Después de sufrir una experiencia traumática el sentido común y muchas voces a nuestro alrededor nos aconsejan que ventilemos las emociones pero… ¿cuánto de cierto encierra esta sabiduría popular? Usualmente después de las grandes catástrofes naturales los gobiernos movilizan un equipo de psicólogos al lugar del hecho para que las personas puedan canalizar sus emociones pero… ¿cuán eficiente es esta estrategia?
Precisamente estas preguntas dirigieron el estudio del Dr. Seery de la Universidad de Buffalo que examinó cómo las personas lidiaban con la realidad después del ataque terrorista del 9 de noviembre en Nueva York.
Los resultados afirman que hablar de nuestros pensamientos y emociones después de un trauma puede ser psicológicamente dañino.
Este estudio involucró a 36 mil personas representativas de todo el país que fueron contactadas vía Internet inmediatamente después del ataque terrorista. Les pidieron que manifestaran sus pensamientos y emociones libremente. De este total, 2 138 personas fueron seguidas durante los dos años siguientes para evaluar cómo lidiaban con el trauma colectivo. En esta nueva muestra solo 579 permanecieron en silencio prefiriendo no expresar sus sentimientos o ideas al respecto.
Los resultados fueron impactantes aún para los mismos investigadores: se evidenció una correlación positiva entre la ventilación de las emociones y el estrés postraumático. Es decir, las personas que respondieron ante la demanda de que expresaran sus emociones solían presentar posteriormente síntomas de estrés postraumático mientras que aquellos que se extendían más en sus respuestas presentaban mayores niveles de estrés.
Esto sugiere que la teoría popular que afirma que ventilar las emociones después del trauma actúa como una «válvula de escape positiva» puede no ser cierta e incluso podría tener posteriores repercusiones negativas para la salud mental de la persona.
Aunque el estudio fue realizado con una muestra considerable, existen algunas explicaciones alternativas que pongo a su consideración:
– Las causas que motivaron a las personas a no expresar sus sentimientos son muy variadas; una de ellas podría ser que realmente el evento no las haya impactado y que mantuvieron la calma en esa situación. Ésta es una hipótesis posible aunque particularmente la considero bastante improbable ya que este ataque terrorista fue un suceso que conmovió a buena parte de las personas en el mundo entero. Particularmente recuerdo que en aquellos días estaba haciendo mi rotación por el Hospital Psiquiátrico que no daba abasto para la cantidad de casos que llegaban como emergencias.
– Aquellos que respondieron ventilando sus emociones de manera inmediata estaban más traumatizados inicialmente que las personas que optaron por no responder por lo cual sería normal que manifestaran mayores síntomas de estrés postraumático. Esta idea me resulta más sensata que la anterior, aunque también tiene su punto débil: la expresión emocional no depende únicamente de la intensidad de lo que se experimenta sino también de las particularidades personológicas; así, las personas que suelen ser más expresivas emocionalmente no son aquellas que más «sientan» la situación sino también las que sean más extrovertidas.
No obstante, más allá de los resultados de este estudio, la validez de la teoría comúnmente conocida como «olla de presión» está a debate. Les sintetizo rápidamente esta teoría popular que ha engrosado los anales de la terapéutica psicológica: las emociones se acumulan dentro de nosotros hasta que llega un punto en el cual nuestra mente no es capaz de aguantar tanta tensión y explota liberando toda la presión concentrada, de esta forma el humor mejora notablemente. Las personas que no liberan sus emociones estarían negándolas y por supuesto, la negación es un proceso dañino y patológico.
Algunos psicólogos de la praxis afirman que las personas que no se expresan emocionalmente ante una situación traumática no son necesariamente «negadores» sino que pueden ser personas más resilientes ante las adversidades. A esta experiencia de consulta se le suman las investigaciones desarrolladas en la Universidad Católica de Louvain donde se afirma que compartir los sentimientos después de haber sufrido un gran impacto emocional no promueve una recuperación más rápida.
No obstante, ya sabemos que en estos casos siempre se habla en términos de cifras y estadísticas mientras que en la Psicología cotidiana, esa que se desarrolla cada día en la consulta, muchas veces la realidad muestra tamices muy diversos. Así, estas investigaciones deben convertirse en un alto de reflexión en el camino que nos impulse a enriquecer nuestras prácticas terapéuticas y a ampliar nuestra visión del mundo.
Fuentes:
Seery, M. D. et al. (2008). Expressing Thoughts and Feelings Following a Collective Trauma: Immediate Responses to 9/11 Predict Negative Outcomes in a National Sample. Journal of Consulting and Clinical Psychology; 76(4): 657-667.
Rimé, B. et. Al. (1998) Social Sharing of Emotion: New Evidence and New Questions. European Review of Social Psychology; 9.
E.M.C dice
que importante es saber que existen profesionales en esto ya que la mayoría de veces este tipo de lesiones no son diagnosticadas y son tipificadas dentro de otros tipos de trastornos tales como los relacionados dentro de la depresión u alteraciones que condicionan trastornos alimenticios,así mismo aquellos relacionados con alteraciones del lenguaje o0 el habla ante un evento propio de la naturaleza o condicionado por el propio ser humano.
Jennifer Delgado Suarez dice
EMC,
Normalmente cuando aparece una persona en consulta, una de las primeras cosas en las cuales se indaga es en los hechos traumáticos que ha vivido ya que así se puede conocer con profundidad la causa de su malestar.
Claro, como bien dices, el problema es que no siempre los síntomas aparecen inmediatamente después de un trauma, de hecho, a veces pueden demorar meses o incluso años en aparecer. Estos casos son más complejos pero realmente son menos frecuentes.