“Ignora cuando te critiquen, escucha cuando te aconsejen y aléjate cuando no te valoren”, reza uno de los consejos de autoayuda más compartidos de los últimos tiempos. ¿La clave de su éxito? Es fácil ignorar lo que nos molesta, escuchar las palabras que nos validan y escapar de lo que nos incomoda. Y cuando todo parece tan fácil, pensamos que hemos encontrado un atajo sabio para vivir mejor.
Sin embargo, este consejo de la “Psicología Popular” parte de un principio que quizá sea válido en líneas generales, pero que puede recluirnos en nuestra zona de confort, ese espacio en el que nos sentimos a salvo, pero en el que no crecemos.
¿Por qué rechazamos las críticas?
Muchas veces damos por sentado que toda crítica es destructiva, falsa, malintencionada o incluso dañina. Por supuesto, existen críticas perversas que se realizan con el objetivo de dañarnos, pero también hay críticas constructivas. Por ese motivo, el llamado a ignorar todas las críticas es irracional y perjudicial.
La idea de que no debemos prestar atención a las críticas parte de dos supuestos erróneos:
- Pensar que estamos en posesión de la verdad
- Creer que nunca nos equivocamos
Por tanto, aunque las consecuencias de las críticas pueden afectar nuestra autoestima, percepción de autoeficacia y hacernos sentir mal, son necesarias y nos afectarán tanto como se lo permitamos. Tenemos la tendencia a rechazar las críticas porque nos identificamos demasiado con ellas, pero si las asumimos como opiniones que pueden ayudarnos a mejorar, ese muro defensivo caerá y podremos aprovecharlas a nuestro favor.
Los tres filtros de discernimiento
La crítica se ha revestido de un significado negativo, pero en realidad proviene del griego antiguo kritikós, derivado de krínein, que significa juzgar o discernir. Criticar, por tanto, es una facultad racional que implica someter los hechos o comportamientos a un examen riguroso para emitir una valoración, que puede ser más o menos positiva o negativa.
Por eso, en vez de descartar una crítica, solo porque nos genera incomodidad, debemos pasarla por los tres filtros del discernimiento:
- ¿Quién? Tener en cuenta quién es la persona que realiza la crítica es importante para determinar si se trata de una opinión válida o no. ¿Es una persona cercana que quiere lo mejor para nosotros? ¿Es una persona experimentada que nos intenta guiar? ¿Es alguien colaborador y eficiente o, al contrario, se trata de una persona con un comportamiento destructivo que alimenta animadversión hacia nosotros?
- ¿Por qué? También hay que considerar la finalidad de la crítica. ¿Está hecha con la idea de ayudarnos o intenta derrumbarnos? ¿Podemos sacarle algún provecho o no encontramos nada útil en esas palabras? Mientras que la crítica destructiva desmoraliza y devalúa; la crítica positiva motiva a esforzarse y mejorar. En definitiva, debemos pensar con qué fin se realiza esa crítica.
- ¿Para qué? Las críticas positivas suelen mirar al futuro, por lo que generalmente no se limitan a apuntar nuestros errores o debilidades, sino que también nos brindan posibles alternativas para mejorar. La crítica destructiva se enfoca en lo que se ha hecho mal, pone el dedo en la llaga y le añade sal con alevosía. La crítica positiva, en cambio, se preocupa más por reparar el daño, por lo que suele ser una mano tendida al crecimiento.
Debemos recordar que no toda crítica es fruto de la frustración o la envidia. Y aunque lo fuera, incluso las críticas más malintencionadas podrían contener verdades que podemos aprovechar para mejorar. Por tanto, la próxima vez que te critiquen, no lo ignores, reflexiona. Podrías aprender algo nuevo sobre ti o detectar un área que necesitas mejorar. Y si consideras que la crítica no te aporta nada, entonces dala por zanjada.
Deja una respuesta