Hay muchas formas de manipulación psicológica, algunas más sutiles que otras. Una de las más dañinas es el chantaje emocional, cuya arma preferida es la culpabilidad. El principal problema es que la culpa es esgrimida precisamente por las personas más cercanas a nosotros, por lo que es difícil detectar que estamos siendo víctimas de una manipulación. Ello genera una relación de sumisión que se prolonga en el tiempo con efectos nefastos para nuestra autoestima e independencia.
¿Qué es el sentimiento de culpa?
Parece una pregunta redundante, pero no lo es. En un inicio, la palabra culpa tenía únicamente un significado físico y concreto pues se entendía como fallar el golpe, errar el blanco. Luego se le imprimió un significado intelectual que se refería al error al dar una opinión y se relacionó con una privación o incapacidad. Finalmente, la culpa se revistió de una valoración moral. Entonces se comenzó a utilizar para indicar la transgresión de las normas relacionadas con la moral o la religión.
A partir de ese momento, la culpa dejó de ser un simple error para convertirse en un juicio de valor. Eso significa que una persona culpable no solo se comporta mal, sino que algo en ella es malo.
Crecer con esta concepción de la culpa nos convierte en personas extremadamente vulnerables porque en vez de establecer una distinción entre nuestro error y nuestra valía, los identificamos. Por eso, cuando nos equivocamos no solo consideramos que ese comportamiento es erróneo e inadecuado, sino que nosotros mismos nos consideramos equivocados e inadecuados. Creemos que algo en nosotros no funciona como debería.
Poco a poco se va formando lo que conocemos como “sentimiento de culpa”, que no es más que la sensación de ser culpables y, por ende, malos e inadecuados. Esa sensación termina permeando nuestra vida, haciéndonos sentir incómodos con lo que somos. Las personas manipuladoras hacen leva precisamente en ese sentimiento de culpa, que nos predispone a aceptar los juicios de valor condenatorios.
Usar la culpa para manipular y anular la libertad personal
Cuando una persona nos hace sentir culpables, activa ese sentimiento de culpa que existe en nosotros. Se trata de una sensación difusa que nos hace sentir inadecuados, aunque no sepamos exactamente por qué. Esa sensación nos vuelve vulnerables, haciéndonos más propensos a cargar con culpas que no son nuestras.
Este mecanismo se sustenta en lo que la filósofa Ayn Rand denominó “moralidad irracional”, una “moralidad que se opone a la naturaleza humana y a los hechos de la realidad […] que fuerza al hombre a aceptar la creencia de que existe un choque inevitable entre lo moral y lo práctico, que hay que elegir entre ser virtuoso o ser feliz, pero no se puede ser las dos cosas a la vez. Esta visión establece un conflicto desastroso al nivel más íntimo del ser humano, una dicotomía que lo hace trizas”.
En práctica, damos a los demás el derecho a juzgarnos porque nos consideramos inadecuados, porque ya tenemos la semilla de la culpa en nosotros y pensamos que toda decisión o comportamiento catalogado como «egoísta» es intrínsecamente malo.
Cuando una persona activa ese sentimiento de culpa, se pone en la posición de juez y nosotros asumimos automáticamente el rol de acusado. De repente, tenemos que defendernos sin tener muy claro de qué se nos acusa. Y dado que nos sentimos culpables de antemano, claudicamos y cedemos a la manipulación. Aceptamos que somos culpables y que la otra persona tiene razón.
En ese momento le otorgamos una superioridad moral que le da cierto derecho a dictar nuestras decisiones. Pensamos que si nos «equivocamos», lo más natural es que la persona que señala y corrige ese error sea la más adecuada para guiarnos. Nos ponemos en sus manos, a veces sin darnos cuenta. En ese preciso instante cedemos el control de nuestra vida.
Cómo liberarse de la manipulación – de una vez y por todas
Centrarse en la persona que nos manipula, culparla a su vez, y establecer una distancia de por medio es la estrategia que suelen seguir todos, pero no es la mejor solución porque se trata simplemente de un parche que no detendrá la hemorragia de una herida que en realidad es mucho más profunda. Para evitar este tipo de manipulación debemos deshacernos de ese sentimiento de culpa. Así nos blindaremos ante cualquier otra persona que intente hacernos sentir culpables en el futuro.
Ayn Rand decía que debemos desarrollar “la ambición moral, que significa que uno ha de ganarse el derecho de considerarse a sí mismo como el valor máximo” evitando el proceso crónico de autosacrificio mediante el cual supeditamos nuestras necesidades y convicciones a las opiniones o deseos de los otros. Eso no significa pasar de todo y de todos, sino encontrar un justo equilibrio en el que nosotros seamos el centro de nuestro mundo, para impedir que los demás se atribuyan el derecho a juzgarnos y hacernos sentir culpables.
También necesitamos comprender que la manipulación es una forma de ejercer el poder, de establecer una relación de dominación. Pero ejercer el poder es violar la libertad de los demás, es un acto de prepotencia a través del cual esa persona asume que sus necesidades y convicciones son más valiosas que las nuestras. Por tanto, debemos entender que usar la culpa para manipular es, en el fondo, un ataque a nuestra libertad, un intento de arrebatarnos la autonomía para decidir.
A partir de ese momento, solo debemos “experimentar placer en ser tal como uno es, con vivir su vida, cesando de perseguir el ideal”, como explicaba el filósofo Max Stirner. Se trata de comprender que si nos equivocamos, ello no significa que seamos malas personas. Que tenemos derecho a tomar nuestras decisiones y que, si en algunos momentos nos priorizamos, no tenemos que sentirnos culpable.
Es un cambio de perspectiva enorme. Pero vale la pena.
Rodrigo dice
Excelente.mil gracias, me sirvió