
Todos tenemos múltiples capas. Cual si de una cebolla se tratase, los contenidos psicológicos se van superponiendo, creando diferentes niveles que nos definen como persona. En nuestras interacciones, decidimos – de manera más o menos consciente – cuánta de esa información revelar y en qué medida. Si nos sentimos cómodos y confiamos en la persona, seremos más abiertos. Si la acabamos de conocer y todavía desconfiamos, seremos más cautelosos.
La teoría de la penetración social explica cómo funciona ese intercambio de información, describiendo el paso de una relación superficial a un vínculo más íntimo. Y se aplica lo mismo a las relaciones de pareja y familiares que a las amistades o los grupos sociales a los que pertenecemos, así como a las interacciones laborales que entablamos.
El modelo o teoría de la cebolla es una metáfora útil para describir cómo funciona ese proceso de compenetración social, mostrando cómo nos relacionamos hasta dejar al descubierto nuestra esencia, además de darnos algunas pistas para mejorar nuestras relaciones.
Las diferentes capas de las personas en sus relaciones
La comunicación no solo nos permite compartir experiencias y establecer relaciones, sino que también es una vía para conocernos a nosotros mismos y a los demás. Pero requiere tiempo y esfuerzo. No llegamos a conocer a alguien en un mes y ni siquiera en un año porque tenemos que ir desvelando una por una sus diferentes capas psicológicas. La teoría de la penetración social hace referencia precisamente a la existencia de varias capas, desde las más superficiales hasta las más profundas.

- Capas externas. Es la imagen pública que proyectamos, lo que queremos que sea visible a los demás y la base sobre la que se forman las primeras impresiones. Es la información más superficial que dejamos entrever y compartimos con los demás, a menudo con la intención de mostrar nuestra mejor cara. Se trata de datos básicos y gustos generales sobre temas como la música o determinadas aficiones. Como no se trata de asuntos sensibles ni nos comprometen emocionalmente, compartimos esa información con relativa facilidad, aunque generalmente nos mantiene en una zona de contacto superficial.
- Capas intermedias. Se trata de información más personal, como opiniones y creencias religiosas o políticas, actitudes sociales y algunas experiencias pasadas. Para abrir esas capas demandamos un mayor nivel de confianza y generalmente solo salen a la luz cuando nos sentimos relativamente cómodos con la persona y pensamos que podemos sintonizar emocional con ella, que podrá entendernos y que podría compartir algunos de nuestros valores. De cierta forma, cuando compartimos este tipo de información, lo que hacemos es sondear si la relación vale la pena y podemos ir un paso más allá.
- Capas internas. Son capas profundas que contienen aspectos muy íntimos de nuestra personalidad, incluyendo miedos, inseguridades, esperanzas, deseos y metas en la vida. Generalmente solo compartimos esa información con las personas en quien confiamos ya que en muchos casos implica reconocer nuestra vulnerabilidad al dejar al descubierto nuestra esfera emocional, aquello que realmente nos motiva y mueve.
- Núcleo. Se trata del epicentro de nuestra identidad, en el que radican los deseos inconfesados, las pulsiones, los impulsos más recónditos, las fantasías más secretas y las experiencias más profundas que nos han cambiado. En muchas ocasiones, guardamos esa información para nosotros, evitando compartirla, a menos que encontremos a alguien verdaderamente especial en quien confiamos, con quien nos sentimos cómodos y que intuimos que no nos juzgará. En la vida, pocas personas pueden acceder al núcleo psicológico de otras, simplemente porque implica desnudarse emocionalmente por completo.
¿Cómo pasar de la superficie a la esencia a través de la autorrevelación?
Para que las relaciones se desarrollen y consoliden, es necesario que ambas personas compartan información sobre sí mismas. El número de temas, su amplitud y profundidad definirán el tipo de relación y contribuirán a crear cierto grado de intimidad.
- Amplitud. Abarca la cantidad de temas que se pueden abordar con una persona, desde hablar del estado del tiempo hasta de nuestros pasatiempos o sueños más locos. Cuantos más temas podamos hablar con alguien, más probable es que esa relación siga avanzando y se consolide.
- Profundidad. Implica el grado en que se ahonda en los temas, dejando entrever el nivel de implicación emocional. Por ejemplo, con algunas personas solo mencionamos un tema pero podemos sentirnos cómodos con otra para debatirlos y entrar en detalles. Como norma, a mayor profundidad, mayor intimidad en la relación.
En las relaciones, cuando una persona revela algo de sí, lo habitual es que el otro le corresponda con información del mismo nivel. Por ejemplo, si alguien nos cuenta lo mal que lo está pasando tras la muerte de un ser querido, lo normal es corresponder desvelando otra experiencia íntima. Eso facilita la conexión y permite que la relación se vaya consolidando, aumentando la confianza e intimidad entre ambos.
Cuando nos abrimos podemos llegar a lo que se conoce como un «nivel de penetración social estable», que se caracteriza por la apertura, amplitud y profundidad en los temas de conversación. Es una relación en la que nos sentimos a gusto hablando sobre cualquier cosa porque se entabla desde la honestidad y la intimidad, distinguiéndose por un alto grado de espontaneidad y la expresión abierta de pensamientos, sentimientos y comportamientos.
En cambio, si respondemos con un nivel menos profundo, es probable que la persona lo perciba como una barrera emocional, un intento de marcar una distancia psicológica, lo cual probablemente hará que cierre esa capa que estaba dispuesta a mostrarnos. Si somos recelosos, levantamos muros en la relación.
Cuando percibimos que existen temas “tabú”, asuntos que generan conflictos o nos sentimos juzgados y rechazados, se produce una despenetración o disolución social. Es decir, cerramos deliberadamente algunas porciones de nuestra vida a la otra persona. Damos un paso atrás para revalorar el vínculo y ajustamos nuestras expectativas.
Por tanto, la compenetración solo se logra a través de un proceso intencional de autorrevelación en el que estamos dispuestos a escuchar, pero también a abrirnos emocionalmente.
Obviamente, toda autorrevelación implica riesgos. Corremos el riesgo de que nos critiquen o incluso nos rechacen, pero quien no arriesga, tampoco gana. ¿Cómo vamos a descubrir si la persona que tenemos al lado realmente nos aprecia por ser cómo somos si no nos atrevemos a mostrar quiénes somos? La autorrevelación implica riesgos, pero puede producir resultados tremendamente positivos en términos de intimidad, confianza y apoyo, por lo que sin duda es un camino que merece la pena recorrer.
Y mientras lo hagamos, debemos recordar que a medida que vamos conociendo a una persona, esta va cambiando y adaptándose a nosotros, lo cual significa que ese proceso de descubrimiento y compenetración es un viaje que no termina. La autorrevelación puede ser un proceso lento, sobre todo para las personas que arrastran viejas heridas emocionales, de manera que no se debe violentar. La confianza se construye con paciencia y comprensión. La mejor forma para facilitar la apertura, según la teoría de la cebolla, consiste en abrirnos nosotros mismos.
Referencias Bibliográficas:
Taylor, D. A., & Altman, I. (1975) Self‐disclosure as a function of reward–cost outcomes. Sociometry; 38: 18–31.
Altman, I., & Taylor, D. (1973) Social penetration: The development of interpersonal relationships. Nueva York, NY: Holt.
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