La aceptación radical es, probablemente, una de las habilidades más importantes que podemos desarrollar en la vida. ¿Por qué? Sencillamente porque nos permitirá afrontar mejor esos momentos en los que la vida parece ponerse en nuestra contra, evitando que caigamos en la frustración y la negación.
Por supuesto, es difícil aceptar lo que no queremos que sea verdad. Pero es aún peor negarlo o hacer como que no existe. No aceptar el dolor, la derrota o el error solo causa más sufrimiento ya que este no es más que la interpretación que le damos a las circunstancias que estamos viviendo. Cuando todo va mal o la vida nos da una sorpresa indeseada, tenemos dos opciones: quedarnos llorando sobre la leche derramada o practicar la aceptación radical.
¿Qué es la aceptación radical – y qué no es?
“Si acepto lo que sucedió, entonces significa que lo apruebo, que de cierta forma estoy bien con lo sucedido”.
“Si perdono a la persona que me hizo daño, entonces significa que permito el abuso, que no me valoro lo suficiente”.
“Si acepto la pérdida, significa que no puedo hacer nada para cambiar la situación. Y eso implica que me resigno a ser miserable, que me regodeo en el sufrimiento”.
Muchas personas piensan que eso significa practicar la aceptación radical. Creen que aceptar es ceder o ser blando. Incluso hay quienes creen que si no aceptan la realidad no experimentarán tanto dolor. Obviamente, están equivocadas.
Practicar la aceptación radical simplemente significa que estás reconociendo la realidad, que reconoces lo que sucedió o está sucediendo, porque luchar contra ello solo intensificará tu reacción emocional.
Aceptar no significa agitar una bandera blanca y darte por vencido. Al contrario, cuando aceptas la realidad tomas el mando porque puedes valorar si quieres o vale la pena cambiarla. Puedes decir: “Vale, esto es lo que está ocurriendo. ¿Cómo puedo gestionarlo?”
En otras palabras, la práctica de la aceptación radical no significa sumisión ni resignación pasiva sino que abre el camino a la resolución de los problemas. Si no te gusta algo, lo primero que debes hacer es aceptar que está ocurriendo porque si estás demasiado ocupado luchando contra esa realidad, no tendrás suficiente energía para cambiarla o mejorarla.
La aceptación radical es una técnica que forma parte de la Terapia Dialéctica Conductual desarrollada por Marsha M. Linehan, una psicóloga de la Universidad de Washington, aunque ha sido Tara Brach, psicóloga y profesora de meditación y budismo, quien la ha popularizado. De hecho, la aceptación radical tiene sus raíces en la filosofía budista, según la cual es fundamental abandonar las expectativas irreales, que son las que alimentan el sufrimiento.
Según Tara Brach, la aceptación radical es “reconocer con claridad lo que estamos sintiendo en el presente, de manera que podamos lidiar con esa experiencia con compasión”. Carl Rogers también se refirió a la aceptación: “La curiosa paradoja es que solo puedo cambiar cuando me acepto a mí mismo tal como soy”. Y hace ya varios siglos William James escribió: “La aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier desgracia”.
La aceptación radical significa aceptar la vida sin resistirse a todo aquello que no podemos cambiar. Por tanto, implica decir sí a la vida, tal como es, tal como viene.
Cuando tienes un problema, puedes luchar contra la realidad juzgando la situación. Puedes luchar contra la realidad pensando: “No debe ser así”, “Debe ser de esta manera”, “No es justo” o “¿Por qué me ha pasado justo a mí?”
Sin embargo, combatir la realidad solo crea sufrimiento. Mientras que el dolor es inevitable en la vida, el sufrimiento es opcional. El sufrimiento es lo que te sucede cuando te niegas a aceptar el dolor. En el fondo, negar la realidad significa alimentar sensaciones de amargura, ira y resentimiento.
De hecho, neurocientíficos de la Universidad de Harvard comprobaron que cuando no somos capaces de aceptar lo ocurrido y pasar página, las vivencias emocionales traumáticas se quedan grabadas como huellas dolorosas en nuestro cerebro, y cada vez que se activan generan sufrimiento.
Los riesgos de negarse a aceptar la realidad
Imagina por un momento que llevas meses buscando un piso y finalmente encuentras el apartamento de tus sueños. Hablas con el propietario y te dice que te avisará apenas los inquilinos abandonen el piso. Esperas una semana, luego otro y otra, hasta que decides ir nuevamente al piso para descubrir qué ocurre. Entonces encuentras al propietario firmando un contrato de arrendamiento con otra pareja. Te enfadas y se lo haces saber, pero él simplemente se encoge de hombros desentendiéndose de la situación. Piensas que eso no debería estar pasando. ¡No es justo! Pero sucedió. Y por mucho que te enfades, no podrás cambiarlo.
Las personas dicen a menudo: “No puedo soportarlo”, “No puede ser verdad» o “No debería ser así”. Es como si pensáramos que negarnos a aceptar la realidad evitará que sea verdadera.
Sin embargo, luchar contra la realidad es agotador, y no funciona. Rechazar lo ocurrido no cambia la situación sino que suma otras emociones negativas al dolor que ya sentimos. Quizá puedas comprender mejor en el siguiente gráfico el camino que siguen las emociones cuando las negamos o reprimimos y la vía que propone la aceptación radical:
Por supuesto, aceptar la realidad es difícil, sobre todo cuando es dolorosa. Nadie quiere experimentar dolor, decepción, tristeza o pérdida. Pero esas experiencias forman parte de la vida y cuando intentas evitarlas o resistirte, solo añades más sufrimiento al dolor.
