Las palabras actitud y aptitud a menudo se usan indistintamente. A fin de cuentas, solo cambia una letra en su grafía. Son palabras parónimas, lo cual significa que son muy similares en la forma en que se escriben y pronuncian, pero tienen significados distintos. De hecho, ese cambio de consonante lo cambia todo puesto que en realidad existe una gran diferencia entre aptitudes y actitudes, de manera que no son conceptos intercambiables.
¿Qué es la aptitud exactamente?
La aptitud se deriva de la palabra aptus, que significa «adecuado o apropiado para», por lo que a menudo se comprende como una potencialidad, capacidad o incluso talento. De hecho, la aptitud se refiere a las habilidades o destrezas que poseemos en cierto ámbito de actuación.
Las aptitudes son las condiciones o requisitos indispensables que nos permiten desarrollar determinadas habilidades o incluso sobresalir en algunas áreas. Sin embargo, la aptitud no es lo mismo que la habilidad o el interés, es un concepto mucho más específico que se refiere solo a ciertos aspectos del funcionamiento humano dentro de un campo de acción limitado.
Una persona con aptitud para los idiomas, por ejemplo, aprenderá más rápido una lengua extranjera, pero eso no significa que sea un excelente orador o alguien particularmente persuasivo. La aptitud es específica, se circunscribe a un área determinada y depende tanto de factores genéticos como del esfuerzo personal.
El concepto de aptitud de Bingham indica que se trata de “una condición o conjunto de características consideradas como sintomáticas de la capacidad de un individuo para adquirir con entrenamiento algún conocimiento, habilidad o conjunto de respuestas (generalmente específico), como la capacidad de aprender un nuevo idioma o crear música…”
Bingham afirmó además que la aptitud es una medida de las probabilidades de éxito de una persona en cierto tipo de situaciones, como tocar el violín o jugar al tenis. Por tanto, es algo más que una simple capacidad, podría decirse que es la habilidad sumada a la idoneidad en el desempeño.
Eso significa que una persona puede ser muy culta porque posee una gran cantidad de conocimientos, pero eso no significa necesariamente que sea un buen maestro ya que para ello necesitaría la aptitud que le permita transmitir ese conocimiento. La aptitud, por ende, es la base sobre la que se desarrollan destrezas excepcionales, es el terreno y al mismo tiempo la semilla que crecerá con los cuidados adecuados.
¿Qué es la actitud?
La palabra actitud proviene del término latino actus, que significa «empujar o llevar algo hacia adelante», por lo que hace referencia a un comportamiento existente, a diferencia de aptus, que se refiere más a un comportamiento potencial. De esta forma, la actitud versa sobre la predisposición ya formada de una persona a responder ante determinadas situaciones de manera consistente.
La actitud encierra la forma en que vemos y evaluamos algo o a alguien, por lo que se convierte en una tendencia a responder de forma positiva o negativa hacia determinada idea, objeto, persona o situación. De hecho, las actitudes suelen formarse cuando entramos en contacto con ciertas situaciones, personas o grupos a lo largo de la vida.
Sin embargo, una vez que las actitudes se han consolidado, suelen ejercer una presión que nos empuja a actuar de cierta forma cuando nos encontramos en esas situaciones o tenemos que relacionarnos con algunas personas o grupos específicos. De hecho, la actitud denota un estado funcional de preparación que nos empuja a reaccionar de una manera característica.
Para Cantril, por ejemplo, “la actitud es un estado de disposición mental más o menos permanente que predispone a un individuo a reaccionar de una manera característica ante cualquier objeto o situación con la que se relacione”. De cierta forma, es un estar a favor o en contra de ciertas cosas, lo cual implica tanto una predisposición emocional como una valoración cognitiva, dos factores que finalmente dan paso a determinados comportamientos.
Obviamente, las actitudes pueden mantenerse en un nivel básico generando simplemente una reacción de gusto o aversión hacia cierta situación o persona. No obstante, las actitudes con un componente afectivo o intelectual más complejo pueden inducir reacciones de amor u odio, ira o desprecio, miedo o ansiedad.
