Los grupos de personas que han vivido situaciones extremas y sufren de estrés postraumático (como aquellos que han sobrevivido a los campos de concentración) son objeto de interés desde el punto de vista psicológico; no solo por sus problemáticas en el orden psíquico, que pueden ser perfectamente explicadas por sus vivencias, sino porque dan lugar a lo que algunos especialistas han denominado: “la Segunda Generación”.
De hecho, existen múltiples estudios donde se evidencia que muchos de los síntomas del Estrés Postraumático son más comunes en los hijos de las personas que han vivido experiencias límites que en el resto de la población. Así, los psicólogos concluyen que existe una transmisión transgeneracional (padres-hijos) de estas consecuencias psicológicas y formas de enfrentar el estrés.
Uno de los estudios más concluyentes al respecto fue realizado en Israel y publicado hace poco en la American Journal of Psychiatry. Se evaluaron un total de 106 mujeres con cáncer de mama (hijas de víctimas del Holocausto fascista), comparándolas con 102 féminas cuyos padres “supuestamente” no sufrieron ninguna vivencia especialmente traumática.
Controlando variables como la edad, el nivel escolar, el estado civil y la situación económica se apreció que las hijas de las personas que sobrevivieron al Holocausto eran particularmente vulnerables al distrés y reaccionaban a su enfermedad de forma más negativa que el resto de las féminas que participaron en la investigación. Así, se comprobó que la Segunda Generación presentaba menos recursos para lidiar con la enfermedad y las situaciones estresantes en comparación con el resto de las participantes.
Las explicaciones a este fenómeno son muy variadas, Mandler, en el año 1980, hipotetizaba que las emociones desempeñan un papel adaptativo positivo (para lo cual sería necesario un determinado aprendizaje) o al contrario, pueden convertirse en una gran fuente de distrés, sobre todo en los casos en los cuales sabemos que no podemos hacer nada para evitar las situaciones negativas. Esta convicción de ausencia de control se vive con una gran ansiedad y genera una indefensión aprendida.
Según esta teoría, los hijos de las personas con Estrés Postraumático aprendieron (o adquirieron) de sus padres una emocionalidad peculiar para lidiar con las situaciones estresantes que los conduce a comportamientos desadaptativos matizados por una sensación de indefensión.
Otro factor interesante que surgió de este estudio fue el hecho de que las personas cuyos padres estaban vivos, reportaban mayores niveles de ideas intrusivas en comparación con aquellas personas cuyos padres estaban muertos. De hecho, esta situación ya había sido descubierta en el año 1998 por Yehuda, cuando éste halló que la severidad de los síntomas de la Segunda Generación mostraba una correspondencia lineal con la severidad de los síntomas manifestados por los padres aún con vida.
Estos resultados han conducido a muchos psicólogos a la idea de que el ambiente familiar en el cual ha crecido esta Segunda Generación es el verdadero responsable de sus formas de lidiar con el estrés.
Pero recientemente investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zurich y del Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge proveen nuevas evidencias sobre el impacto del trauma a través de las generaciones y lo relacionan con cambios genéticos; si bien puntualizan que se debe a la transformación de cierto patrón en la expresión de los genes, sin que ello conduzca a una variación en la secuencia del ADN.
Estos investigadores sustentan su análisis en los resultados hallados a partir de experimentos con ratones sometidos a la separación brusca de la madre cuando aún tenían pocos días de vida. Así, los científicos hallaron que el estrés en etapas tempranas de la vida produce síntomas depresivos y una respuesta comportamental aversiva frente a los más diversos ambientes.
Lo más sorprendente fue que esta alteración también fue hallada en los hijos de los machos que habían sido sometidos al estrés de la separación; si bien estos habían sido criados en un ambiente “normal”. Pero un descubrimiento aún más asombroso les esperaba a los investigadores: el perfil del ADN de los padres transmitido a través de la esperma se había alterado; mostrándose en el perfil de los hijos.
