Vencer la apatía es fundamental para no caer en las garras de la depresión. La apatía no solo es una falta de emoción y entusiasmo sino un estado de indiferencia generalizado hacia la vida en el que nos faltan las fuerzas y las ganas. Nuestras metas pierden su sentido y nos sentimos paralizados, incapaces de encontrar la motivación necesaria para seguir adelante.
En la mayoría de los casos, la apatía es simplemente una señal de que necesitamos descansar. Es una especie de “mecanismo de desconexión automático” para que hagamos un alto en la vertiginosidad cotidiana y descansemos. En otras ocasiones es un síntoma de un problema más profundo y expresa una insatisfacción con el estilo de vida que estamos llevando y las metas que nos hemos propuesto.
Si esa apatía solo dura unos días y desaparece tal como llegó, no es motivo de preocupación. Pero si nos acompaña durante varias semanas podría ser la antesala de la depresión. De hecho, numerosos estudios han hallado una correlación entre la apatía y la depresión, si bien no son lo mismo. Dado que no somos inmunes a ese estado, es importante saber cómo combatir la apatía cuando intenta instalarse en nuestra vida.
El tratamiento de la apatía para volver a ponerse en marcha
1. Comprometerse con el cambio y creer que es posible
Independientemente de las circunstancias que nos han llevado a sentirnos apáticos, lo cierto es que ese estado se mantiene debido a la perspectiva que tenemos ahora mismo. El pasado nos ha conducido hasta el punto donde estamos, pero es nuestra mentalidad presente la que nos mantiene atascados.
Por eso, nuestra tarea más urgente para vencer la apatía es cambiar nuestra perspectiva. A fi de cuentas, es más fácil cambiar nuestra perspectiva que intentar cambiar el mundo. Para lograrlo necesitamos comprometernos con el cambio. La pregunta que debemos responder con sinceridad es: ¿Estoy dispuesto a comprometerme para vencer la apatía, aunque demande un gran esfuerzo y energía?
Cuando nos comprometemos con nosotros mismos, en lugar de la indiferencia comienza a crecer la implicación. Ese cambio de actitud puede ser suficiente para comenzar a activarnos.
2. Descubrir el origen de la apatía y hacer las paces con el pasado
Un tratamiento de la apatía que no tenga en cuenta sus causas sería como poner una tirita sobre una herida abierta. Si no se dan puntos de sutura, la herida no cerrará bien y volverá a abrirse al menor descuido. Por eso, es importante indagar en el origen de la apatía.
Un buen ejercicio consiste en mirar al pasado y recordar todas esas cosas que nos entusiasmaban y motivaban, las cosas que nos hacían sentir vivos y felices. ¿En qué punto se torció todo? ¿Cuándo dejamos de disfrutarlas? Quizá descubramos que la causa de esa apatía se remonta a la pérdida de una persona significativa, de manera que nuestra propia vida ha dejado de tener sentido. O quizá se debe a un fracaso personal. O a una profunda desilusión.
Sea cual sea la causa, necesitamos aceptar lo ocurrido e intentar pasar página. Para vencer la apatía necesitamos hacer las paces con ese pasado, de manera que podamos liberar nuestra atención y enfocarla en el futuro. Cuando nos hayamos liberado de ese peso podremos preguntarnos qué nos hace ilusión, para comenzar a construir una vida con sentido.
3. Echar mano a la fuerza de voluntad
Cuando no hay ganas, hay que recurrir a la voluntad. De hecho, a lo largo del día realizamos muchas cosas movidos exclusivamente por la fuerza de voluntad y la disciplina, no porque tengamos ganas de hacerlas. Las ganas son importantes para construir la vida que queremos. Por supuesto. Pero cuando nos fallan debe entrar en acción la voluntad.
Las ganas son volátiles e inestables, por lo que no suelen ser la guía estable que necesitamos para alcanzar los objetivos que nos propongamos. Si queremos vencer la apatía, necesitamos poner en marcha nuestra fuerza de voluntad. Y eso significa movernos, aunque no tengamos ganas.
¿Un secreto para lograrlo? Confiar en nuestra fuerza de voluntad. “Actúa como si ya tuvieras esa virtud y verás que es mucho más fácil desarrollarla”, escribió William James. Si partimos pensando que no tenemos fuerza de voluntad, habremos perdido la partida antes de comenzar. Por tanto, necesitamos convencernos de que podemos combatir la apatía y vencerla.
4. Pasar de la pasividad a la resolución de problemas
La apatía nos encierra en una espiral descendente porque nos dificulta dar el primer paso que nos ayude a salir de ese estado. La buena noticia es que, una vez que ponemos el “motor en marcha”, es más fácil seguir avanzando.
Por tanto, debemos preguntarnos cuál es el primer paso más fácil y factible que podemos dar para salir de ese estado de apatía y letargo en el que hemos caído. Puede ser útil crear una lista de las cosas que creemos que no están funcionando en nuestra vida. Luego podemos revisarla y elegir algo pequeño que podamos cambiar.
No tiene que ser nada excepcional. El secreto es encender la chispa. Debemos recordar que un paso no nos lleva a donde queremos llegar, pero al menos nos saca de donde no queremos estar. Nos permite darnos cuenta de que podemos avanzar, de manera que el desánimo vaya quedando atrás y nos empecemos a recargar con nueva energía.
5. Incorporar algo novedoso en la rutina cotidiana
Aunque hayamos entrado en un estado apático, es probable que tengamos que seguir adelante con nuestra rutina. Tendremos que trabajar igualmente, aunque rindamos la mitad, y tendremos que encargarnos de las labores domésticas aunque no nos apetezca o cumplir con los compromisos sociales que no podemos cancelar.
Por una parte, esa rutina nos mantiene en movimiento e impide que caigamos en la apatía más absoluta, pero por otra parte también puede reforzar esa sensación de indiferencia y sinsentido. Dejar que la rutina nos envuelva puede irnos arrebatando gradualmente la pasión y las ganas, generando un estado de apatía generalizado.
Por eso, es conveniente incorporar algo nuevo en nuestra rutina. No tiene que ser necesariamente algo trascendental, pequeños cambios que nos devuelvan la capacidad de asombrarnos o que activen nuestro deseo de descubrir cosas nuevas serán suficientes. Puede ser descubrir un rincón nuevo en la ciudad, probar nuevos platos, dar un paseo en la naturaleza o descubrir una música diferente. Vale la pena considerar cualquier cosa que le dé una nueva oportunidad a las ganas de vivir.
Fuentes:
Ishizaki, J. & Mimura, M. (2011) Dysthymia and Apathy: Diagnosis and Treatment. Depress Res Treat; 893905.
Goldberg, Y. K. et. Al. (2011) Boredom: An Emotional Experience Distinct from Apathy, Anhedonia, or Depression. Journal of Social and Clinical Psychology; 30(6): 647-666.
Brodaty, H. & Burns, K. (2011) Nonpharmacological Management of Apathy in Dementia: A Systematic Review. The American journal of geriatric psychiatry; 20(7): 549-564.
Levy, M. L. et. Al. (1998) Apathy Is Not Depression. Journal of Neuropsichiatry; 10(3): 314-319.
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