Nadie escarmienta en cabeza ajena, dice un antiguo refrán. Y muchos niños lo siguen al pie de la letra. Ya sea porque quieren experimentar o debido a que están atravesando una etapa de reafirmación de su identidad, a veces se niegan rotundamente a seguir las instrucciones de los padres.
En ese punto tenemos dos opciones: 1. perder los nervios e intentar imponernos o incluso castigarlos o, 2. mantener la calma y aplicar la técnica de las consecuencias naturales y lógicas.
Alerta de spoiler: la segunda opción suele ser mejor.
Para educar hay que ser una autoridad
En la educación infantil, es necesario imponer ciertas reglas y normas. Estas no solo mantendrán a salvo a los niños, sino que además le darán un sentido a su mundo, de manera que le transmitirán una sensación de seguridad imprescindible para su desarrollo emocional. Sin embargo, no siempre es fácil lograr que obedezcan.
Muchos padres pierden los nervios cuando sus hijos les llevan la contraria o desobedecen sus órdenes. Entonces aparece el enfado, la irritabilidad y a menudo también la frustración.
Pero… ¿te fiarías del criterio de una persona que pierde los papeles ante el menor contratiempo?
Probablemente no. Y los niños tampoco.
Cuando los bebés nacen, no comprenden el lenguaje, pero son muy intuitivos. De hecho, un estudio clásico de la Psicología realizado con más de 100 bebés de 12 meses descubrió que a esa edad ya utilizaban las expresiones faciales de sus padres para orientarse en situaciones ambiguas y saber si se encontraban en un entorno seguro o peligroso, para responder en consecuencia.
Otra investigación más reciente realizada en la Universidad de California comprobó que los bebés se dan cuenta rápidamente del estrés de sus madres y reaccionan con un aumento significativo de la frecuencia cardíaca a los pocos minutos. Eso significa que los bebés y los niños son expertos decodificando las emociones de los adultos.
Por consiguiente, cada vez que sus padres pierden los nervios o se frustran, los niños perciben que han perdido el control y, por ende, asumen que no hay razón para hacerles caso. Por supuesto, no se trata de un análisis lógico sino de una reacción natural que ocurre a nivel subconsciente.
La autoridad, en cambio, implica mantener el autocontrol en medio dela tormenta para convertirnos en una roca de serenidad, de manera que nuestras palabras realmente tengan peso ante los ojos infantiles. Y esa autoridad no se impone por la fuerza ni con el castigo, sino que se demuestra en el día a día con tranquilidad y sabiduría. Existe una técnica muy útil para potenciarla: las consecuencias naturales y lógicas.
¿Qué son las consecuencias naturales en la educación infantil?
Los niños toman decisiones sobre su comportamiento dependiendo de lo que deseen o de cómo vean las cosas. Y eso no es malo. A fin de cuentas, todos queremos educar a niños que se conviertan en personas autónomas, libres e independientes. Sin embargo, el problema comienza cuando esas decisiones no son las más adecuadas, como cuando tienen una rabieta.
En ese punto entran en juego las consecuencias naturales, que no son más que los efectos lógicos que tiene un comportamiento cuando no interviene un adulto. Por ejemplo, si un niño se tira al suelo con una rabieta porque quiere que le des un juguete y lo consigue de inmediato, seguirá repitiendo ese comportamiento en otros contextos porque ha comprendido que así logrará lo que desea. En cambio, si lo ignoras, le darás la posibilidad de que él mismo experimente las consecuencias de su mal comportamiento.
Las consecuencias naturales permiten que los padres intervengan menos y elimina el típico “te lo dije” o la necesidad de sermonear. Dan libertad al niño para que elija su comportamiento y, al mismo tiempo se convierten en una poderosa herramienta de aprendizaje que les ayuda a comprender:
- Que todo acto tiene consecuencias y, por tanto, es mejor pensar antes de actuar.
- Que debe asumir la responsabilidad por sus comportamientos, buenos y malos.
- Que en muchas ocasiones es mejor hacer caso a los adultos porque su experiencia vital los ayudará a evitar las consecuencias indeseadas.
De hecho, las consecuencias naturales suelen producir un aprendizaje directo más rápido y eficaz que cualquier amenaza o castigo. Si el niño no se duerme temprano, al día siguiente estará cansado y si no ha querido comer, luego tendrá hambre. Así de sencillo.