Así, estos científicos hipotetizan que quizás pueda suceder lo mismo en las personas; transmitiéndose de manera genética las respuestas aversivas que se han desarrollado como consecuencia de un trauma muy fuerte. Por supuesto, aún falta mucho camino antes de que esta teoría sea comprobada, bien sabemos que los seres humanos poseemos un arsenal de técnicas mucho más rico que los roedores para luchar contra el estrés, de manera que esta línea directa podría no ser tan evidente. No obstante, igualmente los resultados dejan mucho espacio a la reflexión.
Particularmente considero que el intento de absolutizar y apostar por una sola causa (también para explicar el efecto de la Segunda Generación) solo puede conducir a una comprensión simplificada de un fenómeno mucho más complejo. El ser humano es una conjunción de factores genéticos y ambientales que cristalizan a través de sus peculiaridades psicológicas. Así, es muy probable que los estilos educativos que asumen los padres que han pasado por una situación altamente tensionante contribuyan al aprendizaje de emociones y estilos de afrontamiento inadecuados que pueden ser potenciados por cierta base genética; no obstante, no debemos olvidar que la persona tiene la capacidad de autorregularse y cambiarse a sí misma y a su entorno, por lo cual, el efecto de la Segunda Generación no tiene por qué convertirse en una sentencia de por vida.
Fuentes:
Franklin, T. B. et. Al. (2010) Epigenetic Transmission of the Impact of Early Stress Across Generations. Biological Psychiatry; 68 (5): 408.
Baider, L. et. Al. (2000) Transmission of Response to Trauma? Second-Generation Holocaust Survivors’ Reaction to Cancer. American Journal of Psychiatry; 157: 904-910.
Yehuda, R. et. Al. (1998) Relationship between posttraumatic stress disorder characteristics of Holocaust survivors and their adult offspring. American Journal of Psychiatry; 155: 841–843.
Mandler, G. (1980) The generation of emotion: a psychological theory. En: Emotions: Theory, Research and Experience, vol 1. New York: Academic Press, 219–236.
Juancho dice
Es muy interesante este estudio, y me pareció muy bueno que al final aclares que tener padres que pasaron pero una situación muy traumatica no nos sentencia de por vida.
Pero esto fue lo que me pareció mas interesante "Esta convicción de ausencia de control se vive con una gran ansiedad y fuertes sentimientos de indefensión."
Nunca supe como explicarlo jeje
Me encuentro con personas con creencias limitantes de este tipo todo el tiempo, creencias que les hacen interiorizar la idea de que la resolución de sus problemas no esta en sus manos. Cualquiera se frustraría!
anlly dice
Me pareció muy interesante el articulo, y aunque todavía me falta mucho por entender, debido a que soy estudiante de psicología todavía, esto me ayuda muchísimo para tener una base,y entender muchas cosas mas adelante… me encanta este rincón de a psicología…..
Macabelico dice
Desde hace tiempo sigo tus artículos, aunque soy odontólogo y no Psicólogo, les confieso que me apasiona el tema de la conducta humana….me agradaría que escribieras algo acerca de la RACIONALIZACIÓN.
Me despido con un saludo y mis mejores deseos de que el próximo año 2011 este lleno de éxitos y mucha paz.
Jennifer Delgado Suarez dice
Juancho,
creo que una infancia traumática puede marcarnos pero no puede determinar cómo seremos en un futuro. Conozco personas que han optado por la vida y que se han hecho resilientes ante los problemas que vivieron en su niñez.
El poder de la esfera psicológica radica precisamente en que podemos asumir las problemáticas como una barrera que nos detiene o como un obstáculo que nos hará más fuertes.
En relación con la frase que citas, generalmente cuando vivimos situaciones donde no tenemos ningún control experimentamos un enorme sentimiento de indefensión que termina convirtiéndose en una apatía que mitiga las ganas de vivir. Cuando no encontramos ninguna salida (como sucedía en los campos de concentración), muchas personas comienzan a "apagarse" lentamente, perdiendo el sentido de sus vidas.
Anlly,
me alegra tenerte por acá. Mucha suerte en la carrera.
Macabelico,
apenas tenga un tiempo escribo sobre la racionalización, un problema que concierne a muchísimas personas en la sociedad actual aunque el artículo: Tendencia al autoengaño ya puedes ir leyendo algo relacionado con el tema.
Saludos a todos