¿Te acuerdas del cuento de Pinocho? A este niño de madera siempre le acompañaba un personaje aún más singular e interesante desde el punto de vista psicológico: Pepito Grillo, que asumía las veces de su conciencia indicándole cuál era la mejor decisión y reprendiéndole cuando se equivocaba.
En realidad, la idea de que todos tenemos un Pepito Grillo es mucho más antigua. En la cultura popular, tan rica en metáforas y alegorías, siempre se ha representado la conciencia como un pequeño ángel que nos susurra al oído para ayudarnos a emprender el buen camino y, como contraparte, también hayamos a un diablillo que nos tienta. ¿Se trata de una elaborada fantasía o esta idea tiene una base real en nuestro cerebro?
Investigadores de la Universidad de Oxford están convencidos de que Pepito Grillo existe, se encuentra en nuestra corteza prefrontal anterior y es exclusivo de los seres humanos.
Si no tienes que pensar… ¿Por qué piensas?
En uno de los experimentos, los investigadores entrenaron a las personas para que se familiarizasen con el camino de un laberinto virtual. Después, escanearon sus cerebros mientras los participantes recorrían el laberinto. En este punto, los investigadores no esperaban una actividad en la corteza prefrontal anterior ya que las personas simplemente debían seguir el camino que ya conocían haciendo apelo a su memoria. Sin embargo, no fue así.
En el experimento se apreció que algunas zonas de la corteza prefrontal anterior se activaban cuando las personas llegaban a una encrucijada en el laberinto. Es decir, aunque ya estaban familiarizados con el camino que debían seguir, aún así su cerebro se activaba en algunos puntos, como si estuviese sopesando otras opciones. Este estudio hizo saltar la alarma. ¿Por qué, si las personas ya conocían el camino, seguían valorando opciones?
La respuesta llegó de la mano de otro experimento en el cual los investigadores cambiaron un poco la tarea: las personas debían recorrer un laberinto virtual en el cual algunas encrucijadas eran más complejas que otras. Para facilitarles la toma de decisión, cada encrucijada mostraba un número que indicaba las probabilidades de que fuese el camino correcto. Por ejemplo, al llegar a un punto con tres desvíos, uno indicaba 10, otro 30 y un tercero 70.
Es lógico pensar que tomaremos el desvío que nos indica el número 70 ya que así tendremos más probabilidades de acertar y encontrar la salida. De hecho, todos los participantes eligieron este camino pero aún así, se mostraba una intensa actividad en la corteza prefrontal anterior, la cual se intensificaba cuando había un mayor número de opciones e incluso se mantenía aunque la persona ya hubiese tomado su decisión. ¿Qué nos indica esto?
Un mecanismo subrepticio para sopesar alternativas
Estos experimentos demuestran que nuestra corteza prefrontal anterior continúa evaluando las opciones que dejamos atrás. O sea, se encarga de valorar las alternativas que desechamos y analizar si las razones que nos llevaron a hacerlo eran válidas. Vale aclarar que no se trata del sentido de culpa y los remordimientos que se desatan después de constatar que hemos tomado una mala decisión, es un mecanismo que se activa mucho antes de conocer las consecuencias de la decisión que hemos tomado.
Esta zona del cerebro se ocupa de valorar rápidamente las otras alternativas y comunicarnos que hemos tomado una mala decisión. Es como la voz de un padre, amable pero con autoridad, que nos indica que sería mejor que fuésemos a nuestra habitación para reflexionar sobre la decisión que hemos tomado de manera que no volvamos a hacerlo en el futuro.
Se trata de un gran descubrimiento porque tradicionalmente se ha pensado que el proceso de toma de decisiones sigue un camino más lineal. Es decir, creíamos que nuestro cerebro evaluaba todas las alternativas, sopesando pros y contras, tanto desde el punto de vista lógico como emocional, y que entonces elegía una alternativa. Después, y solo cuando las consecuencias no eran las esperadas, nos veíamos obligados a volver atrás y analizar otras opciones.
Sin embargo, según estos investigadores, nuestro cerebro se da cuenta de que no hemos tomado la mejor decisión antes de que lleguen las consecuencias ya que este continuaría buscando alternativas mejores. Y después nos las hace saber.
En práctica, nuestra corteza prefrontal anterior continúa evaluando las opciones alternativas, como si estas hubiesen quedado en suspenso. El objetivo de este mecanismo es prepararnos por si en un futuro próximo tenemos que volver sobre nuestros pasos o nos enfrentamos de nuevo a la misma situación.
Fuentes:
Rushworth, M. et. Al. (2011) Frontal Cortex and Reward-Guided Learning and Decision-Making. Neuron; 70(6): 1054–1069.
Boorman, E. E. et. Al. (2009) How Green Is the Grass on the Other Side? Frontopolar Cortex and the Evidence in Favor of Alternative Courses of Action. Neuron; 62(5): 733–743.
Yoshida, W. & Ishii, S. (2006) Resolution of Uncertainty in Prefrontal Cortex. Neuron; 50(5): 781–789
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