No por mucho criticar, aprende el otro más temprano. Hacerle notar a alguien que se ha equivocado puede ayudarle a concienciar su error, pero eso no significa que será más feliz y ni siquiera es una garantía de que intente reparar el daño o que aprenda la lección.
Pensar que “la letra con sangre entra”, que si alguien siente vergüenza corregirá inmediatamente su comportamiento y no volverá a cometer ese error, es una burda equivocación. Es cierto que el trauma que provoca la humillación nos deja profundas huellas, pero eso no significa que sea positivo y, sobre todo, que no existan otras formas más asertivas de señalar los errores.
La humillación es una emoción muy intensa que puede causar heridas emocionales difíciles de curar ya que es un ataque directo al «yo» y pone en cuestión nuestra valía como personas.
La humillación: Dura más que la alegría y es más intensa que la ira
Nos sentimos humillados cuando percibimos que nuestro valor disminuye delante de los demás. Se trata de un estado emocional muy negativo pero, desgraciadamente, también muy común, aunque ha sido muy poco estudiado en comparación con estados como la ira, la ansiedad o el miedo.
Hasta el momento se pensaba que la humillación era simplemente un estado desagradable cuyas repercusiones no iban más allá de una punzada de dolor o angustia pasajera. No obstante, ahora un estudio realizado en la Universidad de Ámsterdam ha puesto el dedo en la llaga revelando que las consecuencias de la humillación son mucho más serias de lo que pensábamos.
Estos neurocientíficos decidieron escudriñar en el cerebro de las personas mientras experimentaban diferentes estados emocionales. El objetivo era comparar sus reacciones ante estados como la ira, la alegría, la vergüenza y la humillación.
Para generar estos estados, les leyeron pequeñas historias que hacían referencia a estas emociones y les pidieron que se imaginaran a sí mismos en la piel del protagonista. Por ejemplo, en el caso de la humillación, les pidieron que imaginaran que tenían una cita y que la persona, apenas les veía, daba media vuelta y se marchaba.
Las respuestas que se produjeron a nivel cerebral fueron analizadas teniendo en cuenta su intensidad y duración. Al comparar las diferentes condiciones, los investigadores pudieron apreciar que las respuestas desencadenadas por la humillación eran más intensas de las que despertaba la alegría y más negativas que la ira.
Estos neurocientíficos creen que la humillación activa las áreas cerebrales vinculadas con el dolor, por lo cual podría ser más intensa que la ira y, a la misma vez, representa una gran carga cognitiva que debemos procesar, por lo que es mucho más duradera que la alegría.
Por tanto, las personas que creen que humillando a los demás y dándoles una lección frente a todos les están enseñando algo, en realidad solo están causándoles dolor y creando una herida que podría quedarse para toda su vida. Existen formas más amables de ayudar.
Fuente:
Otten, M., & Jonas, K. J. (2014) Humiliation as an intense emotional experience: Evidence from the electro-encephalogram. Social Neuroscience; 9(1): 23-35.
Deja una respuesta