“El mundo nos rompe a todos, y después muchos se vuelven más fuertes en los lugares rotos”, escribió Ernest Hemingway. Por desgracia, hay personas que no se recuperan de los golpes que les da la vida, no son capaces de dejar que sus heridas cicatricen y estas terminan condicionando tanto su presente como su futuro.
El dolor emocional puede llegar a ser mucho más resistente e intenso que el dolor físico. Por desgracia, nos han educado para evitar el dolor, en vez de enseñarnos a lidiar con él y utilizarlo como trampolín para crecer. Por eso, no es extraño que cuando nos enfrentemos a situaciones que nos causan sufrimiento, pongamos en marcha estrategias que nos hacen sentir aún peor y retrasan la curación emocional.
10 formas comunes pero dañinas de afrontar el dolor emocional
El dolor emocional suele generar diferentes respuestas. Si no hemos desarrollado nuestros recursos psicológicos de afrontamiento, es probable que actuemos de manera automática, repitiendo los comportamientos que hemos aprendido de nuestros padres o las personas cercanas. En esos casos, es muy fácil caer en un bucle de negatividad en el cual no encontramos la salida.
- Conductas de fuga. Se traduce en el intento de alejarnos por todos los medios del evento doloroso, de la situación que nos está causando ese sufrimiento. Sin embargo, dado que el dolor emocional tiene un gran componente subjetivo, no hay lugar en el mundo donde podamos huir de nosotros mismos, por lo que esta estrategia de evitación no suele ser muy eficaz.
- Conductas de represión. Se trata de un mecanismo de defensa que activamos cuando creemos que no somos capaces de lidiar con ese dolor emocional. Consiste en intentar olvidar los sucesos, de manera que estos no provoquen sufrimiento. El problema, una vez más, es que no podemos simplemente olvidar ya que esos contenidos se quedarán activos, ya que no los hemos procesado como parte de nuestra narrativa de vida.
- Conductas de negación. Optamos por ignorar el sufrimiento, haciendo como si no existiera. Cada vez que sentimos una punzada de dolor, nos decimos a nosotros mismos que no está ocurriendo nada, que todo va bien. Obviamente, negar la realidad no hará que esta desaparezca.
- Conductas de proyección. En este caso, el dolor emocional es proyectado sobre los demás. Cuando ponemos en marcha este mecanismo, nos decimos a nosotros mismos que estamos bien, que son los otros quienes sufren. Creemos que al no reconocer el sufrimiento, este desaparecerá como por arte de magia.
- Conductas regresivas. Cuando el dolor emocional es muy fuerte, a veces nos refugiamos en periodos anteriores de nuestra vida, en los que nos sentíamos mucho más cómodos y seguros. La nostalgia y la necesidad de mirar atrás para sentirnos bien suelen indicar que estamos viviendo un presente que no nos agrada. Sin embargo, para superar cualquier tipo de dolor emocional es fundamental mirar hacia adelante, no quedarnos atascados en el pasado.
- Conductas de aislamiento. Cuanto más profunda es la herida, más privado suele ser el dolor. Hay veces que no encontramos la manera de expresar ese sufrimiento, de forma que terminamos aislándonos, viviéndolo en privado y dejando que nos consuma. El problema es que el aislamiento genera soledad, y la soledad desencadena la depresión, metiéndonos en un bucle negativo que alimenta el sufrimiento.
- Conductas de racionalización. Si creemos que somos una persona profundamente racional a quien las emociones no pueden afectar, rechazaremos el dolor emocional y buscaremos causas racionales que nos puedan consolar. El problema es que a menudo ese proceso da lugar a la autoculpabilización, lo cual genera dificultades aún mayores en el plano emocional.
- Conductas de desplazamiento. En este caso intentaremos buscar un culpable fuera de nosotros, a quien podamos achacarle la responsabilidad por nuestro dolor. Sin embargo, lo cierto es que la búsqueda de ese chivo expiatorio nos impide asumir nuestra cuota de responsabilidad y aprender de la experiencia. Por tanto, ese dolor habrá sido inútil.
- Conductas de sustitución. En este caso, la estrategia que elegimos para afrontar el dolor emocional consiste en sustituir los pensamientos que nos hacen daño por otros, para evitar el sufrimiento. En un principio, no habría nada de malo en ello, el problema ocurre cuando esa sustitución de pensamientos se realiza con el objetivo de negar el hecho ocurrido o cuando utilizamos afirmaciones ingenuas como por ejemplo: “estás muy bien, no sucede absolutamente nada”.
- Conductas repetitivas. Es una de las peores estrategias que podemos usar para afrontar el dolor emocional ya que consiste en repasar, una y otra vez, lo ocurrido. Nuestra mente se convierte en una sala de cine en la que proyectamos los hechos continuamente, intentando reconstruir hasta el más mínimo detalle, normalmente para intentar encontrar consuelo o hallar una explicación. Obviamente, esa estrategia solo añade más leña al fuego.
3 pasos para superar el dolor emocional
- El dolor no es tu amigo, pero tampoco tu enemigo
El dolor se encuentra en nuestro interior, no podemos escapar de él, si bien es cierto que en algunas circunstancias es conveniente alejarse de la fuente que lo causa. No obstante, siempre es necesario realizar un trabajo interior.