Los 3 principios de las consecuencias naturales
La aplicación de las consecuencias naturales y lógicas debe basarse en el sentido común, el respeto y la empatía ya que no podemos perder de vista que su objetivo no es castigar sino educar. Por tanto, es necesario seguir estos tres principios:
- Reprimir el impulso sobreprotector. Ante todo, tienes que reprimir el impulso de solucionar el problema inmediatamente. Debes mantenerte firme, algo que no es nada fácil pues los padres tenemos una tendencia sobreprotectora con nuestros hijos. Sin embargo, aunque nos duela, a veces es mejor que experimenten en primera persona los resultados de su obstinación. Esas lecciones de humildad y responsabilidad le servirán más adelante en la vida y les ahorrarán problemas más graves.
- Desarrollar un clima de respeto. Por otra parte, también es necesario ser empáticos con sus emociones y tratarles con el mismo respeto que exigimos para nosotros. Eso es lo que diferencia las consecuencias naturales de un castigo. Mientras que el castigo suele implicar una decisión arbitraria (como prohibir los videojuegos) para sancionar un mal comportamiento, las consecuencias directas son simplemente el mundo en acción, un efecto lógico derivado de una causa.
- Garantizar la seguridad del niño y los demás. Las consecuencias lógicas no se aplican cuando la experimentación puede suponer un peligro para el niño. Por ejemplo, no podemos dejar que juegue en una calle con mucho tráfico, que utilice los cuchillos en la cocina o juegue con cerillas a riesgo de provocar un incendio. Asimismo, tampoco debemos dejar que su exploración interfiera en los derechos de las otras personas, ya sea en forma de molestia o daño.
Además, es importante que las consecuencias lógicas sean inmediatas, de manera que el niño pueda establecer la relación causa-efecto. También deben estar limitadas en el tiempo y ser proporcionales al daño causado. Además, una vez que el niño experimente las consecuencias, el ambiente debe volver a la normalidad.
Cabe aclarar que esta técnica no se suele aplicar con los niños menores de 3 años ya que todavía no entienden bien la relación causa-efecto, por lo que sería contraproducente. En cambio, es eficaz a partir de los 5 o 6 años, cuando los pequeños comienzan a ser más conscientes de las repercusiones de sus acciones.
¿Cómo se aplican las consecuencias naturales?
Como norma general, las consecuencias naturales se aplican cuando hay un comportamiento sistemático que se desea corregir. Por ejemplo, si le pides a tu hijo que recoja sus juguetes cuando termina de jugar, pero nunca lo hace.
- Avisar del desastre. Sin dramatizar y de manera sintética, dile lo que puede pasar si no recoge sus juguetes. Si deja un juguete electrónico en el jardín y llueve, por ejemplo, es probable que se rompa. Y si deja un peluche en el salón, quizá la mascota lo destroce. Así no habrá sorpresas y el niño podrá asociar rápidamente la consecuencia natural con su conducta.
- Permitir que decida. Aunque sea difícil, para que el niño experimente las consecuencias directas de sus acciones, debemos dejar que siga adelante con su comportamiento.
- Empatizar con sus emociones. Cuando el niño se percate del problema, es probable que se sienta mal. No lo regañes ni le digas frases como “¡te lo advertí, sabía que iba a pasar!”, simplemente dile: “entiendo que estés molesto/triste/frustrado porque ya no tienes tu juguete”.
- Mantenerse firme. Es probable que tu hijo se sienta mal y te pida, por ejemplo, que le compres otro juguete. Si cedes, realmente no experimentará las consecuencias directas. Por tanto, mantente firme. Puedes decirle: “el juguete se ha roto porque no lo has guardado, no compraremos otro”.
- Reflexionar sobre lo aprendido. Cuando el niño se calme, es importante reflexionar sobre lo ocurrido. No le des un sermón, guíalo a través de preguntas como: ¿qué ha pasado? ¿cómo te has sentido? ¿qué harás para que no vuelva a ocurrir? o ¿cómo creer que puedes solucionarlo?
Poco a poco el niño irá interiorizando lo qué ocurre de manera natural cuando toma determinadas decisiones o no le hace caso a sus padres. Si las consecuencias no le gustan, aprenderá que tiene que asumir su responsabilidad y lidiar con ellas. Así irá desarrollando la responsabilidad y se volverá más receptivo a las indicaciones de los adultos para evitar los errores.
Al mismo tiempo, esta técnica educativa permite erradicar el castigo de la educación y crea un clima de respeto a la individualidad para criar a niños más conscientes y responsables. Además, mejorará la convivencia en el hogar y paulatinamente eliminará los gritos y las frustraciones que antes eran el pan cotidiano.
Referencias Bibliográficas:
Waters, S. F. et. Al. (2014) Stress Contagion: Physiological Covariation Between Mothers and Infants. Psychological Science; 25(4): 10.1177.
Sorce, J. F. et. Al. (1985) Maternal emotional signaling: Its effect on the visual cliff behavior of 1-year-olds. Developmental Psychology; 21(1): 195–200.
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