Ponernos en la piel del otro, ser empáticos, caminar con sus zapatos… existen muchas maneras populares y científicas para expresar que somos capaces de comprender el pensar y el sentir ajeno. No obstante, por muy empáticos y comprensivos que podamos llegar a ser no podemos experimentar verdaderamente el dolor que siente la otra persona… ¿o si?
Algunas investigaciones aseveran que observar el dolor ajeno activa determinadas áreas cerebrales que procesan los aspectos relacionados con el dolor permitiéndonos conformarnos una idea de la magnitud del sufrimiento de la otra persona. Incluso existen algunas personas que presentan un tipo de sinestesia muy particular denominada Toque Espejo.
Los afectados por este trastorno cuando tocan a otra persona pueden experimentar su dolor. No obstante, los casos no terminan ahí ya que los ejemplos en la literatura médica de personas que sienten dolor en ausencia de estímulos dolorosos ambientales no son pocos. Ahora nos acercaremos a un novedoso estudio donde se reporta que las personas aparentemente sanas también pueden experimentar este efecto.
En la Universidad de Birminghan se reclutaron a 108 voluntarios y les mostraron imágenes y filmes que mostraban sucesos dolorosos. A los participantes se les pidió que reportaran lo que sentían mientras veían las imágenes y que evaluaran el posible nivel de disgusto, displacer, tristeza o miedo que pudieran experimentar. También se les pidió que reportaran el nivel de empatía que experimentaban para con las personas de las imágenes.
Alrededor de un tercio del grupo reportó sentimientos dolorosos en respuesta a una o más de las imágenes o videos. Las sensaciones que experimentaban eran mayormente descritas como «dolorosas». Curiosamente las imágenes en blanco y negro donde se mostraban a atletas con una pierna rotas fueron aquellas que generaron la mayor cantidad de respuesta dolorosas y las más intensas. En todos los casos el dolor reportado se experimentaba en la misma área dañada que se observaba en la imagen. ¿Truco de la imaginación?
Para responder esta pregunta los investigadores crearon dos nuevos grupos: uno compuesto por las diez personas que reportaron sentir más dolor ante las imágenes y otro grupo donde se encontraban las personas que no reportaron experimentar ningún dolor. Todos fueron sometidos a un escaneo cerebral mientras observaban diferentes imágenes de personas que experimentaban dolor.
Los resultados confirmaron que las personas que reportaban sentir dolor manifestaban una activación de redes cerebrales difusas en áreas como la cíngula anterior, la ínsula y la corteza prefrontal y somatosensorial. Al contrario, en las personas que no reportaron dolor alguno se activaron las áreas envueltas en las respuestas emocionales (la cíngula y la corteza prefrontal) pero aquellas involucradas con el procesamiento de los estímulos sensoriales (la ínsula y corteza somatosensorial) no manifestaron activación.
Este experimento comprueba que una pequeña parte de la población sana no solo experimenta el dolor emocional de las otras personas sino que también comparte el dolor físico.
Lo curioso es que las 31 personas que referían experimentar el dolor de los otros asumía que este tipo de empatía era un sentir normal y pensaban que el resto de las personas podían sentir la intensidad del dolor de la misma forma en que ellos lo experimentaban.
Otro dato aún más interesante fue que no se evidenció relación alguna entre el grado de dolor reportado y los sentimientos de disgusto o displacer. Esto nos indica que aunque muchas personas puedan ser empáticas emocionalmente, no necesariamente llegarán a experimentar en carne propia el dolor de la otra persona.
Aunque esta investigación ha respondido a algunas preguntas, verdaderamente ha abierto el camino hacia otras cuestiones: ¿por qué algunas personas sienten el dolor ajeno y otras no? ¿es una capacidad relacionada con sus historias de vida o algún tipo de sensibilidad especial? De seguro nuevos estudios tomarán estos resultados como punto de partida para continuar profundizando en la comprensión de la empatía y el dolor humano.
Quizás mirando la foto que da inicio al artículo puedas determinar si eres de los que siente el dolor ajeno o de los que te compadeces.
Fuente:
Osborn, J., & Derbyshire, S. (2009). Pain sensation evoked by observing injury in others. Pain. DOI: 10.1016/j.pain.2009.11.007.
Anónimo dice
Yo siento un poco de dolor en la parte de mi cuerpo correspondiente al dolor de mi hija, pero ante el dolor de otras personas a las que quiero, solo siento angustia.
Jennifer Delgado Suarez dice
Anónimo,
He escuchado de casos como el tuyo, aunque son más frecuentes entre los gemelos.
Creo que cuando dos personas se encuentran muy compenetradas emocionalmente, podemos llegar a sentir una parte de su dolor.
Gracias por compartir tus experiencias.
Jennifer Aguilera dice
Cada vez que alguien me muestra una herida, por chiquita o grande que sea, o incluso al oir hablar de una puedo experimentar dolor real en mis piernas, mas que nada alrededor de las rodillas y cerca de los codos. Es una sensasion molesta y rapida que siento desde chiquita cada vez que mi papa me mostraba sus lastimaduras