El perdón es clave para encontrar la paz tras una situación dolorosa. Ya nos hayan mentido, humillado, engañado o lastimado de alguna manera, el perdón suele ser liberador porque nos ayuda a pasar página. Guardar rencor, en cambio, nos mantiene atados a una situación que nos daña. Sin embargo, cuanto más grande sea la afrenta, cuanto mayor sea el dolor y más cercana la persona, más nos cuesta perdonar. Por ese motivo, perdonar a un padre o una madre que nos dañó puede ser una tarea ardua que muchas veces nos obliga a afrontar nuestras sombras.
La profunda marca emocional que dejan nuestros padres
El trato y la educación que recibimos de nuestros padres marca nuestra vida para siempre – lo queramos o no, lo reconozcamos o no. La manera en que nos trataban cuando éramos pequeños y la relación que mantuvimos influyeron en nuestra personalidad, dando forma a nuestros sueños y miedos.
Por desgracia, la infancia no siempre es ese periodo feliz de color rosa. Es posible que hayas crecido con unos padres excesivamente rígidos y estrictos que te criticaban y decían continuamente lo que debías hacer, y si no acatabas sus normas, te sometían a castigos totalmente desproporcionados. O quizá tus padres adoptaron una actitud negligente, te descuidaban porque trabajaban demasiado o pasaban mucho tiempo en el bar, de manera que no te dedicaron tiempo de calidad y solías sentirte abandonado, solo y sin cariño.
O tal vez cayeron en la sobreprotección parental, de manera que no te dejaban hacer nada, tomaban decisiones por ti y te empujaron por un camino que no habrías elegido libremente, convirtiéndote en un adulto temeroso e inseguro. Incluso puede ser que tus padres fueran inestables emocionalmente y te trataran de forma muy injusta, vertiendo sobre ti todas sus insatisfacciones, frustraciones e ira, llegando a humillarte o maltratarte física y/o psicológicamente.
Existen mil y un motivos por los cuales sentirse dolidos – y es perfectamente comprensible. Muchas familias viven situaciones dolorosas que generan un gran sufrimiento, sobre todo para los más vulnerables, que suelen ser los hijos pequeños. Cuando esos conflictos no se resuelven, sino que se esconden bajo la alfombra, terminan convirtiéndose en un elefante en la habitación que no solo afecta el vínculo con los padres, sino que puede aflorar en las relaciones con otras personas y, obviamente, te impedirá encontrar la estabilidad emocional y la paz interior que necesitas para seguir adelante.
No podemos estar en paz con nosotros mismos si estamos en guerra con nuestros padres. No podemos convertirnos en la persona que podríamos ser, si seguimos arrastrando los traumas de la infancia. Así de sencillo.
Descifrando el laberinto de emociones que nos impide perdonar a una madre o un padre
Perdonar a un padre o a una madre es particularmente complicado porque puedes sentirte demasiado herido, abandonado, engañado o frustrado. Y la persona que generó todo eso es precisamente aquella que se suponía que debía amarte, protegerte y cuidarte. Es posible que cuando eches la vista atrás, te resulte difícil procesar todas esas experiencias dolorosas, por lo que ese acto de remembranza suele generar aún más frustración, ira, rencor y hasta odio. Tienes toda la razón en sentirte profundamente traicionado y decepcionado.
De hecho, otro obstáculo para perdonar a una madre o un padre consiste precisamente en que muchas de esas experiencias tienen una fuerte impronta emocional. Es probable que no las hayas procesado conscientemente, por lo que su recuerdo genera un auténtico tsunami emocional. Quizá ni siquiera puedes ponerlas en palabras, lo cual te impide asumir la distancia psicológica que demanda el perdón. En ese caso, te quedas atrapado, literalmente, en las emociones que experimentaste cuando eras un niño que se sentía solo, impotente, triste, humillado…
A veces – también hay que reconocerlo – nos cuesta perdonar a una madre o un padre debido a las expectativas que albergamos sobre ellos. A veces, todavía esperamos – en lo más profundo de nuestro inconsciente – que ese padre o esa madre cambien y finalmente nos brinden el amor, el apoyo y la comprensión que tanto echamos de menos. En ese caso, perdonarlos prácticamente equivaldría a renunciar a esa ilusión. Sería como aceptar que, simplemente, en la repartición de la vida nos ha tocado unos padres que distan bastante de ser ideales.
De hecho, en muchos casos, la dificultad para perdonar a los padres puede residir en nuestro sentido de la justicia y la necesidad de ganar la “ultima batalla”. Algunas personas piensan que, si perdonan a sus padres, es como si se hubieran salido con la suya.
Por supuesto, es comprensible que te cueste seguir adelante si no recibes una disculpa sincera. Es complicado perdonar ciertas cosas si los padres no reconocen que se equivocaron y niegan el daño que te han causado. De hecho, es curioso que en muchos casos la visión de los padres no coincide con la de los hijos. A veces es como si se tratara de dos historias diferentes. Esa divergencia puede deberse a un “mecanismo de defensa” mediante la cual los padres intentan convencerse de que no lo hicieron tan mal. Otras veces se debe a que no son plenamente conscientes de cuánto daño y dolor han causado.
Obviamente, la versión discordante de los padres suele generar aún más irritación en los hijos y se convierte en una barrera ulterior para el perdón. Es difícil perdonar a quien no asume su responsabilidad. Si La disculpa nunca llega, es probable que tu relación con ellos se mantenga tensa y llena de conflictos latentes que generan discusiones continuamente.
Sin embargo, de esa forma la vida continúa mientras sigues atrapado en esas vivencias dolorosas de la infancia o la juventud. La vida continúa y tú sigues acumulando ira y resentimiento, con la secreta esperanza de que sean tus padres quienes te liberen de ese peso.
Como adulto, debes tener en cuenta que eres 100% responsable de tu vida, lo cual también significa transformar el legado emocional que dejaron tus padres. No siempre es posible recibir una disculpa de un padre maltratador o una madre inestable – ya sea porque no reconocen el daño hecho o porque no se encuentran físicamente a tu lado – pero perdonarlos no significa exonerarlos de su responsabilidad, significa que tienes derecho a vivir sin ese peso. Y ese es un paso que merece la pena dar… Cuando estés listo.
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