Quieres, pero algo te ata.
Sabes que no debes, pero algo te empuja en la dirección opuesta.
Los conflictos latentes son una constante en nuestra vida y a menudo se convierten en una fuente de angustia, ansiedad y frustración.
No cabe duda de que estar frente a un conflicto interno no suele ser precisamente divertido ni particularmente agradable. En el mejor de los casos es una situación indeseable y, en el peor, patológica.
Sin embargo, la manera en que afrontemos estos conflictos y cómo los solucionemos influirá de manera decisiva en nuestro nivel de satisfacción y felicidad. Y dado que no podemos evitar los conflictos, lo mejor es pertrechar bien nuestra mochila de herramientas psicológicas para solucionarlos e incluso sacarles partido.
Conflicto interno: Las fuerzas que empujan en direcciones opuestas
El conflicto, en Psicología, implica la activación de dos o más motivos fuertes que son incompatibles entre sí. Se trata de un dilema en el que un motivo nos aleja del otro, exigiendo un ajuste a nivel interno.
En algunos casos, los motivos que se encuentran en la base del conflicto interno son positivos, nos atrae tanto una decisión como otra, como cuando debemos decidir entre ir a un concierto o una representación teatral o tenemos que elegir entre dos carreras universitarias que nos gustan.
En otros casos, los motivos que alimentan el conflicto interno son negativos ya que ninguna de las opciones nos atrae, pero estamos obligados a tomar una decisión; o sea, debemos elegir el menor de los males. Decidir si quedarnos en un trabajo que no nos agrada o renunciar y asumir la amenaza del desempleo es un ejemplo de conflicto interno en el que ambas soluciones se perciben como negativas o amenazantes.
Los conflictos internos positivos generan cierto grado de tensión y estrés por el hecho de tener que tomar una decisión, pero los conflictos internos negativos pueden causar un elevado nivel de angustia y ansiedad. Estos últimos no se resuelven fácilmente porque podemos sentirnos impotentes y caer en la parálisis debido al miedo que generan las dos soluciones. De esta manera, una persona podría pasar años atrapada en ese tipo de situaciones conflictivas.
Sin embargo, los conflictos no siempre son tan evidentes.
¿Qué es un conflicto latente?
Los conflictos a menudo son inconscientes; o sea, no somos capaces de identificar claramente la fuente de nuestra ansiedad o angustia. Sentimos impulsos fuertes, como el miedo y la hostilidad, pero no comprendemos de dónde surgen.
El conflicto latente es aquel que aún no se ha expresado en una conducta manifiesta que nos permita identificarlo, pero se encuentra en la base de otros conflictos y dificulta, por tanto, la comprensión de estos.
Este tipo de conflicto se alimenta de la resistencia. Queremos algo, pero de manera inconsciente nos negamos a disfrutar de eso, experimentarlo o luchar por ello. Es una contención, aunque no somos plenamente conscientes de por qué nos contenemos. Como resultado, se produce una desalineación de nuestros deseos, necesidades, pensamientos y comportamientos.
Los 3 tipos de conflictos latentes más comunes
Podemos ser víctimas de diferentes tipos de conflictos latentes, algunos de los más comunes son:
- Conflicto moral. Este conflicto interno se refiere a dos o más creencias contradictorias sobre comportamientos éticos. Lo usual es que una creencia prevalezca en nuestra mente consciente, pero en lo profundo alimentamos otra creencia contrapuesta, que generalmente nos da miedo reconocer, pero está ejerciendo una fuerza desde el inconsciente que nos desestabiliza. Es común cuando abrazamos un sistema de valores que nos ha impuesto la familia o la sociedad pero sobre el cual no hemos reflexionado y que va en contra de algunos de nuestros impulsos, deseos y necesidades.
