«¿Puede el estrés desencadenar un evento neurológico? ¿Puede la ansiedad sostenida provocar un infarto? ¿Qué efectos puede tener la depresión sobre la salud?» Estas y otras preguntas representan inquietudes muy comunes entre las personas.
Esta ha sido mi línea de investigación durante años, así, me he enfrentado a multitud de públicos más y menos incrédulos; a muchas personas que confían en que los estados emocionales son mediadores por excelecia para la aparición y el curso de las enfermedades y otros profesionales que aún siguen hablando de las enfermedades psicosomáticas, término que considero debería erradicarse del vocabulario porque absolutamente todas las enfermedades tienen un componente psicosomático.
Recientemente un titular ha recorrido el mundo: «La depresión es un factor de riesgo tan mortal como fumar», la idea no es nueva pero siempre son bienvenidos nuevos datos de las investigaciones.
El estudio se realizó en la Universidad de Bergen en Noruega y en el King College de Londres. Los científicos han utilizado los datos correspondientes a encuestas realizadas a 60 mil personas relacionándolo con los correspondientes índices de mortalidad. Hallaron que, en un periodo de cuatro años, el riesgo de mortalidad aumentó en un índice similar entre las personas que padecían depresión y entre aquellas que eran fumadores.
Los análisis fueron más allá mostrando que las personas que padecían estados combinados de depresión y ansiedad corrían menos riesgos en comparación con los que sufrían únicamente de depresión.
Así, se haría referencia a dos grupos de riesgo diversos: las personas con elevados niveles de ansiedad son más vulnerables a sufrir accidentes cerebro vasculares y ataques cardio vasculares mientras que las personas con depresión presentan una tendencia a negar sus síntomas por lo cual normalmente no buscan ayuda para solucionar sus problemas físicos asumiendo riesgos innecesarios que propician una elevada mortalidad.
En el 2001 Ostir nos presentaba un estudio realizado con 2 478 voluntaios donde quedaba suficientemente demostrado que aquellas personas que obtenían mayores puntuaciones en las escalas de bienestar emocional presentaban una tendencia mucho menor a sufrir accidentes cerebrovasculares.
Posteriormente, en el 2002, Tarangano a partir del seguimiento de 478 personas durante un periodo de 19 meses demostró que la ansiedad aumenta el riesgo de daño vascular. La prevalencia de ansiedad leve y moderada durante largos periodos de tiempo aumenta nueve veces el riesgo.
Pero… ¿qué estado emocional provoca mayores daños? no existe un estado emocional a priori que sea más dañino sino que cada emoción desempeña un papel diferente en las diversas enfermedades. Así, por ejemplo, para la aparición de un accidente cerebrovascular, entiéndase infarto cerebrovascular, hemorragia o isquemia transitoria existen dos factores esenciales: la incapacidad para relajarse (pensamientos recurrentes y negativos que provocan ansiedad sostenida) y el estilo de afrontamiento negativo ante las situaciones de estrés (caracterizado por el enfrentamiento directo ante las situaciones sin analizar las consecuencias de las acciones lo cual solo genera más estrés).
Como es lógico, la consecuencia emocional es la vivenciación de gran ansiedad sostenida por parte de la persona que puede desembocar en una enfermedad tan mortal como el accidente cerebrovascular o los ataques cardiovasculares.
Así, la ansiedad muchas veces se muestra como un factor desencadenante para las más diversas enfermedades mientras que la depresión se relaciona con el curso de la patología. Se conoce que el pesimismo y la depresión aumentan el período de convalecencia, ya sea de una operación quirúrgica o de la gripe común, porque actúan disminuyendo las defensas naturales del organismo.
Por supuesto, también vale aclarar que la existencia de estados emocionales no es factor suficiente para provocar las enfermedades, siempre debe existir de base los factores de riesgo de orden fisiológico.
Fuentes:
King’s College London (2009, Noviembre). Depression as deadly as smoking, study finds. En: ScienceDaily.
Delgado, J.; Herrera, L. F. & Lamyau, Y. (2006) Una nueva mirada a los factores de riesgo para la aparición de la enfermedad. Un análisis en los accidentes cerebrovasculares. Duazary; 3 (1): 24-31.
Tarangano, F. (2002) Ansiedad por disrupción: una realidad clínica. IX Congreso Internacional de Psiquiatría. Buenos Aires: CEMIC.
Ostir, G. (2001) The association between emotional well being and the incidence of stroke in older adults. Psychosomatic Medicine; 63: 210-215.
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