Negar el dolor no es la mejor manera de lidiar con el sufrimiento. El dolor emocional es un síntoma, la señal de que algo no anda bien y debemos “arreglarlo”. Por eso, el primer paso para superarlo consiste en aceptar su existencia y aprender a convivir con él hasta que poco a poco se vaya aliviando.
Cuando sufrimos una experiencia traumática, esas huellas dolorosas se quedan grabadas en nuestro cerebro. Neurocientíficos de la Universidad de Harvard les pidieron a personas que habían sufrido un trauma que escucharan una descripción de lo sucedido, mientras escaneaban sus cerebros. Comprobaron que cuando las personas no habían logrado pasar página, se activaban en especial la amígdala, el núcleo del miedo y la corteza visual, lo cual significaba que estaban reviviendo esos sucesos de manera particularmente intensa.
Al contrario, en las personas que habían logrado superar el trauma, se activaba el área de Broca, responsable del lenguaje. Esto significa que esas personas han convertido el suceso doloroso en una experiencia narrativa que han incorporado a su historia vital, de manera que han logrado despojarlo, al menos en parte, de su impacto emocional.
Al inicio, la idea es tomar nota del dolor, como podríamos tomar nota del resto de cosas que nos rodean, pero intentando no dramatizar aún más. Es decirse: “siento dolor, soy consciente de ello y es una respuesta normal que se irá atenuando con el paso de los días”. Por supuesto, no se trata de aceptar únicamente ese dolor sino también todos los sentimientos que acarrea consigo, desde la ira hasta la frustración.
- Aceptación radical: A males extremos, remedios extremos
El psicólogo William James escribió: “La aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier desgracia”. Si nos quedamos rumiando lo ocurrido, jamás podremos pasar página.
Tara Brach nos propone abrazar la aceptación radical, que es “reconocer con claridad lo que estamos sintiendo en el presente, de manera que podamos lidiar con esa experiencia con compasión”. Eso significa aceptar todo lo que nos ocurre en la vida sin presentar resistencia. No significa resignarse, sino asumir que determinadas cosas han sucedido y no las podemos cambiar, en vez de realizar continuamente juicios de valor que nos sumerjan en un bucle de negatividad, como por ejemplo: “No debe ser así”, “No es justo” o “¿Por qué me ha pasado a mí?”
Cuando asumimos un hecho, por muy doloroso que sea, seremos capaces de comprender que ese suceso forma parte del pasado, y que lo que está condicionando nuestro presente son los pensamientos y emociones que nosotros estamos alimentando. Por supuesto, no es fácil, la aceptación no llega de un plumazo, es un proceso que demanda un arduo trabajo psicológico.
Sin embargo, a medida que aceptes que ese hecho forma parte del pasado, tu cerebro lo irá procesando, hasta que logre “desconectarlo” de tu presente. Cuando asumes que no puedes cambiar lo ocurrido, el cerebro dejará de buscar soluciones, lo cual significa que dejarás de rumiar y revivir la experiencia dolorosa una y otra vez en tu mente.
- Recomponer los pedazos rotos que deja tras de sí el dolor
La adversidad ataca a todos, somos nosotros quienes debemos aprender no solamente a sobrevivir sino a salir fortalecidos de esa experiencia. Ser supervivientes que arrastran consigo ese dolor emocional puede convertirse en una auténtica pesadilla.
Existen personas que tienen una habilidad natural para recomponer esos pedazos rotos, son personas resilientes que tienen extraordinarios recursos de recuperación emocional. Otras personas deben desarrollar esas habilidades. Según el psicólogo Guy Winch, “la pérdida y el trauma pueden destrozar los pedazos de nuestras vidas, hacer estragos en nuestras relaciones y subvertir nuestra propia identidad”, pero es necesario recomponer esos pedazos.
De hecho, las experiencias traumáticas que dejan tras de sí un gran sufrimiento son precisamente tan dolorosas, entre otros motivos, porque hacen añicos nuestras creencias sobre el mundo, haciéndonos notar que no es un lugar tan seguro como pensábamos. Ese descubrimiento puede ser bastante desestabilizador porque no solo se trata de recuperarse del golpe sufrido sino que nos hace conscientes de que la vida puede depararnos golpes aún más dolorosos.
Para sanar esa herida, necesitamos tiempo y hacer un profundo trabajo introspectivo. De hecho, en muchas ocasiones no se trata de volver a colocar los pedazos rotos en su sitio, como haríamos con un jarrón que se ha quebrado, sino de encontrar nuevas formas para lograr que esos pedazos encajen. Eso significa que podrías encontrarle un nuevo sentido a tu vida, comprender cómo esa experiencia te ha hecho más fuerte o incluso animarte a emprender nuevos proyectos. Si usas el dolor como una oportunidad para crecer, en vez de verlo únicamente como una piedra molesta en tu camino, no habrá sido en vano.
Fuentes:
Biro, D. (2010) Is There Such a Thing as Psychological Pain? and Why It Matters. Cult Med Psychiatry; 34(4): 658–667.
Brach, T. (2003) Aceptación radical: Abrazando tu vida con el corazón de un Buda. Madrid: Gaia Ediciones.
Rauch, S. L. et. Al. (1996) A symptom provocation study of posttraumatic stress disorder using positron emission tomography and script-driven imagery. Arch Gen Psychiatry; 53(5): 380-387.
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