- Conflicto de autoimagen. Este conflicto surge cuando nos comportamos de una manera que no concuerda con lo que creemos ser. Podemos enorgullecernos de ser amables pero cuando estamos ante una situación en la que alguien nos provoca, reaccionamos con agresividad. Este conflicto latente suele implicar un problema de aceptación, preferimos apegarnos a la imagen positiva que nos hemos formado de nosotros mismos y negar las características que consideramos indeseables, pero dado que estas no desaparecen por arte de magia, siguen pulsando y determinando nuestro comportamiento.
- Conflicto interpersonal. Este conflicto no es externo sino que tiene un origen interno ya que implica una ambivalencia interior. Suele ser común en la pareja y la familia ya que este tipo de relaciones nos vuelve más vulnerables y sensibles, lo cual suele generar mucho miedo y resistencia. En este caso, lo habitual es que nos veamos obligados a comportarnos de una manera que no percibimos del todo como auténtica, solo porque se supone que es lo que debemos hacer. El problema es que ese conflicto latente, aunque no lo reconozcamos, sale a la luz en forma de resentimiento o tensión.
¿Por qué surgen los conflictos latentes?
El conflicto latente no es reconocido porque uno de los motivos representa un duro golpe psicológico. Reconocer esa fuerza contrapuesta puede hacer tambalear la imagen de nosotros mismos o del mundo, por lo que nuestra mente activa una especie de mecanismo de defensa a través del cual nos protege ya que consideramos que ese deseo o pulsión nos hará – de alguna forma – más vulnerables. Generalmente se trata de la represión de ese contenido, pero dado que sigue existiendo, su fuerza dinámica empuja desde el inconsciente generando una sensación de malestar difusa.
En realidad, ese conflicto latente es la expresión de la idea de que la mente – y de paso el cerebro – funcionan – o deberían funcionar – como un sistema unificado en el que no existen contradicciones internas o desarmonía. De hecho, en la propia Psicología se asumió durante mucho tiempo el conflicto como una “personalidad dividida”, en contraste con un “yo” que debería ser una entidad única y armoniosa, de manera que cualquier desviación de ese equilibrio y cohesión intrínsecos se consideraba patológica.
En el fondo, ese conflicto latente, como indicó un estudio de la Universidad de Columbia, también es una incapacidad para asumir la responsabilidad por nuestros deseos, pulsiones y necesidades cuando estas van en contra de lo que se considera socialmente correcto.
¿Cómo solucionar un conflicto latente?
Muchos de los impulsos fuertes que experimentamos, como el miedo y la hostilidad, son desaprobados culturalmente. Al vernos inmersos desde que nacemos en un sistema moral que dicta lo que es bueno y lo que no, muy pronto aprendemos que determinados contenidos psicológicos son “peligrosos” o “amenazantes”, de manera que desarrollamos mecanismos que nos permiten esconderlos. Primero los escondemos a los demás, luego a nosotros mismos.
El problema es que esconder un conflicto latente no lo soluciona. Solo generará ansiedad, angustia y frustración sin saber por qué. La clave radica en permitir que esos conflictos latentes accedan a la conciencia para poder analizarlos racionalmente.
Reconocer que nuestro “yo” está en continuo cambio y que una de nuestras tareas más importantes en la vida consiste precisamente en redescubrirnos – y a ser posible deconstruirnos – nos ayudará a bajar las barreras racionales y desarrollar una mente más abierta en la que los conflictos latentes no son vistos como amenazas sino como oportunidades de instrospección para el cambio.
Debemos comprender que los conflictos latentes son una oportunidad de autodescubrimiento. Después de todo, la presencia de un conflicto implica la necesidad de abordar ciertas verdades. Son una llamada a quitarnos las capas sociales y conectar con nuestra verdadera esencia, de manera que si los encauzamos bien, nos permitirán vivir de manera más plena, auténtica y feliz.
Fuentes:
Sato, T. et. Al. (2009) The Internal Conflict Model: A Theoretical Framework for Integration. The Humanistic Psychologist; 33(1): 33-44.
Coen, S. J. (1989) Intolerance of responsibility for internal conflict. J Am Psychoanal Assoc; 37(4): 943-964.
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