La principal diferencia entre actitud y aptitud radica en su origen
Obviamente, no es lo mismo actitud que aptitud. La principal diferencia entre actitudes y aptitudes se debe buscar en el origen de ambos conceptos. Mientras la actitud suele ser el resultado de nuestras creencias y opiniones, surgiendo fundamentalmente de nuestras experiencias vitales, la aptitud se refiere a una facilidad para adquirir nuevas habilidades a través de la experiencia, una capacidad que muchas veces tiene un componente genético.
De hecho, muchas aptitudes son innatas. Hay personas que nacen con una habilidad natural para desarrollar algunas tareas o que las aprenden con extrema facilidad porque tienen una mayor capacidad para ello. En cambio, la actitud hace referencia a una predisposición fundamentalmente adquirida ante las circunstancias de la vida. Es el resultado de nuestras creencias y emociones, estando fuertemente influenciadas por las experiencias y los factores ambientales.
Esa diferencia entre actitud y aptitud también determina su persistencia a lo largo del tiempo. Si bien es cierto que algunas actitudes pueden ser particularmente rígidas y resistentes al cambio, generalmente la aptitud se mantiene más constante debido a su impronta innata. Las aptitudes no suelen experimentar grandes variaciones con el paso de los años.
Las actitudes, en contraposición, como están más vinculadas a la personalidad y las condiciones de vida, tienen una naturaleza más fluida y versátil. A una persona le puede resultar más fácil cambiar su actitud ante la infidelidad o la homosexualidad que desarrollar la aptitud para tocar un instrumento musical con destreza. Como regla general, es más fácil promover o cambiar una actitud que desarrollar de cero una aptitud.
Actitud o aptitud: ¿qué es más importante?
La aptitud es la capacidad de una persona para adquirir una nueva habilidad, mientras que la actitud muestra su predisposición en determinadas situaciones. Aunque diferentes, ambas son importantes.
A nivel profesional, por ejemplo, no llegaremos lejos si tenemos buenas aptitudes, pero una mala actitud ya que los choques interpersonales, las reticencias que mostremos en nuestro trabajo y la rigidez en las ideas terminarán convirtiéndose en un obstáculo para nuestro desarrollo.
Sin embargo, tampoco llegaremos muy lejos si tenemos una excelente actitud, pero nos falta la aptitud. Existen determinadas áreas en las que las aptitudes son particularmente importantes, como la música o el arte. Dado que algunas aptitudes son más difíciles de desarrollar que otras, tenerlas “de fábrica” nos allanará enormemente el camino, dándonos una ventaja adicional.
Por tanto, intentar elegir entre actitud o aptitud dándole más peso a una u otra no tiene mucho sentido. En general, es importante conocer nuestras aptitudes. Ser conscientes de aquello que se nos da mejor, aquello que podemos hacer de manera más fluida y con menor esfuerzo. Lo que disfrutamos y para lo cual sentimos que hemos nacido porque lo hacemos de manera tan natural como respirar.
Una vez detectados nuestros “talentos” especiales, debemos asegurarnos de desarrollar esas aptitudes con la práctica y acompañarlas con las actitudes adecuadas. La actitud adecuada ante la vida no solo puede abrirnos muchas puertas, también puede ayudarnos a ser más optimistas, afrontar los obstáculos con mayor serenidad y tomar mejores decisiones. Por consiguiente, necesitamos cerciorarnos de que aptitudes y actitudes siempre vayan de la mano. Así lograremos sentirnos más realizados y satisfechos.
Fuentes:
Eagly, A. H. (1992) Uneven progress: Social psychology and the study of attitudes. Journal of Personality and Social Psychology; 63(5): 693–710.
Snow, R. E. (1992) Aptitude Theory: Yesterday, Today, and Tomorrow. Educational Psychologist; 27(1): 5-32.
Sherif, M., & Cantril, H. (1947) The psychology of ego-involvements: Social attitudes and identifications. John Wiley & Sons Inc.
Bingham, W. V. (1942) The army personnel classification system. The Annals of the American Academy of Political and Social Sciences; 220: 18-28.
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