmedida y nos alertan de ellas.
En cualquier caso, debemos tener presente que cuando nos enfrentamos a traumas que han vivido otras personas y ayudamos a las víctimas, no solo existe la posibilidad de desarrollar un trauma indirecto, sino también de desarrollar la resiliencia vicaria. Los traumas son transformadores, no cabe dudas, pero su impacto no siempre tiene que ser exclusivamente negativo. Las historias de resiliencia y crecimiento positivo que emanan de los episodios traumáticos pueden convertirse en una fuente de motivación indirecta.
Fuentes:
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Horwath, J. & Tidbury, W. (2009) Training the workforce following a serious case review: lessons learnt from a death by fabricated and induced illness. Child Abuse Review; 18(3): 181-194.
Dunkley, J. & Whelan, T. A. (2006) Vicarious traumatisation: Current status and future directions. British Journal of Guidance & Counseling; 34(1): 107-116.
McCann, I. L. & Pearlman, L. A. (1990) Vicarious traumatization: A framework for understanding the psychological effects of working with victims. Journal of Traumatic Stress; 3: 131–149.
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