Una de las cosas más bellas y asombrosas de los cachorros es ver cómo se acercan a la mayoría de las personas de manera confiada y amigable. Lo mismo ocurre con los niños pequeños. Sin embargo, en cierto punto de su desarrollo, el niño comienza a ser más selectivo, empieza a confiar en algunas personas y desconfía de otras. Estudios recientes desvelan que los perros siguen ese mismo patrón de comportamiento y que tienen una Inteligencia Social mucho más sofisticada de lo que suponíamos.
Mentir a los perros equivale a perder inmediatamente su confianza
Al igual que ocurre con los niños, si a un perro se le miente con frecuencia, terminará perdiendo la confianza en la persona y comenzará a actuar como si no pudiera confiar en la información que esta le brinda. Un experimento realizado en la Universidad de Kyoto, en Japón, demostró que los perros solo utilizan la información y siguen las órdenes de las personas que son dignas de su confianza.
En el primer estudio los psicólogos trabajaron con 24 perros y partieron con la idea de que, como estaban bien entrenados, seguirían las instrucciones de las personas. Así, colocaron dos recipientes opacos, debajo de uno de ellos había comida, el otro estaba vacío.
En la primera fase, la persona señalaba hacia el contenedor que tenía la comida. Los perros siguieron la orden y obtuvieron la recompensa.
En la segunda fase, el investigador colocó la comida ante la mirada del perro. Después, la persona indicó el recipiente vacío, alentando al perro a ir hacia este. De esta forma, se generaba la sensación de que esa persona había dejado de ser digna de confianza, que estaba mintiendo.
Al repetir una vez más el experimento, esta vez sin que el perro supiera dónde estaba escondida la comida, se pudo apreciar que solo el 8% de los perros que habían sido engañados, siguieron la indicación de la persona.
En este punto los investigadores se preguntaron si los perros serían capaces de hacer distinciones; es decir, si pensarían que todas las personas eran poco fiables para desarrollar esa tarea o si desconfiarían tan solo de la persona que les había mentido.
En este sentido, estudios realizados en el pasado mostraban que los perros son capaces de realizar juicios sobre la personalidad y los comportamientos de las personas, y no generalizan sus resultados a todas. Por eso, los investigadores reclutaron a otros 26 perros y se pusieron nuevamente manos a la obra.
Replicaron las dos primeras fases del experimento: en la primera la persona daba una indicación correcta y en la segunda mentía. Sin embargo, el truco radicaba en que se utilizaban a personas diferentes. De esta forma, se podía apreciar si los perros realizaban una distinción.
Los resultados no dejaron lugar a dudas: los perros confiaban en la primera persona, cuando esta volvía a apuntar a los contenedores, pero desconfiaban de la segunda y no seguían sus órdenes porque habían comprendido que se trataba de un mentiroso pues sus indicaciones no eran fiables.
La sofisticada Inteligencia Social de los perros
Estos psicólogos están convencidos de que los perros tienen una Inteligencia Social mucho más aguzada de la que suponemos. De hecho, un experimento similar realizado con niños demostró que los pequeños comienzan a aceptar que ciertas personas no son de confianza, solo a partir de los 5 años.
En realidad, la inteligencia de los canes ha ido evolucionando a lo largo de las décadas, sobre todo debido a la estrecha relación que han mantenido con las personas. Por eso, no es extraño que recientemente otro estudio haya encontrado que los perros realmente nos entienden y que su cerebro procesa el lenguaje de manera bastante similar a como lo hace nuestro cerebro; es decir, no solo se guían por el tono emocional de nuestro discurso sino también por el significado de las palabras.
En este sentido, un experimento asombroso realizado con Chaser, un border collie, que fue publicado en la revista Behavioral Processes, demostró que con el entrenamiento adecuado, el perro era capaz de reconocer los nombres de 1.022 juguetes y elegirlos adecuadamente en el 95% de las veces.
Sin embargo, quizás el estudio más sorprendente de todos, que no deja dudas sobre la Inteligencia Social de estas mascotas, fue realizado por psicólogos de la Universidad de Milán. En esa ocasión, los investigadores hicieron que los dueños de los perros o una persona ajena a estos, reaccionaran de manera diferente ante un estímulo ambiguo que provocaba cierta tensión y miedo en los animales.
En algunos casos, la persona reaccionaba de manera positiva, reía, se mostraba relajada y hacía comentarios con tono positivo sobre el estímulo, cada vez que el animal establecía contacto ocular. En otros casos, la persona mostraba señales de miedo y disgusto, haciendo comentarios con un tono emocional negativo sobre el estímulo.
Los investigadores pudieron apreciar que los perros usaban lo que se conoce como “referencias sociales” para regular su comportamiento, independientemente de la relación afectiva que tenían con la persona.
En práctica, los perros no solo demostraron que eran capaces de captar nuestras reacciones y estados de ánimo sino que también regulaban su comportamiento en base a estos, tomando en cuenta nuestra experiencia para decidir si podían acercarse o no al objeto. Se trata de algo sorprendente si tenemos en cuenta que la capacidad para usar las referencias sociales se desarrolla en los niños a partir de los 15 meses de edad, aproximadamente.
Por tanto, los perros tienen una Inteligencia Social muy desarrollada, que les permite interactuar con las personas y regular su comportamiento en base a la información que obtengan.
Fuentes:
Takaoka, A. et. Al. (2014) Do dogs follow behavioral cues from an unreliable human? Animal Cognition; 18(2): 475-483.
Merola, I. et. Al. (2012) Dogs’ Social Referencing towards Owners and Strangers. PLoS ONE 7(10).
Vanderbilt, K. et. Al. (2011) The development of distrust. Child Development; 82: 1372–1380.
Pilley, J. W. & Reid, A. K. (2011) Border collie comprehends object names as verbal referents. Behavioural Processes; 86(2): 184–195.
Repacholi, B. M. et. Al. (2010) Linking actions and emotions: Evidence from 15- and 18-month-old infants. British Journal of Developmental Psychology; 27(3): 649-667.
Deja una respuesta