La aceptación radical es una vía para dejar de sufrir y adoptar un papel más activo. Se trata de asumir que la vida está llena de experiencias que disfrutas y otras que no te gustan. De hecho, cuando te alejas o intentas evitar la tristeza y el dolor, también disminuye tu capacidad para sentir alegría.
La evitación de la realidad también puede dar pie a comportamientos autodestructivos como las adicciones, que pueden ser útiles para evitar el dolor a corto plazo, pero que a la larga solo empeoran la situación.
La aceptación radical te propone convertir tus pensamientos rumiativos en pensamientos de aceptación, como por ejemplo: “Estoy atravesando esta situación, es dolorosa y no me gusta, pero asumo que no puedo cambiar lo que ocurrió y sé que estaré bien”.
La aceptación radical requiere mucha práctica
La aceptación radical requiere práctica. No es fácil aceptar que el tráfico es una pesadilla, que ha comenzado a llover el día que querías ir a la playa o que te has enfermado justo antes de las vacaciones.
Sin embargo, practicar la aceptación radical en situaciones cotidianas te ayudará a prepararte para aceptar circunstancias más difíciles en la vida, como la pérdida de una persona querida, el diagnóstico de una enfermedad o un gran descalabro financiero.
Estas situaciones siempre serán difíciles y dolorosas, pero aceptarlas significa que puedes empezar a sanar. Resistirte a la realidad retrasa la curación y añade el sufrimiento al dolor que ya experimentas.
Un estudio realizado en el Instituto de Psiquiatría y Psicoterapia Psicosomática de Mannheim constató que la aceptación radical es una técnica eficaz para abordar incluso los peores traumas ya que nos ayuda a deshacernos de sensaciones como la vergüenza, culpa, disgusto, angustia y miedo que a menudo quedan tras un suceso traumático. Por tanto, es una herramienta que vale la pena tener en nuestra mochila de recursos psicológicos para la vida.
¿Cómo empezar a practicar la aceptación radical paso a paso?
La vida te da muchísimas oportunidades para practicar la aceptación radical. Si tienes un problema por resolver, puedes comenzar por ahí. Si decides que no puedes resolverlo, prueba a cambiar tu percepción sobre el asunto, tu actitud y expectativas ante el problema. Si tampoco puedes cambiar tu percepción del problema porque realmente representa un duro golpe, entonces practica la aceptación radical.
1. Concéntrate en tus pensamientos
Comienza concentrándote en tu respiración y, una vez que estés calmado, céntrate en los pensamientos que vienen a tu mente sobre esa situación. Es probable que se trate de pensamientos como: “no es justo” o “no podré soportarlo”. También es probable que pienses cosas como “esto no debería estar pasando” o “no me debería estar ocurriendo a mí”. Si prefieres, anota todas esas ideas que acuden a tu mente.
2. Nota la resistencia
A continuación, analiza cómo esas ideas exacerban tus sensaciones negativas y te hacen sentir peor. En el fondo, esos pensamientos no son más que la expresión interior de tu resistencia a lo que está ocurriendo. Por tanto, es probable que te generen una sensación de resentimiento, irritabilidad, frustración o incluso ira.
3. Evita el impulso de negociar
Cuando nos ocurre algo negativo, a menudo a la fase de negación le sucede una etapa de negociación. Es probable que comiences a acariciar ideas como: “sería muy feliz si esto no hubiera pasado” o “estaría mejor si sucediera aquello”. En la mayoría de los casos esas ideas son fruto de nuestro pensamiento mágico o de unas expectativas irreales, por lo que nos mantienen atados a la situación que nos está dañando. Por tanto, evita ilusionarte con cualquier tipo de “debería” porque detrás suele esconderse la decepción.
4. Asume la realidad
Toma nota de todos esos pensamientos y emociones, pero no te aferres a ellos, deja que pasen como si fueran nubes. Te ayudará decirte: “Es lo que es”. Repite ese mantra varias veces. Asume que lo que te molesta ya ha ocurrido, que forma parte del pasado y que ya no puede afectarte, lo que te está afectando ahora son los pensamientos y las emociones que ha generado.
5. Pasa página
Intenta vivir más en el presente. A menudo gastamos demasiada energía mirando al pasado, preocupándonos por el futuro o perdiendo el tiempo en el mundo de la fantasía. Asume que casi todo en la vida es fruto de una cadena de acontecimientos, muchos de los cuales escapan de tu control. Por tanto, pregúntate lo único que vale la pena en este momento: ¿y ahora qué? Podrías imaginar qué harías si dejarás de resistirte a lo ocurrido. Escríbelo. Actúa como si todo ya hubiera pasado y comienza a poner en práctica esos comportamientos.
En este punto, debes saber que seguirás experimentando diferentes emociones, no se borrarán de un plumazo, pero poco a poco serán menos intensas y de seguro no durarán tanto como durarían si te limitaras a negar la realidad.
Además de aliviar el sufrimiento, otro beneficio de la aceptación radical es que pasarás menos tiempo pensando en el problema o la situación pues cuando asumes que no puedes cambiarla, tu cerebro comienza a “desconectarla”.
De hecho, a menudo las personas que practican la aceptación radical refieren sentirse más ligeras y aliviadas, como si les hubieran quitado un peso de encima.
Con la aceptación radical el dolor no desaparece por completo pero el sufrimiento se disipa. Y como dejarás de sufrir, el dolor será más llevadero. En este punto estarás en condiciones de hacer algo, de cambiar aquello sobre lo que realmente tienes el control.