Se dice que en su recorrido por la India, Buda estuvo en la ciudad de Rajgir. Atraídos por su fama, 500 brahmanes se reunieron para pedirle que les explicara el camino a la iluminación. Buda, que normalmente explicaba sus enseñanzas a través de parábolas, les contó 100 sūtras, este es uno de ellos.
“Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo, vivía un hombre que tenía un rebaño compuesto por 250 vacas. Aquel hombre se sentía muy orgulloso de su ganado y se preocupaba de su bienestar.
Se aseguraba de que pudieran pastar en libertad todos los días y de que el establo fuera suficientemente confortable. La leche que obtenía era de excelente calidad y todos lo alababan por ello. Todo marchaba viento en popa, no podía pedirle más a la vida.
Sin embargo, un día, una manada de lobos famélicos atacó a una de las vacas y se la comieron.
Al caer la noche, cuando el hombre hizo el recuento de su ganado, se dio cuenta de que faltaba una vaca.
Entonces pensó: “¡Qué desgracia! Mi rebaño está incompleto”.
Con el paso de los días comenzó a desatender al resto de las vacas.
Solo pensaba: “¿Por qué ha tenido que pasarme justo a mí? ¿Qué sentido tiene tener todas estas otras vacas?”
Con aquella idea en mente, obsesionado con la muerte de una de sus vacas y pensando que ya nada volvería a ser como antes, condujo al resto del ganado hasta acantilado, a la muerte”.
Aunque esta historia puede parecernos inverosímil, hasta el punto de rayar en la locura, lo cierto es que en muchas ocasiones nos comportamos como el hombre de la historia. Y como resultado, nos convertimos en los artífices de nuestra verdadera desgracia, maximizando un problema que podría haber sido pequeño en comparación con el que nosotros mismos hemos causado. En otras palabras: hacemos una tormenta en un vaso de agua.
¿Por qué nos centramos en lo negativo?
Algunas personas asumen la adversidad desde una perspectiva más positiva, pero la mayoría se centra más en los sucesos negativos y los recuerda con más detalles. De hecho, se ha apreciado que nuestro cerebro procesa de manera relativamente diferente la información positiva y la negativa.
Las emociones negativas generalmente implican un pensamiento más profundo, por lo que la información se suele procesar más a fondo que las situaciones que generan vivencias positivas. Como regla general, rumiamos mucho más los acontecimientos desagradables que los sucesos felices. Las emociones negativas, los sucesos dolorosos y los comentarios desagradables tienen un mayor impacto que los buenos. Además, las malas impresiones y los estereotipos negativos se forman más rápido y son más resistentes al cambio que los buenos.
Lo demuestra fehacientemente un experimento realizado en la Universidad Carnegie Mellon. Los participantes ganaron o perdieron la misma cantidad de dinero, pero la angustia experimentada por la pérdida era mucho mayor que la alegría que acompañó la ganancia. Por si fuera poco, también se apreció que los sucesos negativos son más resistentes en la memoria que los buenos.
Todo parece indicar que nuestra tendencia a centrarnos en lo negativo se debe a que intentamos recopilar la mayor cantidad de detalles posibles sobre lo sucedido para evitar ese sufrimiento en el futuro. Sin embargo, si no somos capaces de pasar página suficientemente rápido, podemos caer en nuestra propia trampa y condenarnos a la infelicidad que pretendemos evitar zambulléndonos en un círculo vicioso de rumiación.
Cinco señales que indican que estamos haciendo una tormenta en un vaso de agua
Nos comportamos como el personaje de la historia cada vez que:
1. Nos centramos exclusivamente en la pérdida y no somos capaces de ver las posibilidades que aún tenemos a nuestro favor.
2. Dejamos que nos inunde la negatividad, de manera que terminamos viendo el mundo bajo un prisma gris.
3. Pensamos que el dolor, la angustia y el sufrimiento que experimentamos por un suceso jamás pasarán.
4. Creamos una tormenta en un vaso de agua, convirtiendo un pequeño problema en un drama.
5. Tomamos nota exclusivamente de los sucesos que confirman nuestra visión negativa de los hechos, descartando el resto.
¿Cómo evitar hacer una tormenta en un vaso de agua?
Para evitar comportarnos como el personaje de la historia, haciendo una tormenta en un vaso de agua, necesitamos actuar en tres niveles: emocional, racional y conductual.
1. Toma nota de tus emociones. Intentar esconder o reprimir las emociones no sirve de nada. En su lugar debemos tomar nota de ellas, llamarlas por su nombre y, sobre todo, ser conscientes de su impacto sobre nosotros. No siempre es fácil ya que a veces podemos negar que nos sentimos enfadados o tristes simplemente porque nos han dicho desde pequeños que no debemos reaccionar así.
Queremos creer que somos fuertes y que tenemos el control, por lo que pensamos que reconocer esas emociones nos convierte en personas más débiles. ¡Es justo lo contrario! Hasta que no reconozcamos cómo nos sentimos seguiremos estando controlados por las emociones. Todas las emociones son válidas y no debemos juzgarlas, tan solo reconocerlas y comprender su impacto.
2. Cambia tus pensamientos. El segundo paso consiste en redirigir el pensamiento hacia las potencialidades, en vez de centrarnos exclusivamente en la pérdida. Es cierto que cuando atravesamos malos momentos es difícil ver lo positivo, por eso es importante salir de nuestra perspectiva.
Imagina que eres otra persona, quizá ese amigo que siempre te da buenos consejos y te ayuda a salir de los malos momentos: ¿Qué te diría?
Lo más importante es que identifiquemos cada pensamiento desadaptativo que añade más leña al fuego, generalmente se trata de generalizaciones erróneas, como pensar «todo va a salir mal» o «nunca podré superarlo». Luego debemos colocar en su lugar pensamientos más objetivos y realistas. Por supuesto, no se trata de abrazar un optimismo tóxico, sino de encontrar un saludable punto medio.
3. Actúa en consecuencia. En tercer lugar, es fundamental cerciorarnos de que estamos dando los pasos en la dirección correcta. Para salir de cualquier situación difícil es necesario actuar, no quedarnos bloqueados en el sufrimiento.
Una de las frases budistas más interesantes nos enseña que «un viaje de mil millas empieza con el primer paso«. Lo que sucede es que a menudo nos da miedo dar ese paso, porque aunque no queramos reconocerlo, nos sentimos más cómodos y seguros en el sufrimiento que lanzándonos a lo desconocido. Tampoco es necesario agobiarse, basta dar pequeños pasos que nos alejen de la situación que genere el malestar, pequeños pasos que no generen una gran dosis de ansiedad.
Fuente:
Zhang, L. & Baumeister, R. F. (2006) Your money or your self-esteem: threatened egotism promotes costly entrapment in losing endeavors. Pers Soc Psychol Bull; 32(7): 881-893.
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