
¿Somos naturalmente crédulos o tendemos a la criticidad? En otros artículos he hecho referencia a que bajo ciertas circunstancias las personas prefieren creer en explicaciones paranormales pero en esta ocasión la pregunta es: ¿creemos con naturalidad lo que publican los periódicos, lo que transmiten las agencias informativas o lo que escriben los bloggeros o somos altamente críticos ante las nuevas informaciones que nos llegan? ¿Creemos y después comprendemos o las creencias son una consecuencia de haber comprendido la nueva información?
Estas preguntas se convierten en el centro de un dilema que puede rastrearse al menos 400 años atrás. Descartes aseguraba que comprender y creer son dos procesos independientes: primero la persona considera la información, la analiza y después decide qué hacer con ella, entonces entrarían en juego las creencias.
Sin lugar a dudas su propuesta, expresada de forma altamente resumida, es atractiva y parece explicar cómo funcionan nuestras mentes pero no es la única forma de explicar nuestro funcionamiento.
Otro filósofo, Spinoza, afirmaba que el acto de comprender implica creer en la información. Mientras que no tengamos evidencias contrarias creemos la información que nos presentan a pies juntillas. Sería algo así como aplicar la máxima: «soy inocente hasta que no se demuestre lo contrario».
Entonces… ¿cuál de estas dos teorías se aplica a la práctica?
Gilbert y un equipo de psicólogos las pusieron a prueba en 71 voluntarios. A los participantes les mostraron una serie de afirmaciones sobre dos robos, posteriormente debían dar a los ladrones una sentencia de cárcel. Algunas de las afirmaciones estaban pensadas para hacer que el crimen pareciese peor, por ejemplo, se decía que el ladrón tenía un arma mientras que otras intentaban minimizar el delito diciendo que el ladrón había robado para dar de comer a un niño.
Sin embargo, solo una de las afirmaciones era cierta mientras que el resto eran invenciones falsas. A los participantes se les dijo que las afirmaciones verdaderas se mostrarían en verde mientras que las falsas se mostrarían en rojo. ¿Dónde estaba la trampa? A la mitad de los participantes se les distrajo mientras que a la otra mitad se les brindó tiempo para analizar las afirmaciones.
Si la teoría de Spinoza es cierta entonces aquellas personas que fueron distraídas mientras leían las afirmaciones falsas no tendrían tiempo para procesar correctamente la misma y por lo tanto éstas influenciarían su decisión para la condena.
Por otra parte, si Descartes estaba en lo cierto la distracción no marcaría una diferencia significativa porque las personas analizarían detalladamente las informaciones.
Los resultados mostraron que las afirmaciones negativas tenían un impacto mayor que aquellas que intentaban restarle importancia al hecho. No obstante… los participantes que habían sido distraídos fueron mucho más duros en sus condenas, de una media de 6 años, estos propiciaron una condena de 11 años, ¡casi el doble!. Esta diferenciación no se observó en el grupo donde no existieron interrupciones.
¿Qué significa esto?
Que solo cuando las personas tienen tiempo para pensar actúan en consecuencia con lo cierto o falso que contienen las afirmaciones. Por otra parte, cuando no hay tiempo para reflexionar las personas simplemente creen en lo que leen.
Así, los autores del experimento afirman que Spinoza estaba en lo cierto: comprender y creer no son dos procesos que se dan de manera separada. Fracciones de segundos después de haber leído algo lo creemos a menos que nos demuestren lo contrario. Tendemos a ser crédulos.
Esta investigación también concluyó que las personas tendemos a creer que:
– Los comportamientos de las personas reflejan su personalidad cuando realmente muestran solo una situación puntual.
– Las personas tienden a asumir que los otros están diciendo la verdad aún cuando estos mientan.
– Cuando intentamos probar una teoría tendemos a buscar hechos que la confirmen más que prestar atención a los hechos que la niegan.
¿Cuán ajustadas a la realidad se muestran estas conclusiones?
Como toda teoría, este intento explicativo resume las maneras de pensar y actuar de una mayoría y desde esta perspectiva creo que deban asumirse los resultados. Lo más usual es que no andemos por el mundo desconfiando y creyendo que todo es incierto. Al contrario, tendemos a asumir que lo que nos dice el empleado público, lo que nos transmiten los medios informativos, las palabras del compañero de trabajo… son ciertas a menos que… tengamos algún motivo para sospechar.
Fuente:
Gilbert, D.T.; Tafarodi, R.W. & Malone, P.S. (1993) You can’t believe everything you read. Journal of Personality and Social Psychology;65(2):221-233.
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