“Hay que vivir el presente” es uno de los consejos que se repite por doquier. Lo encontramos en los muros de Instagram y en las tazas, adornando camisetas e incluso se ha colado en las películas y la publicidad.
Esta frase ha hecho resonancia en muchísimas personas porque abrazar el aquí y ahora tiene sus ventajas: menos estrés y más alegría; menos pensar y más dejarse llevar. Es como encontrar el santo grial de la satisfacción eterna, pero cuando algo parece demasiado bueno para ser verdad, es probable que no lo sea.
¿Qué NO es vivir el presente?
La popularización de este antiguo consejo ha conducido a su distorsión, dando lugar a malinterpretaciones que se alejan bastante de su significado original. En muchas ocasiones vivir el presente se entiende como desinhibirse o dejarse llevar por los impulsos del momento. Las personas asumen que es una invitación a dejarse ir, aparcar el autocontrol y ceder a las tentaciones.
Muchos también creen que significa actuar sin pensar o dejarse llevar por las circunstancias sin reflexionar sobre las consecuencias. Piensan que se trata de convertirse en hojas movidas por el viento que no oponen resistencia – ni a los estímulos externos ni a los internos.
Sin embargo, vivir el presente no es eso.
Y tampoco es una garantía al 100% de felicidad. Vivir el presente no es una especie de fórmula mágica que equivale automáticamente a ser feliz. Dejarse llevar por los impulsos no siempre conduce a resultados positivos. De hecho, en ocasiones puede generar más problemas y conflictos haciendo que nos volvamos imprudentes o desdeñosos.
Por supuesto, es cierto que la felicidad se vive en el presente. No hay otra manera. Como dijera Thich Nhat Hanh: “la vida sólo está disponible en el momento actual”. Pero eso no implica que vivir el presente garantice la felicidad. La lógica señala que, si llueve, debemos sacar el paraguas, pero sacar el paraguas no hará que llueva. Por desgracia, cuando se trata de nuestro universo emocional, la racionalidad suele ser menos clara y a menudo nos abandona.
¿Qué significa vivir el presente realmente?
Vivir el presente está más relacionado con nuestra capacidad para estar plenamente presentes en el aquí y ahora. De hecho, este consejo es el pilar sobre el que se han elaborado las antiguas filosofías taoístas y budistas, que siempre han promovido la atención plena como una vía para aprovechar la vida y conectar con la esencia del universo.
Ser capaz de vivir el presente no significa únicamente estar atentos, sino ser conscientes de lo que ocurre – tanto dentro como fuera. Es prestar atención a lo que sucede a nuestro alrededor, pero también ser conscientes de nuestras emociones y pensamientos. Por tanto, a menudo está precedido por un viaje de descubrimiento interior ya que no podemos estar en el aquí y ahora si nuestra mente se encuentra en otra parte.
La difícil misión de vivir en el aquí y ahora
Para vivir el presente con plenitud primero debemos deshacernos de muchos de los miedos, expectativas, creencias preconcebidas o simplemente de ese barullo mental que crean los pensamientos automáticos y nos impiden estar en el aquí y ahora.
Para acallar ese diálogo interior, necesitamos resolver aquello que lo agita, por lo que debemos prestar atención con interés y curiosidad, pero sin juzgar ni precipitarnos a sacar conclusiones. Tenemos que fijarnos en cómo actuamos, pero también en los pensamientos que cruzan por nuestra mente y en lo que sentimos.
Prestar atención a nuestras sensaciones corporales nos ayudará a ir perdiendo el miedo a explorar nuestro universo emocional. Así dejaremos de reprimirlo, pero no nos dejaremos arrastrar por él.
A medida que aprendamos a explorar lo que sentimos, el pensamiento se va calmando. Eso nos permitirá ser menos reactivos y nos dará la oportunidad de darnos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor y de por qué sucede, lo cual nos permitirá actuar en consecuencia. No se trata de controlar sino de descubrir y entender las cosas nuevas o aquellas que siempre habían estado ahí, pero que no habíamos notado.
Ser conscientes se convierte, por tanto, en una herramienta para comprender mejor la realidad, y de paso, entendernos mejor y resolver esos conflictos latentes que nos impiden ser felices. Dado que es imposible estar en el presente y, al mismo tiempo, escapar del malestar, debemos enfocarnos en abatir esas barreras internas.
La actitud justa para aprovechar los beneficios de vivir el presente
Si nos quedamos atrapados en la búsqueda de los momentos fugaces de felicidad, podemos olvidarnos de las consecuencias del mañana… hasta que nos golpean con toda su fuerza. Los problemas y las preocupaciones – cotidianos o existenciales – nos atraen como un imán, por lo que es bastante difícil vivir en el presente todo el tiempo. Es normal que nos preocupamos por nuestro futuro o reflexionemos sobre el pasado, perdiendo la noción de lo que sucede a nuestro alrededor.
Cuando tenemos problemas o surgen obstáculos, es comprensible que las emociones nos sobrepasen y nuestra visión se desenfoque, de manera que dejamos de prestar atención a lo que ocurre aquí y ahora. Pero en esos casos, la solución no es escapar de esas emociones persiguiendo el disfrute a toda costa.
De hecho, el objetivo de vivir el presente no consiste únicamente en esperar estar bien, sino en entender la realidad. Esa comprensión es lo que nos hará estar mejor, encontrar la paz interior y afrontar los retos con mayor sabiduría y serenidad.
Vivir el presente no es sinónimo de hedonismo sino de conciencia. Y a veces eso también significa imbuirse en emociones que no son agradables. Vivir el presente es dejar que los pensamientos y las emociones fluyan, en vez de aferrarnos a ellos. Y aceptar que a veces también nos perderemos en el laberinto del pasado y las posibilidades del futuro.
No pasa nada.
Simplemente debemos reconducir nuestra mente con amabilidad al momento actual. A fin de cuentas, la idea de vivir el presente no es otro que “vivir” plenamente – lo bueno y lo malo – con conciencia y gratitud.
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