A todos nos gusta recibir un elogio. Los elogios pueden hacernos sentir bien y mejorar nuestra jornada. En muchos casos ayudan a acortar la distancia entre dos desconocidos y lograr que el encuentro sea más agradable y cercano. En otras ocasiones sirven para decirle al otro que estamos ahí y que es importante para nosotros. De hecho, se estima que necesitamos dar y recibir cinco elogios por cada crítica. Sin embargo, muchas veces somos parcos a la hora de elogiar a alguien.
¿Por qué no elogiamos más?
Dar y recibir elogios es un arte que no todos dominan. Un estudio muy interesante realizado en las universidades de Pensilvania y Cornell reveló el complejo entramado psicológico que se esconde detrás de un simple cumplido.
Estas psicólogas pidieron a los participantes que se acercaran a un desconocido y lo elogiaran. En algunos casos les daban un elogio preparado y en otros debían crearlo ellos mismos.
Las investigadoras analizaron cómo se sentían los participantes antes de elogiar a otras personas y qué efecto emocional pensaban que tendría su comentario. También evaluaron el efecto emocional que realmente tuvo el elogio en la persona que lo recibió.
Los resultados revelan que normalmente evitamos elogiar a alguien porque juzgamos mal cómo reaccionarán los demás. En práctica, subestimamos la importancia de los elogios. No solo no somos plenamente conscientes de los beneficios de elogiar, sino que incluso nos preocupa la respuesta de los demás.
De hecho, estas investigadoras descubrieron que, incluso después de elogiar a alguien, el efecto emocional que creemos que tuvimos no refleja con precisión cómo se siente la persona elogiada. Y es que, en sentido general, las personas apreciaban los cumplidos y se sentían mejor después de recibirlos. Pero no somos plenamente conscientes de ello.
¿Por qué subestimamos la importancia de los elogios?
Este estudio revela que solemos sentirnos nerviosos y dudamos de nuestra capacidad para elogiar a alguien, lo que hace que subestimemos el efecto positivo de nuestras palabras en la persona en cuestión. O sea, nos coartamos por inseguridad y temor.
De hecho, las personas que únicamente tenían que adivinar cómo reaccionaría alguien ante un cumplido – pero no tenían que dar ni recibir ninguno, sino que actuaban como meros observadores – juzgaban mejor cómo se sentirían quienes recibieron elogios, en comparación con las personas que los hacían. Obviamente, esas personas no estaban nerviosas, de manera que sus emociones no afectaban su capacidad para evaluar en su justa medida el impacto positivo y la importancia de los elogios.
La moraleja de esta investigación es que los elogios suelen hacernos sentir bien y, cuando son genuinos, se convierten en una poderosa herramienta para conectar con otras personas y alegrarles el día.
¿Cómo debe ser un elogio?
Para que un elogio dé en la diana y genere experiencias positivas es necesario que cumpla unas condiciones básicas:
- Expresar algo positivo que sintamos realmente, de manera que nuestras palabras suenen genuinas. No vale hacer la pelota regalándole los oídos a la otra persona. Decir por decir estropea toda la magia. Los elogios deben ser auténticos.
- Ser natural, de manera que nuestras palabras no suenen forzadas o de circunstancias. Como regla general, cuanto más natural y auténtico sea un elogio, mejor recibido será y más positivo será su impacto.
- Hablar en primera persona para demostrar nuestra implicación. Un elogio impersonal sonará forzado. No es lo mismo decir un frío e impersonal “buen trabajo” que “me ha gustado mucho tu trabajo de ayer”. Expresar nuestra opinión hablando en primera persona suena más cercano y tiene un efecto emocional más positivo.
- Ser específico, ya que los elogios desmesurados y sin sustancia suelen sonar falsos. En vez de utilizar términos como “excepcional” o “perfecto”, es mejor enfocarse en la acción o cualidad que deseamos alabar. De hecho, psicólogos de la Universidad de Utrecht comprobaron que ya de niños, solemos sentirnos incómodos con los elogios excesivos y preferimos un cumplido más concreto.
En cualquier caso, es importante recordar que un elogio no solo puede hacer bien a quien lo recibe, sino que también dice mucho de quien lo hace. Una persona que recurre a los cumplidos genuinos es una persona observadora, empática y afectuosa con los demás, que se preocupa por conectar y encuentra lo que hay de positivo en los otros. Los elogios nos permiten salir de nuestro egocentrismo para enfocarnos en los demás.
Por tanto, la próxima vez que aprecies la amabilidad de una persona, un trabajo bien hecho o una cualidad positiva, intenta dejar una huella a través de un elogio. Esa persona lo recibirá de manera mucho más positiva de lo que piensas e incluso podrás alegrarle el día. Un elogio cuesta muy poco pero hace mucho.
Fuentes:
Boothby, E.J. & Bohns, V.K. (2021) Why a simple act of kindness is not as simple as it seems: Underestimating the positive impact of our compliments on others. Personality and Social Psychology Bulletin; 47: 826-840.
Brummelman, E. et. Al. (2014) “That’s Not Just Beautiful – That’s Incredibly Beautiful!” The Adverse Impact of Inflated Praise on Children With Low Self-Esteem. Psychological Science; 25(3): 728-735.
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